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—Si seguimos por este sendero estoy seguro de que llegaremos al inicio del Bosque de las Sombras —Rayna habló sereno mientras guiaba al grupo, a su lado iba Ónice quien había entrelazado su mano con la de su par mientras observaba a su alrededor.

—¿En verdad has venido por aquí antes? —el de ojos turquesa preguntó incrédulo, no podía creer que su amigo hubiera atravesado parajes así.

—Pues sí, mucho antes de conocer a Eleck o a ti, fui un explorador porque no gustaba de quedarme en la Villa por mucho tiempo, debo ser sincero, me aburría tener una vida tan tranquila —sonrió de lado—. Pero nunca imaginé que salir una última vez me llevaría a ti y a él.

—Supongo que debes arrepentirte un poco, ¿No? Después de que te hallamos no volviste a la Villa Lunar, ¿Qué hay de tus padres? ¿Tu familia y amigos? Seguro están preocupados por ti —murmuró desviando la mirada.

—Como lo estarán tus familiares, desapareciste cuando eras cachorro y eso seguro fue un golpe duro para tus papás —suspiró—. Pero, ¿Sabes? A pesar de que no he vuelto a nuestro hogar no me arrepiento de ello.

—¿No? ¿Por qué? —ladeó la cabeza interesado.

—Porque te encontré a ti, Ónice —sonrió entrelazando mejor sus manos—. Eres muy especial para mí, aunque no te lo digo seguido.

—Te quiero, tonto —restregó su mejilla contra el rostro del contrario feliz, ronroneando y cerrando sus ojitos a gusto.

—Son muy tiernos —Silvano caminaba unos pasos detrás del par de híbridos viéndolos con una sonrisa.

—Lo son, no se puede negar —Alistair rió bajo—. Es bueno tenerlos en el equipo, son de buen augurio.

—¿Cómo así? —frunció el ceño el mago de la naturaleza.

—En mi pueblo, cada vez que un ManeKatt llegaba para transitarlo en su viaje era un motivo de hacer una pequeña celebración pues es sabido que los híbridos son portadores de la buena fortuna de la luna, sus piedras preciosas adornando su cuerpo traen prosperidad a quien las vea —comentó—. Solíamos hacer pequeñas cenas familiares o en conjunto con los vecinos para agradecerle al universo que permitió la travesía de esos seres por nuestro hogar.

—Wow, cada parte de Khandrya tiene creencias y culturas diferentes a pesar de que somos todos parte de lo mismo. Me gusta eso —asintió—. Entonces, ¿Deberíamos hacer una cena cuando tengamos oportunidad? Para celebrar que estos dos están con nosotros.

—Claro, suena bien, ojalá pueda ser pronto —sonrió Alistair encantado—. Seré quien cocine, tengo recetas maravillosas.

—Oye, yo también quiero, amo cocinar —guiñó un ojo.

—¿Y me vas a impresionar? Porque tengo muchas expectativas ahora —devolvió el gesto.

—Claro que te voy a impresionar, tengo buena mano para esto —acomodó su cabello con chulería.

El blanco de sus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora