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—Tenemos problemas —uno de los ManeKatt vigía regresaba de sus rondas matutinas para comunicarle a su líder algo muy importante que no debía pasar por alto—. Parece que hay un grupo de magos que viene hacia aquí, algunos Pimeys, otros Antaa Potkut y están armados, han logrado rodear la villa de los Valaisin, tuvieron un fuerte enfrentamiento.

—¿Qué? ¿Cómo están en esa villa? —Cira tragó duro preocupada por sus seres queridos y conocidos.

—Están bien, no hay heridos ni bajas edilicias, les hicieron frente —asintió.

—Eso es bueno —susurró aliviada.

—No tanto, vienen hacia aquí, tenemos que movernos, podemos poner en riesgo este lugar también —Equusuu intercambió miradas con su esposa—. Deberemos llegar con esa bruja cuanto antes, usaremos pasajes dimensionales.

—Los pasajes te dejan agotado, además, somos demasiados como para que no tengas algún efecto o consecuencia —negó Irina tomando su mano con cuidado.

—Caminar solo va a retrasarnos, sin mencionar que también corremos riesgos de ser emboscados —explicó—. Gya está muerta pero Sho era el segundo al mando y aunque se vea sereno es bastante peligroso, además, los demás miembros de su grupo querrán probar que pueden tener el mando y eso será atacándonos.

—Debemos prepararnos para partir ahora mismo —Eldor asintió.

—Buscaré a Eleck —Cira se alejó a paso presuroso sabiendo que los demás terminarían de prepararse.

—La única bruja adivina de Khandrya se encuentra en la villa de los Pimeys, no hay más como ellas ya que fueron cazadas por los humanos cuando teníamos libre paso a su mundo —comentó una mujer acercándose al hechicero—. Deben tener cuidado, pero si logran caerle en gracia ella les hablará con la verdad sin ningún problema.

—¿Dónde exactamente la encontramos? Esa villa no es conocida por ser amistosa —negó Irina.

—Ese es el problema, tienen que llegar al centro de esta donde ella se oculta, pueden reconocerla con facilidad porque sus ojos son por completo blancos, no tiene irises —respondió seria—. Espero tengan suerte.

—Gracias —Irina estaba preocupada, una adivina que vivía con los Pimeys no debe ser nada agradable o generosa, estaba segura de que esa bruja ya sabía que irían a su encuentro y la única carta que tenían a su favor era Niesse.

Por su parte, Eleck se encontraba sentado en la cama con sus dedos posados de forma sutil sobre la gema en su frente debido a que esta le quemaba sin él tener idea de por qué, tragó duro poniéndose de pie para observarse en un pequeño e improvisado espejo viejo donde buscó alguna anormalidad pero no encontró nada por lo que debiera preocuparse; suspiró masajeando su cuello, se sentía ansioso, no podía evitarlo pero tampoco tenía idea de qué hacer con su sentir. Refrescó su rostro con abundante agua y sopesó el hecho de que, tal vez, estar tan cerca de las respuestas lo había puesto nervioso, antes de que pudiera seguir divagando en su mente los brazos de Niesse se enredaron desde detrás alrededor de su cintura mientras que dejaba besos sobre sus hombros y sus tatuajes con mimo.

El blanco de sus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora