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Niesse atrajo hacia sí a Eleck mientras ambos veían como una criatura de gran porte, ennegrecida como si estuviera recubierta por viscoso alquitrán y tentáculos deformes caminaba hacia ellos. El Valaisin se puso de pie retrocediendo algo asustado, jamás en su vida vio algo similar a ese ser, no había forma de que fuera natural, ¿Cómo podían pelear contra eso? ¿Qué era lo que lo vencería? Niss llevó una mano hacia su costado derecho, uno de los últimos golpes que recibió la dejaron bastante adolorida pero aun así no se apartaba de su lucecita, por nada del mundo iba a dejarlo solo.

—Niesse... No podemos hacerle frente, esa cosa puede matarnos a todos —susurró el Valaisin preocupado—. Tenemos que hacer algo.

—Yo puedo enfrentarlo —ella observó a la bestia siendo atacada por Equusuu y su Fénix—. Tengo que intentarlo.

—No, no, ¡No! No estás lista para algo así —negó acunando sus mejillas—. Usar tu parte Sielun Syoja puede dejarte sin humanidad, no es aconsejable, cada vez que la usas pierdes algo, Nissi.

—Tengo que hacerlo, ¿Qué debo esperar? ¿Qué nos mate a todos? —se puso de pie.

—¡Niss, no lo hagas! —espetó, el hechicero fue golpeado con fuerza y su ave apresada por la criatura que con fauces descomunales y atroces atravesó el cuerpo del animal haciéndolo pedazos.

—¡Equusuu! —Irina gritó aterrada cuando las garras de la criatura atraparon contra los escombros al hechicero sacándole un quejido.

—No se acerquen o lo aplastará —Alistair se puso de pie viendo a todos lados, tratando de ver una oportunidad.

Niesse vio el momento exacto en que la bestia rugía lanzando púas creadas con aquella viscosidad con la que estaba formado su cuerpo y que se solidificaba a gusto, el ataque golpeó a Eldor aun cuando Cira creó un escudo, ambos fueron heridos y Eleck dio un salto en el aire para golpear a la criatura con sus puños resplandeciendo; la tierra crujía y temblaba bajo ellos con cada paso y ataque que daban, si seguían así no habría nada que salvar cuando todo se acabara, entonces, ¿De qué servía que Niesse fuera heredera de Merlín y Morgainne si no podía defender a sus amigos? ¿Qué caso tenía tanto supuesto poder heredado de la bruja si temía usarlo? Porque sí, Niesse estaba aterrada, no sabía qué hacer ni cómo afectaría a su propia alma pero todos sus pensamientos se evaporaron al ver a sus compañeros caer uno a uno, golpeados, enredados en las garras del ser maldito que devoraría todo lo que tuviera en frente y en el momento en que el Valaisin cayó de rodillas encendiendo la gema en su frente fue que ella perdió la compostura.

Cerró los ojos, podía sentirlo, un fuego oscuro y abrazador que se extendía por todo su ser, que nacía desde lo más profundo de ella y clamaba una fuerte venganza, ¡Ah, deseaba ser liberado cuanto antes! Para cuando sus orbes volvieron a la escena que vivenciaba había adquirido un tono jade brillante y estrafalario que se extendió por sus venas, rostro, cuello, brazos; las manos de Niesse formaron garras filosas, su lado Sielun Syoja emergía y pedía hacerle frente al enemigo, a quién reconocía como un contrincante en territorio —porque los come almas son bestias en cuerpos humanos—.

El blanco de sus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora