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—¡Lo has matado! —la voz de Cira detuvo a la pelinegra que volteó a verla molesta encontrándola en el suelo con el chico en sus brazos—. ¡Le has quitado a Eleck su vida, tú, infeliz, te has robado su alma! —sollozó horrorizada—, Tú eres un Sielun Syoja.

Niesse los observaba sorprendida sin poder creer lo que estaba sucediendo, observó a su alrededor, sus manos y luego a Cira y Eleck. Asustada frunció el ceño no queriendo aceptar lo que había sido dicho por la Valaisin frente, ¿Cómo podía ser eso posible? ¿Acaso eso era lo que realmente se ocultaba detrás de su naturaleza como Pimeys? ¿Ella era un come almas como esa desquiciada mujer? Se sintió como una gran escoria, una criatura así no podía ser vista con buenos ojos por nadie ni siquiera por ella misma.

—¡Mira nada más! ¡Resultaste ser un come almas como yo! —se carcajeó Gya—. Lo único que me molesta es que te has robado mi bocadillo, ahora deberé buscar otro, aunque los amigos aquí presentes pueden ser buenos sustitutos.

—¿Qué? —Niesse la observa incrédula—. Yo no te he robado nada, no soy como tú, ¡No soy como tú!

—¿No? Eso es lo que crees, pero te diré algo, solo un come almas puede hacer lo que tú, ¿Comprendes? Nadie más puede quitar magia y vida al mismo tiempo, asique felicidades, chica, eres un Pimeys Sielun Syoja y es un don que se le da a pocos como nosotros —sonrió en grande—. Enorgullécete, porque siempre vas a tener poder y vida, ¡Puedes ser invencible!

—¡Niesse, tienes que vencerla de alguna manera! —Eldor gritó siendo sujetado por Agatha—. ¡No puede llegar a los demás Valaisin de la villa!

—¡Ve, pelea, yo me encargo de Eleck! —Equusuu llegó hasta Cira viendo a la Pimeys dándole la seguridad de que el muchacho caído estaría a salvo de todas formas—. Dámelo.

—¿Qué caso tiene? —soltó Cira compungida.

—Quítate —dejó a Eleck sobre el suelo mientras veía a Niesse hacerle frente a la bruja—. Vamos, niño, respira...

El hechicero tomó el pulso del ahora pelinegro, apoyó su oreja contra su pecho, abrió sus ojos esperando ver una reacción más se encontró con que eran color café y no platinados como en un inicio. Tragó duro, no había latido, no había respiración, sus ojos eran dos orbes que no se movían ni reaccionaban a la luz, opacos, vacíos y su cuerpo frío ya no tenía nada más que contar; Equusuu maldijo por lo bajo, Eleck Kozock en verdad estaba muerto, ya no se encontraban con ellos y solo era una cáscara que alguna vez contuvo su jovial espíritu.

Aquel dragón dorado que invocó Eleck se puso de pie una vez más posicionándose detrás de Niesse mientras rugía con fiereza hacia sus enemigos, blandiendo su cola de un lado a otro esperando las órdenes para atacar siendo la bibliotecaria quien lo tenía bajo su dominio en esos instantes.

—¿Qué es lo que sucede realmente? ¿Qué hace ese dragón ahora mismo si Eleck no responde? —susurró Cira sin comprender del todo la situación.

—Es un Dragón dorado del Rey, responde al poder que lo trajo a esta dimensión y ahora es Niss quien lo rige al haber tomado la magia de Eleck pero lo que me parece sorprendente es el hecho de que se haya recuperado de las heridas tan rápidamente; tal vez viene de Eleck pero es esa Pimeys el que lo ha vuelto más fuerte —susurró explicando—. Tengo muchas dudas, ¿Cómo es que el Valaisin lo trajo? ¿Por qué no haberlo hecho antes en otras peleas?

El blanco de sus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora