Lia
Llegue extremadamente temprano a la consulta. Algo que ya se había vuelto una costumbre, y con un Alexander que no se me despega ni para ir al baño, lo cual, por cierto, ocurre demasiado seguido. Suspiré y apenas salí del sanitario una enfermera ya me estaba buscando. La verdad es que no tuvo que esforzarse mucho, ya que, por muchas ganas que tuviera de cancelar la consulta y venir otro día sin Alexander, la pereza me lo impedía. La mujer de mediana edad me agarro de un brazo y con un rostro serio y libre de emociones me condujo a una habitación donde me pesó y tomó mi presión arterial antes de llevarme a la consulta.
—No tiene por qué estar nervioso señor Ivanov, la señora está en perfectas condiciones— informo ella ajustándose los espejuelos de pasta dura en un gesto claramente nervioso.
—No estoy seguro— respondió Alexander dubitativo tocándose el mentón— va al baño demasiadas veces, no he sentido al bebé, apenas se le nota el vientre y creo que ha perdido algo de peso.
¿Estará demente? ¡Pero si he subido un kilo!
¡Madre mía! Este hombre acaba de intimidar y poner en duda a la pobre mujer solo por sus conjeturas, sus muy locas conjeturas.
La pobre mujer abrió la boca para decir algo en su defensa, defensa que claramente interrumpí.
—Me siento de maravilla, así que no se preocupe demasiado, cariño creo que nos llaman— señalo la puerta del consultorio, tratando de poner fin a la incómoda escena.
—Más le vale por su propio bien e integridad física que mi hijo esté bien.
¡Pero qué carajos! ¿Acaso pretendía dejar a la pobre mujer traumatizada el resto de su vida?
—Es broma— señalé hacia el pasillo llevándome conmigo noventa kilos de puro músculo.
Exasperada me pasé la mano por la cara mirando al techo.
¡Dios dame paciencia! Porque si me das fuerza te juro que sé lo al diablo de un clancazo.
El embarazo es para volverse loca, esa es la única conclusión a la que soy capaz de llegar luego de la consulta. Y a todas estas me pregunto, una vez que el bebé nazca ¿Qué será de nosotros? No es que Alexander y yo llevemos mucho tiempo juntos, pero el anticonceptivo eligió el momento perfecto para fallar. No existe ninguna garantía de que no se alejará de mí, es decir esto es de ambos. Todo es demasiado nuevo y yo demasiado insegura. Tengo miedo ¡Madre mía! Y si le da por traer a otra.
—Deja las inseguridades Lia, Alexander te ama— me repito a mí misma en una crisis interna que termino por exteriorizar de la peor manera.
—Mejor separémonos ¿Sí? — el frenazo que dio en plena carretera fue algo que no vi venir.
— ¿Se puede saber qué estás diciendo? — inquiere visiblemente molesto.
—Que nos separemos— ratifique sin saber de dónde había sacado la valentía.
—Se puede saber ¿Por qué? O tienes un nuevo antojo.
—Creo que me irá mejor criando sola al bebé.
—¿Es en serio Liana? tienes que bajarles dos rayitas a esos cambios de humor tan bruscos, apenas logro seguirte el ritmo milaya.
—Eso lo dices ahora, pero cuando tenga la pansa de un oso, los pechos caídos y dedique el poco tiempo libre que tendré para dormir te aburrirás y buscarás a otra.
—Si hubiese encontrado a una mujer más perfecta que tú, no estarías a mi lado ahora mismo, jamás me conformaré con algo mediocre cuando ya probé el cielo.
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¿En que lio me he metido? #PGP2024
ActionMi nombre es Liana Watson, pero todos me dicen Lia, Lia de liar y no en el sentido más caliente de la palabra, sino del liar que es sinónimo de pescar problemas de gratis. Gracias a esa fama, me convertí en toda una maestra a la hora de encontrar c...