Extra 2 Isabella.

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Lia.

Estar en una habitación tan grande y amueblada, sin envidiarle nada a una suite de lujo. En compañía de mis tres mejores amigas. Y rodeada de toda la comida que quiero, saludable y no tan saludable, incluso con un chef a mi disposición, sería en otro momento de mi vida, mi sueño ideal. Pero con el embarazo varios conceptos comienza a sufrir cambios y el de perfección es uno de ellos.

Empezando por la vestimenta, me molesta todo, así que solo me puse un vestido ligero, sin sostén. Mis pies están hinchados, y esta mañana al intentar quitarme la alianza descubrí que mis manos estaban en la misma condición.

Me siento como una vaca, mis pechos han triplicado su tamaño, y si antes apenas alcanzaba a verme el coño, quererlo ver ahora, con varios centímetros de por medio, es avaricia. Mi marido por su parte ¿Qué les puedo decir? Feliz de magrear mis pechos, comerme el coño y estar más que disponible para aplacar mi lívido. Es por cosas como estas que a veces pienso que es él quien se lleva la mejor parte del embarazo.

Por suerte, mi apetito ha mejorado por mucho en comparación con el inicio del embarazo, ya puedo comer de todo, aunque no en grandes cantidades. Podría decir que me lleno con la misma facilidad con la que me da hambre.

Pero bueno la perfección no existe y menos a las puertas de mis cuarenta y una semanas. A estas alturas mi bichito ya se piensa que el vientre de mami es un hotel.

Isabella está feliz de la vida, la nena no pierde oportunidad para hacerle saber a su mami que se la está pasando de lo lindo. Mientras yo cuento los días para saber cuándo se aburrirá de estar aquí dentro y saldrá a conocernos.

Incómoda y sin poder aguantar por mucho tiempo las ganas de orinar me levanto de mi cómodo sillón para embarazadas, o como lo llaman las chicas, el trono de la reina.

—Pausen la escena— les ordeno a todas apenas logro conseguir el equilibrio.

— ¡No me jodas Liana! Es la mejor parte, un dragón está a punto de quemar medio castillo— protesta Kelly.

Y es en momentos como estos donde me pregunto por qué no elegí pasar por un embarazo tranquilo.

—Yo no creo que Dina mandé a quemar medio castillo con su amante adentro— comenta Flavia con la boca llena de rositas de maíz y quien sabe cuántas cosas más.

—Pues si quiere ocultar que salió embarazada de su amante antes de su noche de bodas con Henry, pues debe — le sale al paso Kelly — Ocultar las pruebas del delito es lo que haría alguien inteligente justo después de cometer un crimen.

Pongo los ojos en blanco al escuchar su respuesta.

¿Pero qué sabrán estas principiantes sobre ocultar un crimen si la que está casada con el mafioso soy yo? Y lo más hilarante es que ellas ni sospechas.

— ¡Se acabó! — les digo a las dos cortando sus desvaríos — ustedes siempre andan quejándose, o esperan por mí o se buscan otra TV del tamaño de un cine donde ver la serie.

Escucho las protestas de fondo, pero felizmente para ellas obedecen.

Y es que, con el tono que acabo de usar hasta yo me callaría ¿Será que he desbloqueado un nuevo poder como mamá o que ya lo era de estas dos y no lo sabía?

Me detengo en seco y espero a que se me pase esta inoportuna contracción, sin embargo, lo que vino después me tomo por sorpresa. Estoy húmeda, bajo la mirada y veo como un líquido caliente se escurre entre mis piernas. La buena noticia es que no me orine, la mala es la que todos se están imaginando en este preciso momento.

Mi vientre comienza a ponerse duro de nuevo, y esto no es una contracción, es la señora contracción.

Siento como si el aire no fuera suficiente, el dolor es como un latigazo, y es en momentos como estos donde admito que me siento un poco pendeja. Aun así me las arreglo para llamar a las chicas.

¿En que lio me he metido? #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora