Capitulo 30 parte II

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Alexander
Días después del asesinato de Pedro y Natacha nuestra rutina se convirtió en una agradable normalidad. Una en la que, en ocasiones y sin tomar en cuenta los detalles sangrientos, Lia y yo podríamos pasar desapercibidos como una pareja joven y enamorada.
Esa tarde teníamos programada una de las consultas de rutina y como de costumbre el doctor nos atendió en cuanto llegamos. Si bien mi prometida no estaba muy de acuerdo con mis métodos de coacción, incluso ella tenía que reconocer que eran extremadamente efectivos cuando se trataba de ser eficientes.
Luego de una ronda de preguntas rutinarias, el doctor comenzó a teclear en la computadora y al terminar levanto la vista por encima de las gafas para dirigirse a nosotros.
—Bien señora Ivanov estoy contento de informarle que ya puede hacer su vida como una embarazada normal, tanto las pruebas como los análisis así lo confirman.
Lia esbozo una sonrisa llena de felicidad no sin antes darme una de esas miradas que lo decían todo. Aún no estaba seguro si sus cambios de humor se debían al embarazo o simplemente era otra arista de su temperamento audaz.
—Así que señora Ivanov ¿Que acaso este señor no conoce mi apellido?— dijo más para mí que para el médico.
—Ese será tu apellido a partir de ahora, así que mejor que te vayas acostumbrando ¿Tienes alguna objeción?

Negó con la cabeza como si estuviera dándome por incorregible.
Lo cierto es que prefería que no discutiera sobre estos temas y más cuando en pocos meses quedaría más que demostrado a quien ella pertenecía. Pero por alguna razón que desconozco, su calma solo me dejó con una sensación que me inquietó en más de un sentido.
El doctor concentró toda su atención en nosotros, tratando de descifrar lo que acababa de presenciar, entonces le di un leve asentamiento que lo hizo desistir.
Ahora que ya estaba más que confirmado que Lia y la bebé estaban fuera de peligro, eso significaba que…
Levante la vista y por la cara que puso el doctor fue evidente que ya sabía la respuesta a la pregunta subyacente en mi expresión.
—También pueden reanudar las relaciones sexuales, siempre y cuando tengan el debido cuidado.
Lia puso los ojos en blanco, sabiendo él porque de la aclaración.
—Tienes que verte eso en serio.
Enarque una ceja si darme por aludido. Ni que fuera yo el del problema.
—Mira quién habla, la que ha estado rogándome que la devore todas las noches.
Sus mejillas, cuello y orejas se tornaron rojas, casi de la misma tonalidad de su cabello. Solo hizo falta unsolo roce en su muslo por encima de la tela y ella dejó escapar un gemido bajo que causo un estremecimiento directo en mi polla.
Lía se removió y le dio una sonrisa incomoda al doctor, quien era lo suficientemente discreto como para hacerse el de la vista gorda con lo que ocurría debajo de la mesa.
Entonces la pelirroja aparta mi mano de su regazo con un manotazo y se acomoda la falda del vestido.
Algo me dice que esto no me va a gustar.
— ¿Puedo viajar? —pregunta de la nada.
Por unos segundos me quedé sin reacción. Y es que… si no soltaba una bomba como esa, simplemente no era ella.
Le hice señas al médico para que negara la ridícula petición, pero ya era demasiado tarde.
—Por supuesto que sí. Tiene permitido hacerlo hasta las treinta y seis semanas, luego de eso no es recomendable hacerlo a fin de evitar riesgos.
— ¿Escuchaste caramelito? — y por supuesto que no iba a dejar pasar la oportunidad de regodearse en su triunfo.
La mirada asesina que le lance al viejo comunicaba todo lo que le haría más adelante. Pero por ahora necesitaba volcar mi atención en la pelirroja que al parecer ya estaba impaciente por hacer las maletas y tomar un avión, rumbo a quien sabe dónde.
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Estaba agotado y está noche prometía ser más larga de lo que hubiera querido.
—Lia...
Dije cuando percibí la emoción con la que seleccionaba y separaba la ropa del armario.
¿En serio no podía esperar?
—Nada de Lia, en dos días volaré a California, ya saque pasaje, caramelito
¡Joder! ¿Es idea mía o acaba de lanzarme una de esas sonrisas maquiavélicas?
Se dio la vuelta y con una voluntad que parecía inamovible continúo haciendo las maletas.
Definitivamente, sería una tarea titánica hacerla cambiar de opinión.
Pero yo tenía métodos muy efectivos en cuanto al arte de la persuasión, en especial con ella. 
—No puedes estar hablando en serio, Liana— intenté apelar a su razonamiento en primera estancia.
— Pues si lo estoy— afirmó mientras rebuscaba en la zapatera, seleccionando dos pares de zapatillas, que por supuesto, no empacaría.
Como seguía de terca, tuve que cambiar mi enfoque a uno más básico.
Deslicé mis manos por su cintura y ella ladeó la cabeza para darme acceso a su delicioso cuello.
Pronto su cremosa piel de porcelana adquirió una tonalidad rosada, que fui extendiendo al dejar una estela de besos y ligeras mordidas. Jamás me cansaría de saborear el cuerpo de Lia centímetro a centímetro.
Otro jadeo y pronto la tendría en nuestra cama rogando por más, para que la llevara a ver las nubes sin necesidad de montar en un estúpido avión.
Si le demostraba las ventajas de quedarse a mi lado, se lo pensaría dos veces antes de irse o tal vez ella quería darme exactamente lo que quería a fin de conseguir salirse con la suya. ¿Quién de los dos prevalecería? Solo había una manera de averiguarlo.
Mis manos emprendieron un lento y tortuoso recorrido en dirección a su centro. Aparté sus bragas y sentí su coño húmedo y palpitante. Quité la molesta tela antes de introducir un dedo entre sus pliegues, recibiendo un gemido de satisfacción como recompensa.
Lía soltó otro quejido que era más de placer que de otra cosa y entonces se lanzó hacia atrás, chocando contra mi pecho. Atrape sus labios a solo centímetros de los míos, deleitándome con su sabor y la suavidad. Era adicto a su esencia, y no estaba seguro de querer renunciar a esta dulce esclavitud.
Mi otra mano agarró uno de sus pechos, magreando esa parte de su anatomía que siempre me había gustado en ella. Era increíble lo mucho que había crecido su pecho en estos últimos días. Al punto que sus tetas ya no cabían en mis manos tan perfectamente como antes y, sin embargo, mi hambre por ellos no había mermado en lo absoluto.
—No te imaginas lo ansioso que estoy por probarlos una vez que des a luz— susurré en su oído y sus paredes se apretaron.
A estas alturas ya había comenzado a follarla con mis dedos, mientras ella estaba perdida en una espiral de sensaciones. 
—Tus fetiches empeoran con cada día que pasa— su jadeo fue casi como una exhalación en busca de la liberación que aún no le había concedido.
— ¿Ah sí? ¿Y de quién es la culpa?
Le di la vuelta y quedamos frente a frente, sus ojos desenfocados y nublados de placer mientras la humedad se escurría por sus muslos.
Atrapé su boca en un beso posesivo, sintiendo como el pantalón y mi bóxer estaban de más, ya que mi polla empujaba dolorosamente contra las caderas de Lia, deseosa de hundirse en ella.
Apenas nos separamos para tomar aire y de inmediato la levanté en peso para luego dejarla en la cama.
Ella miró el bulto en mis pantalones, ávida por tenerla en su boca, pero eso tendría que esperar, necesitaba estar dentro de ella ya mismo. Había esperado demasiado y no creo que pudiera aguantar mucho más.
Deshacerse de la ropa fue solo cuestión de tiempo. Estaba dolorosamente duro y en la punta de mi pene ya relucía el líquido pre seminal. Volví a introducir par de dedos en Lia comprobando que estuviera húmeda para mí, y centímetro a centímetro comencé a deleitarme con su estrechez mientras ella soltaba un gemido bajo.
Necesitaba sentirla, así que me retiré y volví a entrar nuevamente esta vez con una estocada a un ritmo más rápido y profundo.
Pronto la habitación se llenó de jadeos y sonidos guturales. Ambos nos envolvimos en nuestra propia burbuja donde nuestra liberación se acercaba más y más con cada movimiento. Las uñas de Lia trazaron un surco en mi espalda y al siguiente segundo ella se arqueó alcanzando el orgasmo que vino acompañado por mi liberación. Sentí como mi polla se ablandaba en su interior, entonces me retire de ella y la tome en mis brazos.
Nos miramos por unos instantes en los que ella no dejó de sonreír solo para luego agregar.
—Gracias por darme el mejor sexo de despedida.
La partida estaba decidida, este juego ya tenía un ganador y ese definitivamente no era yo.

¿En que lio me he metido? #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora