Lia.
Un mes después...
El día había empezado temprano y por temprano me refiero a las 4:30 de la mañana. No sé si las náuseas eran por los nervios de la boda, el embarazo, o ambas. Pero lo cierto es que no había logrado descasar nada porque me había pasado la madrugada entera en el baño, mientras que las tres personas que más habían bebido anoche, dormían tranquilamente resacadas. Algo me dice que mis futuras nupcias son su mejor excusa para beber hasta quedar fuera de servicio.
La envidia comenzó a inundar cada parte de mi triste ser. ¿Cómo era posible que vomitara más durante un embarazo que en mis peores borracheras? Una oleada de náuseas se hizo presente a tan solo minutos después de la anterior y fue en ese momento donde renuncie a cualquier esperanza que implicara hacer las paces con la almohada.
Casi dos meses sin vómitos y ahora esto.
—Chiquilla traidora, ten piedad con mami ¿Sí? — dije en un tono conciliador y la nena me ha dado una patada que ni Mbappé en su mejor mundial.
Según la obstetra, la bebé hace su vida, tal y como lo haría cualquiera, solo que dentro de mi vientre. Ella juega, de ahí que a veces se mueva demasiado sin razón, y mi retorcida preferencia por la maldita remolacha. La abominable hortaliza, que se ha convertido en una opción segura para desayunar si no deseo vomitar.
Tres horas después, la algarabía de las chicas me despierta y por supuesto que tenían que preguntar.
— ¿Por qué duermes en el sofá como marido castigado Lia?— pregunta Flavia con un plato lleno de cereal.
Como siempre tragando desde temprano.
—No duermo en el sofá, simplemente me quede dormida mientras leía, apenas logre conciliar el sueño— respondo entre bostezos.
—Tienes cara de panda amiga, si te casas con esas pintas puede que el novio se arrepienta apenas te vea entrar por el pasillo — afirma Kelly como si yo no pudiera darme cuenta de ello con solo mirarme al espejo.
—Créeme que no lo hará cuando sepa que mis ojeras son cortesía de su hija— respondo señalando mi vientre.
Me dolía todo el cuerpo por haber dormido incómoda y con el peso de la barriga añadido. Así que fue todo un milagro el que pudiera pararme del sofá, luego de tres padres nuestro, dos avemarías y cuatro precalentamientos.
Me esperaba un largo, pero muy especial día. Uno que pronto me enlazaría de por vida. Saque mi teléfono para llamar a mi futuro esposo, pero Kelly fue más rápida me lo arrebato de las manos.
—Nada de verse a escondidas que es de mala suerte— dijo con un ligero tono de reproche— por eso estamos aquí. Y ahora andando al baño, que ya tenemos reservación en el spa y la sobrina tiene que desayunar.
La reservación era a las ocho, ya que Alexander había pedido el paquete VIP completo, una oferta limitada a la que solo tenían acceso los orgullosos portadores de una black card. Esperaba que dios se apiadara de mi alma y le agregara horas extras al día, porque veinticuatro no serían suficientes para cumplir con la agenda que había preparado mi organizadora de bodas.
La mañana comenzó con una jornada llena de mimos y atenciones. Desde depilación completa y tratamientos faciales, hasta masajes con aceites esenciales para mis damas de honor. Yo por mi parte recibiría un trato más especializado con masajes y yoga para embarazadas.
Llegamos al pent-house dos horas después de ser consentidas como reinas, solo para enfrentarnos a todo un equipo multitudinario de vestuario, maquillaje y quién sabe cuántas cosas más. Pero claro, nada podía salir mal con Lauren Wilson, la mejor organizadora de eventos de toda Europa. Se rumoreaba que sus clientes no la elegían a ella, sino que era ella quien elegía personalmente sus proyectos.
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¿En que lio me he metido? #PGP2024
AksiyonMi nombre es Liana Watson, pero todos me dicen Lia, Lia de liar y no en el sentido más caliente de la palabra, sino del liar que es sinónimo de pescar problemas de gratis. Gracias a esa fama, me convertí en toda una maestra a la hora de encontrar c...