The Hargreeves

Volumen II. 6. Los Trascendentes

Tómense su tiempo para leer esta Biblia jajaskd.

Casi como un espectáculo de comedia, entré nuevamente por la misma puerta de la habitación a la que, minutos atrás, juré no volver a entrar.

Al menos, Cinco había entrado después sin añadir ningún comentario sarcástico respecto a eso. Por mi parte, me quedé de pie a mitad de la habitación prestándole atención mientras se ocupaba en cerrar la puerta. Si bien había llegado aquí a mi manera, también había dejado que Cinco se saliera con la suya nuevamente con regresar aquí. Que fatal.

Menos mal que el hombre había despertado justo a tiempo antes de que subiéramos las escaleras o no me habría acordado de él para hipnotizarlo o ya habría corrido a acusarnos y ahora mismo un policía nos habría venido a buscar para llevarnos de regreso a la fiscalía cuando apenas llevábamos un par de pocas horas de que habíamos salido de ahí.

Más bien, escapado.

Es que no pueden estar un solo día sin meterse en problemas, ¿Verdad?

—Veo que no has soltado tu chaqueta — observó de repente.

Me miré a mí misma y sí, aún no me había quitado la chaqueta.

—No piensas irte otra vez, ¿O sí? — agregó.

—Si logras decir algo interesante puede que considere quedarme.

—Ya veo — se acercó un poco más —. ¿Puedo ir adelantándote que te quedarás sin que suene como un spoiler?

—¿Cómo puedes estar tan seguro? — elevé un poco una mano y el papel de los billetes en su bolsillo comenzaron a chamuscarse dentro. No se habría percatado porque no abandoné el contacto visual ni de él de mí hasta que empezó a oler a humo desde uno de sus bolsillos.

Ahí fue donde Cinco, alarmado, sacó de golpe los billetes tirándolos al suelo, donde la flama se apagó en cuanto el papel quedó carbonizado. Su traje ni se arrugó porque no era precisamente lo que quería que se quemara.

Amplié una media sonrisa conforme su expresión confusa, sorprendida y hasta enfadada, se incrementaba más conforme entendía que había quemado el resto de los billetes que nos sobraban para sobrevivir, como había dicho él.

—¿Puedo saber por qué has hecho eso?

Por mi parte ni me inmutó su tono recriminante.

—Dijiste que el dinero era lo que me ataba a ti, así que, si ni tú ni yo lo tenemos... Nadie podrá sobornar al otro para quedarse usando la excusa de que sin dinero no sobrevivirá allá afuera — usé sus palabras.

Apretó la mandíbula.

—¿Si sabes lo que has hecho, verdad?

—Perfectamente.

—Y aún así lo hiciste.

—Exacto.

—¿Y te has sentido mejor?

—Es liberador que no puedas manipularme más.

—Ah, sigues enfadada con eso — dio un par de vueltas por la habitación, pasando por encima del polvo de billetes para llegar hasta el ventanal donde miró el panorama exterior y nocturno mientras hablaba —: Sí, no niego que fue cruel de mi parte, pero era sólo parte de una misión. Por otro lado, cuando dije que no te irías no me refería al dinero, sino por la visión del futuro en la que ambos estábamos juntos. Quiere decir que es inevitable que volvamos a encontrarnos... O que nunca nos separaremos en realidad.

—¿Y si hago algo al respecto y juro no volver a verte?

—Es tu decisión, pero recuerda que lo que vimos es nuestro futuro y es inquebrantable. Todas las decisiones que tomes ahora, pensando que te liberarán de ese futuro, quizá sean las que te lleven a él. Asi que... No, no puedes escapar.