Los días previos al inicio de su nuevo trabajo los empleó aprendiendo a manejar su nuevo material de dibujo. Las hojas de papel le parecieron estupendas y los colores lo sorprendieron tanto que lo ayudaron a sobrellevar la amargura que su falta de recursos para comprar pigmentos y todo lo necesario para retomar la pintura le ocasionaba.
Todo lo hacía en su pequeñísima habitación, amontonado entre el escritorio que había instalado contra la pared y la cama, y supervisado fijamente por el gato regordete tipo vaca que un día había aparecido en el andamio al otro lado de la ventana y había entrado para desde entonces instalarse en su habitación.
Durante su juventud temprana había sido su padre quien había patrocinado todos y cada uno de sus caprichos, que habían abarcado desde mandar a construir un taller en la parte lateral del primer piso de la casa, que había llenado con todo lo necesario para trabajar, hasta adquirir una casa en Artadis para que Giulio se instalara en ella cuando debía quedarse en la ciudad por semanas o meses.
Los primeros días de su actual regreso a Artadis se había perdido unas cuantas veces de camino a su casa o hacia el trabajo. Si bien la ciudad era muy similar a su época pasada, los sentidos y las formas de muchas calles habían cambiado con el paso del tiempo. Había más callejones de los que Giulio era capaz de recordar, algunos tan pequeños que sólo podía caminarse a través de ellos. Las calles del pasado se habían ampliado y otras se habían vuelto callejuelas sin salida por las que en más de una ocasión había entrado y perdido el tiempo volviendo sobre sus pasos, decepcionado de su pobre sentido de la ubicación.
El material con el que estaban elaborados la mayoría de los edificios de la zona central era el mismo de hacía siglos; ladrillo y piedra para las paredes, y terracota y madera para las decoraciones que uniformaban las viejas construcciones desde el piso hasta sus altos techos cubiertos de tejas de colores parduzcos.
Cientos de idiomas distintos (especialmente el inglés) farfullaban junto al zumbido del tráfico y de la maquinaria que empleaban para reparar algunas calles, y con la que Giulio ya había hecho las paces, dejando de huir cuando veía brazos de metal levantándose por encima de alguna pared para aporrear el suelo y cargar decenas de kilos de tierra sin esfuerzo alguno. Decían que Artadis era la ciudad con más idiomas hablados en Talis. Millones de turistas la visitaban por año y habían hecho del taliseno y del inglés sus dos lenguas oficiales, lo que suponía un dolor de cabeza para Giulio, que en ocasiones trabajosamente entendía el taliseno actual.
Había aprendido, además, que el país se regía por un llamado «Primer Ministro» que se beneficiaba con las ganancias que Artadis obtenía día tras día. Los reyes continuaban vigentes, pero simbólicos. La gente debía respetarlos por ley, mas no era un crimen ni un pecado si no se les adoraba como solía suceder en el pasado. Mucha gente continuaba idolatrándolos. Otra gente odiaba, en cambio, al Primer Ministro. Tomello y Marice en especial no perdían la oportunidad de despotricar contra él cuando Giulio les preguntaba sobre política. Al final había aprendido que para investigar más al respecto lo mejor sería leer informes neutros.
Giulio se sentía eufórico al registrar toda esa información.
Llegar a su nuevo trabajo había sido un experimento de prueba y error muy cansino durante de las primeras veces. Entraba temprano por la mañana y su horario terminaba por la tarde, tan noche que muchos locales ya estaban cerrados y las calles casi vacías cuando Giulio caminaba en solitario de regreso a su casa. Como no sabía hablar inglés y la horrenda mujer que era dueña de la cafetería no había tenido paciencia para instruirlo en sus nuevas labores, los primeros trabajos que había realizado habían sido de limpieza. Básicamente su labor consistía en arrastrarse por el piso levantando todo lo que se caía en la cocina y pasando una y otra vez el trapeador hasta que sus manos resecas se despellejaban de tanto exprimir los trapos llenos de lejía, sustancia que olía terrible.
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El Lienzo Incompleto (Completa)
Ficção GeralGiulio Brelisa es un prodigioso pintor de la época del Renacimiento que ve su existencia trágicamente truncada en el año de 1520, a la edad de 25 años, a manos de su propio padre, sólo para despertar en el tempestivo siglo XXI, exactamente en el 202...