47 Lienzos

34 18 0
                                    

Visitó a Brisa y a Karline varias veces en las siguientes semanas, volviendo a aplazar la pintura del cuadro tal vez de forma no tan inconsciente. También recibió fecha para reunirse con una de las personas que Talis consideraba más importantes al ser el mismo que las dirigía en conjunto. El primer ministro, Jared Sablosto, se había presentado en la sala de reuniones de la Galería Bonse con más equipo de seguridad que aquel que custodiaba a Giulio. La primera impresión que había dado había sido la de un tipo seco y sarcástico, que estaba siempre al pendiente de la hora y que hablaba entre dientes cuando la gente a su alrededor demostraba ser humana y no perfeccionista.

Antes de que las cámaras comenzaran a filmar (lo que Giulio ya conocía porque Marice le había explicado cómo es que grabarían el evento para después pasarlo por la televisión) Jared Sablosto se había dirigido a él como si Giulio tuviera alguna atrofia en el cebrero; le había preguntado si sabía qué eran los vehículos, si conocía el baño, el drenaje, el jabón y qué opinaba de la tecnología. Giulio no había alcanzado a contestar la mitad de las preguntas porque inmediatamente el hombre se había dado la vuelta para decirle algo a la mujer que estaba siempre a su lado tomando notas y le había ordenado a alguien a los gritos que le preparara un café.

Era un como un rey. La gente lo trataba con reverencia e incluso con miedo. Cuando Giulio le había preguntado si tenía el poder de ordenar la decapitación de una persona que no cumplía con sus demandas, Jared y cada persona ahí reunida se había quedado en silencio, mirándolo como si acabara de lanzar una maldición sobre ellos.

—Si tan sólo pudiera —había bufado el primer ministro, y la actividad había reiniciado, frenética, caótica, como si el tiempo realmente fuera a terminarse y tuvieran que cumplir el último cometido de sus vidas antes de que la vida se esfumara de sus cuerpos.

Algunas personas estaban grabando con sus celulares mucho antes de que la pequeña ceremonia iniciara, y Giulio más tarde se vería a sí mismo en las redes sociales haciéndole aquella polémica pregunta a Jared y a Jared contestando con lo que en su próxima campaña de reelección lo conduciría a la ruina y al linchamiento social, si bien no físico y por eso, pensaría Giulio, debía sentirse muy agradecido.

Emma había estado a su lado en todo momento, haciéndole compañía y explicando pacientemente todo lo que Giulio preguntaba en voz baja. Se había reunido con reyes en el pasado y ni siquiera en aquellas importantes ceremonias había tenido que esperar tanto para que las cosas dieran inicio.

La hora del «maquillaje» fue la peor de todas. Un hombre con modales extraños y con el rostro pintarrajeado se había encargado de untarle cremas, bálsamos y demás cosas viscosas y pegajosas en la cara mientras parloteaba acaloradamente sobre el desastre que era el cabello naciente de Giulio y lo horrendas que se verían sus cicatrices en cámara. Había intentado, además quitarle el inmovilizador del brazo, asegurando que se lo devolverían una vez que la sesión de grabación terminara, pero Emma había intervenido a tiempo para impedirlo y había sugerido, en cambio, que lo cubrieran con el saco del traje de tres piezas que un tal Brioni había enviado para él, o eso había entendido Giulio.

Era la primera vez que usaba ropa tan bonita desde su regreso a la vida. Había visto infinidad de caballeros elegantes vistiendo eso que llamaban simplemente «traje» y le había encantado. El que le habían dado para esa ocasión era negro, había sido hecho a su medida y cerraba en el torso con un chaleco de la misma tela sedosa y brillante que el pantalón y que Leo le había ayudado a ponerse por la incapacidad de su hombro fracturado. En el cuello llevaba una corbata que Emma había anudado gentilmente para él.

Era como recuperar parte de su personalidad, de su vida. Si bien la ropa del presente distaba mucho de parecerse a la del pasado, Giulio había sido criado en la abundancia y su padre se había esmerado en enseñarle a vestir con elegancia y pulcritud no importaba la hora del día, o si atendería o no un evento formal.

El Lienzo Incompleto (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora