Capítulo Diez

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Jhonny Wales

—¿Dónde firmo entonces?

—Aquí, mamá. Solo debes firmar y ya está.

—No quiero que te vayas, mi niño. Tengo un mal presentimiento.

—Estaré bien, Sonia y Christian pasarán a verlos de vez en cuando y tendrás a una persona viviendo aquí contigo para ayudarte con mis hermanos. Papá tendrá el mejor trato y tú no tendrás que trabajar más. No mientras yo pueda evitarlo.

—Jhonny...

—Te quiero, mamá. Todo el dinero que gane estará en tu cuenta y podrás usarlo para tener una mejor vida. Al fin dejarás toda esa carga que llevas y podrán ser felices.

—¿Qué hay de ti, mi niño? Busquemos otra solución, no tenemos que separarnos.

—Iré al campamento, ma. Está decidido.

—¿Podré llamarte al menos? ¿Verte...?

—No. Pero Sonia te dará noticias de vez en cuando. Estaré bien. Por favor promete que no buscarás nada del campamento en internet.

—Pero-

—Promételo, ma.

—Está bien, lo prometo. Por favor cuídate mucho, te amo.



(...)

La desilusión es como una mochila pesada en la espalda. Impide avanzar. Cansa. A veces Jhonny se preguntaba por qué el mundo era tan injusto. Por qué a las personas buenas les sucedían cosas malas, y a las malas les iba tan bien. ¿Acaso había que ser malo?

Pasó las manos por su rostro y pestañeó muchas veces en segundos. De vez en cuando se le nublaban los sentidos y debía hacer aquello para volver a la realidad. Aunque la realidad era más dura que ese trance del que dependía la mayor parte del tiempo.

Terminó de preparar el desayuno con los dos últimos huevos que quedaban en la casa. Eran para sus hermanos. Su madre y él solo tomaron café.

—Mi niño, necesito que cuides a tus hermanos hoy también, debo trabajar toda la noche —su madre lucía cansada, y aun así no abandonaba esa dulzura con la que siempre se dirigía a él.

—Hoy iba a salir con los chicos. Todos se van de fiesta y hace rato que no los acompaño...

—Jhonny, lo lamento, de verdad. Sabes que no puedo darme el lujo de perder este trabajo también. Suficiente que me lo permiten hacer aún con mi condición.

—Yo puedo trabajar.

—No. Tú no. Tú debes terminar tus estudios y enfocarte en obtener una beca para la academia musical. Es tu sueño, ¿no?

¿Sueño?

Jhonny había abandonado aquel y todos sus sueños desde el momento en que su familia se había convertido un caos enfermizo y dependiente. Sabía que no era culpa de nadie más que de la vida en general, y de las condiciones en las que vivían, los trabajos a los que habían sido sometidos sus padres para poder mantener tres hijos y encima, una genética que atentaba como una bomba de tiempo para cada miembro de la familia.

Su padre padecía de leucemia aguda, pasaba 300 días al año en el hospital y llevaba un tratamiento que se comía los ingresos que tenían, y los que no tenían. Las deudas se les desbordaban y aunque su madre trabajaba muchísimo, y sus abuelos y tíos, incluso vecinos donaban y ayudaban; aunque él aportaba sus ganancias en las competencias de taekwondo, no daba la cuenta.

Aquel Último Verano Donde viven las historias. Descúbrelo ahora