Capítulo Dos

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¿Qué era lo que pasaba en aquel maldito campamento? Afuera se estaban golpeando, Sky podía percibir el sonido de los cuerpos chocando con objetos, y uno que otro gruñido bajo. Lo más raro era que nadie gritaba, nadie pedía ayuda, ni siquiera se quejaban como cualquier persona lo hubiera hecho. ¿Qué acaso esos chicos no sentían dolor?

Ella quería salir a detenerlos, pero Isaac le había pedido que no lo hiciera. Apenas podía ver algo, no entendía nada. ¿Dónde estaban los maestros? ¿La seguridad? ¿Por qué nadie detenía aquello? ¿Estaban todos locos o qué?

—¡Ríndete ya! —el que decía llamarse Ethan fue el único que habló luego de un rato, o más bien gritó.

Se notaba enfurecido, Sky podía notar la rabia en su cuerpo incluso desde la distancia. Él y Isaac eran enemigos, ella recordó que Mía también había mencionado algo de eso, pero no sabía que a tal magnitud.

No aguantó más. Tenía que hacer algo. Nadie pensaba mover un dedo y ella no podía quedarse quieta ni mucho menos tranquila sabiendo que a su ex lo estaban golpeando. Sin pensar de más, tomó las tijeras de una de sus bolsas y salió corriendo hacia el grupo de chicos. Isaac había dejado la tarjeta de Daniel sobre la cama así que le fue fácil abrir.

Avanzó, casi corrió obviando su miedo a la oscuridad. Llegó hasta ellos en segundos y al verla, todos se detuvieron.

—¡Sky, entra! —Gritó Isaac, afectado por los golpes.

—Chicos... ¿podrían parar? ¿Por qué se golpean así? —se sintió estupida al instante de haber soltado aquello, pero era todo lo que sus nervios le habían permitido decir.

Un chico casi tan alto como Isaac, con el cabello castaño oscuro, se acercó a ella con una sonrisa de lado.

—Sky Davies... es un placer, soy Ethan. Y este juego, gracias a ti, ahora es un empate.

Lo primero que pensó la chica fue en lo mucho que intimidaba ese tal Ethan, a pesar de su atractiva sonrisa. Llevaba un bate en la mano, al igual que varios de los presentes. Se notaba lastimado, y molesto, como Sky ya esperaba. Su respiración era fuerte, eso había delatado su furia y cansancio. Tenía un par de heridas en su rostro, pero nada grave.

—Mira, Ethan... —intentó dialogar ella, aunque fue interrumpida al segundo.

—Me gustan las chicas que desafían las reglas —el castaño soltó una carcajada y otros de los presentes también, logrando que los nervios de Sky aumentasen—. Supongo que a Isaac le hablaste así porque es tu ex novio y no te piensa decir nada, pero, para que te informes, este campamento está lleno de reglas que se deben cumplir.

—Líder, la chica llegó hoy, no conoce las reglas. No seas tan duro —otro de ellos se acercó.

Llevaba el cabello blanco, casi plateado, y lo que más llamó la atención de Sky sobre su rostro fueron sus pestañas del mismo color, y esos ojos tan claros de los que no se podía distinguir bien el color en la oscuridad.

—No les tengo miedo. Y ninguno puede hacerme daño, soy la heredera de este... campamento. Si es que se le puede llamar así, porque hasta ahora solo me parece un ring de boxeo —soltó ella aparentando seguridad, pero a ninguno de los presentes le hizo gracia el comentario.

—¿Estás segura, Sky? ¿De que nadie te puede hacer daño? ¿Tanto confías en tus papitos?

—Ethan —esta vez fue Isaac quien impidió que Ethan hablara, y a su vez que tocara el rostro de Sky con su mano llena de sangre—. Fue empate. El próximo juego al doble y punto.

—¿Te jugarás tu preciada reputación, Isaac?

—Sí. Pero a ella déjala en paz. Acaba de llegar.

—No podré dejarla en paz, me gusta. Además, ella es el mejor de los premios y no pienso renunciar. Te aconsejo que cuides tus piernas cuando camines por ahí. Si pierdes una, adiós batería —se burló el castaño y acto seguido hizo una seña, cambiando su expresión burlona a una muy seria mientras algunos chicos se retiraban siguiéndolo en silencio—. ¡No es lo que parece, Sky! Aquí nada lo es. —Soltó antes de perderse de vista al entrar a un camino de menor visibilidad.

Sky no se preocupó en entender, abrazó a Isaac con fuerza y sin poder controlarlo rompió en llanto. Quizás por los nervios, quizás por la alegría de ver que, a pesar de todo, él estaba bien. No estaba segura. Solo quería abrazarlo por mucho tiempo. Si era posible, permanecer en sus brazos hasta despertar de aquella pesadilla.

—No llores, Sky... sigo molesto —advirtió fríamente Isaac, incapaz de empatizar con la tristeza ajena—. Daniel, ve a curarte esa herida y ayuda a Benjamin a recuperarse. Mañana tenemos trabajo que hacer. Localiza al maldito de Terrence y averigua qué estaba haciendo que no vino a apoyar a su banda al juego de hoy. Killian, puedes retirarte. Buen juego.

Sky se mantuvo en silencio viendo la forma en la que Isaac daba órdenes a su banda. Definitivamente imponía como líder, y como persona. Lo admiró por un buen rato hasta entrar en la cabaña. Le gustaba demasiado. Incluso en aquella situación lo deseaba. Lo amaba.

—¿Me tengo que...? —supuso Daniel al sentirse de más viendo a la pareja darse cariño en la seguridad de aquel espacio.

—Sí, Daniel, quédate donde Benjamin esta noche, tiene espacio. Tengo que hablar un par de cosas con mi chica a solas.

Cuando Isaac dijo eso último Sky se estremeció, más que nada por su tono demandante y serio. Él la miraba de forma cruda, fría, pero no había manera de que ella sintiera miedo hacia él, era imposible. Había mucho vivido de por medio.

Isaac tomó su mano y caminó junto a ella hasta la cama. A ese punto ya era de suponer que la compartía con Daniel. Por más que él decía que era de confianza, a ella ese chico de pelo rosa seguía sin convencerla.

Se sentó en silencio, mirando a los oscuros ojos de su ex novio, que se mantenía de pie pegado a la pared, suspirando y tragando saliva. Contempló su nuez de Adán y suspiró porque de repente le dieron ganas de besar su cuello.

—Realmente no tenías que haber venido —el chico rompió al fin el silencio.

—¿Podrías explicarme de una vez qué está pasando? ¿Qué es eso de los juegos? ¿Por qué se golpean? ¿Qué mierda tienen en la cabeza? Mis padres...

—Tus padres saben, Sky. Tu padre, sobre todo, es quien organiza todo esto desde un inicio. Tu familia está detrás del juego —soltó él, más calmado que nunca, como si no acabase de proclamar a su padre como un loco que organizaba peleas de jóvenes por diversión.

Las emociones de Sky cambiaron al instante, sentía que Isaac se estaba burlando de ella. Con algo así no se jugaba. Sus padres no eran los mejores, pero eran incapaces de algo como eso.

—¡¿Qué mierda te pasa, Isaac?! ¿Te has vuelto loco? —se acercó a él, necesitaba soltar la ira que acumulaba dentro. Lo golpeó, dejó golpes en su pecho y en sus brazos, y el chico solo arrugaba sus cejas porque le dolía. Claro que le dolía, acababa de salir de una maldita pelea, pero a ella le dolía más lo que estaba escuchando así que la dejó desahogarse.

—Para —susurró él y ella lo siguió golpeando. Golpeó su rostro, lo pateó con fuerza en las piernas y los ojos de él se cristalizaron—. ¡PARA! ¡Para, Sky! ¡Es la maldita verdad! ¡Detente!

Isaac la tomó por los hombros y la miró a los ojos. Sus lágrimas se desbordaban de manera lenta mientras que las de ella salían rápidas y bañaban su rostro.

—Te voy a contar todo, pero escúchame atentamente y luego si quieres me sigues golpeando, ¿ok? No es mi culpa, pero te dejaré que lo hagas si así te sientes mejor con toda esta mierda. Asiente si estás lista, es la maldita verdad, no tengo por qué mentirte.

Ella lo miró con rabia. Mordió sus labios para contenerse porque en ese momento solo quería gritarle que lo odiaba con toda su alma. Su cabeza dolía y su sangre hervía, sentía la ansiedad invadir su cuerpo, pero quería ver hasta dónde llegaba aquello.

Asintió.

—Vamos a la cama. Siéntate. ¿Quieres agua?

—¿Por qué decidiste venir aquí si sabías que todo esto pasaba, Isaac?

—No es tan sencillo, yo no...

—¡Tú conoces desde antes a mis padres! ¡Eras mi novio, Isaac! ¡Convivías con ellos y sabes que no son unos enfermos! ¿Por qué?

—Sky... no son sólo tus padres los que están detrás de este circo. Hay un grupo de gente viendo todo esto ahora mismo. Mira a esa esquina, donde la pared termina y comienza el techo. ¿Ves lo que parece una pequeña arañita? Es una cámara. Estamos siendo grabados hasta cuando nos bañamos. ¿Y sabes por qué tus padres te permitieron venir este maldito año? Porque ya eres mayor de edad. No les importas. Te hicieron pensar que ideaste un plan, pero ellos ya lo habían ideado por ti. Todo fue a propósito. Incluso la información del campamento que dejaron fuera para que leyeras. Probablemente estén viendo esto ahora, y sus cuentas estén subiendo por el espectáculo que damos. Eres la primera chica que "concursa". Esto es un sádico show del que solo podemos salir si sobrevivimos para acumular cierta cantidad de puntos y ser el uno en reputación tres años seguidos. Hay que volver cada año o sino nos matan, y hay que jugar, aunque no quieras.

Sky sintió la necesidad de caminar por la habitación hasta llegar a su equipaje. Comenzó a rebuscar en él mientras el chico seguía hablando.

—No es mi culpa, yo vine engañado como tú. Nadie me contó que usaría mi fuerza y no mi talento. Que la música importa una mierda aquí y que tendría que pelearme hasta por la comida. Ahora tengo una banda, y logré ganarle al mejor jugador. Hay muchas apuestas sobre mí y debo ganar este año otra vez, y el que sigue o sino no saldré del bucle, ¿entiendes? Ethan es un caso diferente, él...

—Cállate. Calla, no quiero seguir escuchando, Isaac.

—Si no me crees puedes averiguar por tus propios medios, toda la información está en recepción. No podemos contar nada fuera del campamento, pero traté de convencerte de que no vinieras... y aun así aquí estás. Dios, Sky, es que... no quiero que te pase nada, te quiero mucho. Yo...

—¿Dices que eso de ahí es una cámara, ¿verdad? —lo interrumpió ella, cegada por la rabia. Señaló la arañita de la división de la pared y el techo.

—Sí. Hay por todos lados, pero en las cabañas solo hay una, y una en los baños. Tengo el mío propio ahora porque soy el líder de la banda número uno en reputación, pero el resto excepto Ethan usa baños compartidos.

Isaac frotó sus ojos, estaba muy cansado. No entendió en ese instante qué iba a hacer Sky con las tijeras que justo él le había regalado.

—¿Mis padres deben estar viendo, no es así?

—Puede que sí, igual siempre hay al menos unas veinte mil personas más observando, en línea, a esta hora puede que ocho mil.

Ella recogió su cabello en una coleta como siempre hacía en casa y soltó el aire retenido. Isaac se quedó viendo cómo su chica colocaba la punta del afilado objeto sobre las venas de su muñeca, pegándolo tanto que podía lastimarse. Ella miró a la cámara y sonrió, aun incrédula con la historia que su ex novio estaba contando.

—Bien, ¿quieren un show? Eso tendrán. Si todo esto es cierto, mis padres y esas ocho mil personas ahora verán cómo me desangro hasta morir.

Aquel Último Verano Donde viven las historias. Descúbrelo ahora