Capítulo Doce

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—¡Está llorando otra vez la mocosa! ¡Mamá!

—Ya va, ya va... ay mi pequeña, ¿te duele? Roseanne, es que se cayó. ¿No ves que está sangrando?

Los brazos de su abuela se sentían muy cálidos. Le invadía el olor del café como todas las mañanas. ¿Estaba en casa? No. Su casa olía muy fuerte al perfume de su madre. Por todos lados. Aquel olor era de donde vivía de pequeña.

—Limpia la sangre mamá, por favor, que debo irme. Gerald me espera abajo.

—¿Otra vez te irás sin atender a tu hija?

Su abuela la apretaba contra su pecho y tapaba sus oídos con sus manos arrugadas, como si con eso opacara los gritos de su mamá mientras se excusaba para irse como siempre. Era pequeña otra vez. ¿Qué edad tenía?

—Sabes que tengo que trabajar.

—Claro, el señor Davies no puede hacerlo solo, como siempre.

—Es nuestro trabajo mamá, ambos tenemos que hacerlo. No pienso vivir en esta pocilga para siempre. Pronto me voy a largar de aquí.

—Tienes una hija que atender. Yo estoy enferma y en cualquier momento me muero, ¿qué será de ella? ¿Por qué es más importante para ti el campamento ese del infierno y las visitas a aquel orfanato cada día que cuidar a tu propia hija? ¡Roseanne! ¡Ven aquí que estoy hablando contigo!

Podía sentir el sonido de los tacones de su madre sobre la madera, mientras avanzaba hacia la salida. La puerta hizo mucho ruido cuando ella la tiró. La casa de su abuela era de madera. Lo recordaba.

Pero... su abuela murió cuando ella tenía nueve años. Y sus padres se mudaron. Fueron a otra ciudad, a una casa mucho más grande. La cuidaba la niñera porque ellos siempre estaban trabajando.

Papá la trataba bien.

Mamá no tanto, ella siempre fue más distante.



(...)

—Sky, ¿me escuchas? —una voz femenina la hizo abrir los ojos y unas suaves manos tomaron las suyas. Por un momento ella creyó que era su madre, pero no. Había tenido un sueño raro. Era más como un recuerdo. Quien tomaba su mano era la profesora Dianne, y la expresión de preocupación en el rostro de la mujer no cambió aun cuando logró despertar a la chica totalmente.

Su vientre dolía mucho, no podía moverse.

—Profesora...

—Todavía estás débil, por favor no intentes moverte, ni hablar.

—¿Qué sucedió?

Te apuñalaron, es obvio —respondió una voz masculina y al mirar alrededor Sky se dio cuenta de que había mucha más gente cerca de la que pensaba.

Aquello era como una habitación de hospital, pero más pequeña. Tenía algunas agujas en sus brazos y el olor a éter comenzaba a molestarle. La profesora a su lado, le acariciaba levemente las manos. También estaba aquel chico peliblanco, Hunter, justo al lado de ella. Jordan y Jackson, los hermanos de su banda enemiga, la miraban fríamente y fue Jackson quien respondió de manera sarcástica a su pregunta. Riki y Nigel también estaban ahí, en una esquina hablando entre ellos, acompañados por...

—Ethan —susurró Sky débilmente al notar que este la veía desde no tan lejos. Sus ojos hinchados no le pasaron desapercibidos a la chica.

—Bueno chicos, al menos despertó. Es tarde, Ethan se quedará con ella. El resto, saliendo. Vamos, mañana hay clases y ensayos.

Aquel Último Verano Donde viven las historias. Descúbrelo ahora