Capítulo Dieciocho

22 7 0
                                    

—¿Crees que Isaac esté molesto? —preguntó Sky a Ethan, sabiendo que con cada paso que daban ambos por aquel camino de piedras, se acercaba más la hora de despedirse.

La zona de Jet Black Heart ya casi llegaba.

Ethan por su parte, solo sonrió de lado. No le temía a la molestia de Isaac en absoluto. La felicidad que sentía al estar al lado de la chica era inmensa, no le dejaba espacio para otra cosa, ni siquiera para el miedo.

Al casi dejarlo volviendo a su zona, Sky lo miró a los ojos y pensó en el encanto único del chico. Jamás había conocido a alguien como él. Su brillo la mantenía con los ojos bien puestos en sus actitudes, Ethan tenía acciones tan bonitas con ella que le era imposible querer separarse de su lado.

Pero debía volver con Isaac. Estaba en su banda, era su novia y era cuestión de tiempo que se enterase de todo lo que había pasado aquella tarde.

El sol se había puesto un rato atrás, Sky seguía esperando la voz de la locutora delatando que rompió la regla diaria, y diciendo que debía ir al otro día a recibir una penitencia.

—Creo que Isaac la tomará más conmigo que contigo así que, eres libre de pasar la culpa a mi nombre. ¡Ponla a mi cuenta! —gritó Ethan cuando al fin se alejó y ella le hizo una seña para que se callase, riendo, como una niña pequeña.

El chico se quedó parado en el límite de la zona de Jet Black Heart unos minutos. Cada banda tenía el suyo, donde estaban sus cabañas, aunque nadie las respetaba. Pero Ethan sí. Ethan respetaba hasta a sus enemigos y eso era otra de las cosas que Sky amaba de él. Jamás le había hablado mal de Isaac fuera de lo que era obvio. Al contrario, a veces ella sentía que hablaba de él con cierta tristeza, una nostálgica tristeza.

Sky se acercó más a la cabaña cuando vio a Ethan perderse en el oscuro bosque interno del campamento, y sonrió como tonta una vez más al recordar el rato que había pasado junto a él. Se tomó unos minutos antes de tocar la puerta para permitirse pensar en él, en su voz y en la forma en la que transformaba su tristeza en fuerza. Ethan le había prometido que jugaría limpio, que se encargaría de sus miembros conflictivos y que intentaría que nadie más saliera lastimado, pero que lo daría todo en las batallas para ganar. Ella no esperaba menos, de hecho, quería que todos fueran capaces de salir de ahí a la vez.

Tocó la puerta varias veces y nadie respondió. Comenzó a desesperarse luego de varios minutos así que tocó con más fuerza, logrando que unos diez minutos después alguien abriera la puerta de la cabaña de Isaac.

Pero ese no era Isaac.

—¿Qué haces aquí? —la familiar hostilidad de su parte le fue indiferente a la chica porque su atención se centró más en el labio lastimado de la persona que la recibió.

No llevaba la mayoría de sus piercings, se había cortado el cabello, aunque aún lo tenía de color rosa, muy gastado eso sí. Él intentaba detener la sangre como podía, pero al fijarse bien, Sky vio que su herida era grande y bastante grave.

—¿Qué te sucedió? ¿Te atacaron?

Daniel no le respondió. Hacía presión con los algodones ensangrentados que sostenía sobre su herida y la miraba de arriba abajo como si ella fuera un bicho raro. Típico asco en sus ojos gatunos, pero Sky no dejó ir el hecho de que estos se estaban cristalizando. Luego de mantener un silencio incómodo el chico al fin entró a la cabaña y ella lo siguió, cerrando la puerta detrás.

—¿Dónde está Isaac?

—No lo sé, y no hables que me duele la cabeza —Daniel se lanzó sobre la cama, la cama de ella que antes era de él.

Sky no supo cómo sentirse al respecto así que solo se sentó a su lado a ver cómo intentaba fingir que no estaba mal.

En el suelo había manchas de sangre, y a escasos centímetros de la cama la chica pudo ver el pequeño piercing que antes lucía radiante sobre el labio inferior del joven. Ella lo tomó para extendérselo, pero lo vio llorando en silencio, frustrado, mirando hacia el techo y lidiando como podía con toda la sangre. Sky sintió pena así que se acercó para ayudarlo. Tomó unos algodones limpios e intentó curar su herida, pero él la apartó.

—Déjame ayudarte...

—¿Por qué? ¿Por qué me ayudaría alguien como tú? —soltó Daniel con total repulsión y Sky aprovechó que estaba apartando sus manos para limpiarle la herida de manera correcta, aunque fuera en contra de su voluntad.

—¿Alguien como yo? No sé a qué te refieres, Daniel, solo estoy haciendo lo que cualquiera haría. Estás herido.

Sky lo vio reírse de manera irónica y tragó saliva porque daba cierto miedo la escena, aunque eso no la detuvo en absoluto. No era el primero que parecía enfermo mental allí dentro.

—No me conoces... si lo hicieras no me ayudarías.

—Pues no. No te conozco, y quizás por eso te ayudo. Porque cuando alguien está mal, intento ayudar.

—¿Para eso viniste aquí?

—Vine para estar con Isaac.

—Lo quieres mucho, ¿verdad? —la interrumpió él y ella suspiró.

—Sí, lo quiero.

Los ojos de ambos chocaron luego de la respuesta y ella terminó colocándole como pudo un poco de algodón limpio sobre su herida.

—No dormirá aquí esta noche. Estaba molesto porque no habías llegado, ni siquiera fue a comer.

—Yo... comí con Ethan, estaba hablando con él y-

—A mí me da igual lo que hagas, pero que sepas que está mal irte con el enemigo de tu líder, de tu banda, Sky. Está muy mal.

—¿Fue Isaac quien te hizo esto?

Daniel evitó su mirada por un instante y le dio la respuesta al contraerse otra vez, evitando responder lo que le dolía. Lloró en silencio y ella admiró lo bonito que era hasta cuando lloraba. Era un chico precioso, incluso lastimado.

—Debió doler...

—Muchísimo —confesó Daniel, con la voz rota.

Sky no supo muy bien qué hacer, ni a dónde ir a buscar a Isaac, así que solo se acostó a su lado. Daniel ahora estaba de espaldas a ella, lo sentía llorar por el movimiento de su cuerpo al temblar, pero no hacía casi nada de ruido.

—Mañana no hay clases, es el día libre de los profesores. Isaac nos va a reunir a todos en las piscinas del invernadero.

—¿Piscinas?

Daniel se giró, ambos se quedaron viendo a los ojos.

—Sí, quiere contarnos el plan para la batalla final de este año.

—Es que yo... Isaac sabe que-

—¿Qué?

La chica no supo si era buena idea contarle sobre su mayor debilidad a él así que optó por no hacerlo.

—Nada. Olvídalo. Vamos a dormir. Si llega, le hacemos espacio.



Aquel Último Verano Donde viven las historias. Descúbrelo ahora