Capítulo Dieciséis

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A Sky le faltaba el aire. Su madre conducía a través del humo, con una calma torturante. Ni siquiera se molestaba en tener cuidado de no atropellar a alguien.

Varios chicos se apartaron del camino en medio de peleas mientras el auto avanzaba con seguridad. Su padre la miraba, no dejaba de verla por los cristales o espejos que encontraba y Sky solo intentaba concentrarse en otra cosa que no fuera la cantidad de sangre que su herida estaba soltando, y en cómo su vista se nublaba por momentos.

Tenía que ser fuerte. Tenía que resistir. Sus padres podían ser crueles, pero no la dejarían morir, estaba segura; más que nunca al escuchar a su madre decir que el juego apenas empezaba. Iban en serio, y Sky quería entender, buscar un por qué, pero no era el momento.

—¿No nos vas a decir, Sky? —habló su padre como siempre en voz baja, nunca la alzaba tanto, en eso la experta era su madre, quien se reía al ver al hombre revolver todas sus cosas buscando algo.

Tenía un bolso negro encima, Sky pestañeó varias veces para no perder detalle de lo que fuera que sacara de ahí. No confiaba en ellos. Se sentía como si estuviera en el auto con dos extraños. No podía creer que sus progenitores, las personas que la habían traído al mundo fueran no solo partícipes, sino protagonistas de aquella pesadilla colectiva.

—¿Para qué quieren saber? —alcanzó a decir ella mientras presionaba como podía su húmeda y fría herida. Resistió las ganas de vomitar al percatarse del desagradable olor de la sangre. Estaba asqueada por todo y no creía resistir mucho más si el auto seguía en movimiento.

—Tranquila, esto será rápido, luego iremos a que te cures y en un par de días de vuelta al juego, ¿ok? —habló su madre y detuvo el auto un momento en medio del humo. Ellos ya no se molestaban en ocultarle nada—. Acaba pronto que tenemos que encargarnos de otras cosas antes de irnos y toda esta mierda del incendio y Sky nos ha quitado tiempo —susurró esta vez al padre y Sky la notó extenderle lo que parecían unas balas, luego de sacar ambos eso y otro objeto de la bolsa negra.

Su padre tenía un arma en sus manos ahora. Una de las pistolas que apenas hacía ruido al disparar. Ella sabía sobre eso por un documental que había visto con Isaac una vez, sobre armas, un tema que le fascinaba al chico.

Alguien con capucha se acercó de pronto y Sky se pegó a la ventanilla para identificarlo. Su padre quitó el seguro y la puerta al lado de ella se abrió. Quien entró hizo a su corazón acelerarse.

—¿Y bien? —soltó su madre arreglándose el labial mientras veía al chico por el espejo. Su padre sólo miraba al frente ahora, con la pistola en la mano.

Los vellos de la chica se erizaron por el frío, por el miedo y porque no podía creer que fueran a usar el arma con...

—La cabaña de Dianne. Rompieron las cámaras cercanas para ganar tiempo. Ahí ahora mismo están Hunter, Ethan, la profesora y Jhonny.

—Muy bien... Jordan.

Sky tragó saliva y lo vio al fin a los ojos, con toda la rabia acumulada, porque aquello no podía estar pasando. Jordan acababa de delatar y traicionar a sus compañeros y encima, estaba de parte de sus padres. Su madre sacó de la bolsa una pistola pequeña y se la extendió como premio. Él la tomó y la guardó al segundo. La miró una última vez con diversión y se bajó del auto.

—Resultó ser más útil que mi propia hija el mocoso este. Por una pistola sin balas, ja —rio su madre y arrancó el auto.

Mientras Roseanne conducía, ahora más rápido que antes, Sky pensó en las tantas situaciones que la rodeaban en ese momento. Jordan parecía haber sido engañado por sus padres de una manera tan sencilla que la hacía cuestionar su sanidad mental y su capacidad para razonar. Ni siquiera revisó la pistola, si servía o si tenía balas o no. A menos de que su plan no fuera disparar, ella no entendía por qué traicionaba a su equipo por algo tan inservible.

Ethan había escondido a Jhonny por algo y sus padres se dirigían al escondite. No tenía cómo avisarles para que escaparan, Isaac no aparecía.

Tenía mucho miedo de lo que iba a pasar. Su madre detuvo el auto y ella reunió fuerzas para emitir una sola frase:

—Por favor...

Ambos padres la miraron, encontró expresiones tan diferentes en sus caras que el golpe de realidad la mareó. Su madre la veía con asco mientras su padre plasmaba desesperación. Sky lo sabía. Arrugaba las cejas cuando no estaba convencido del todo, pero bastaba un desvío de sus ojos hacia los de Roseanne, y su expresión recuperaba la frialdad de un asesino en serie.

Aquel Último Verano Donde viven las historias. Descúbrelo ahora