Capítulo Treinta y Dos

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Jet Black Heart

Una vez logrado el primer punto de ser aceptado, Isaac probó el sabor agridulce dentro de sí mismo otra vez. Un término medio entre lo bueno y lo malo. Entendía que en un mundo sin paz había que cortar hasta sangrar, cortarse hasta sangrarse. No había bien sin sacrificio, y mientras más grande fuera ese sacrificio, mayor era el bien.

Isaac estaba obsesionado con el concepto del miedo, temía muchísimo, a muchísimas cosas, aunque mostraba todo contrario delante de tantas cámaras y personas. Enfrentaba como podía esa debilidad, ganaba fuerza y la usaba para manipular a las personas a su antojo. Deseaba liberar el caos para lograr un cambio en el mundo, en su mundo... una sugerencia delirante de su mente retorcida que cada vez se afilaba más, a medida que pasaban los segundos y se tenía que armar de valor para convertirse en quien quería realmente ser.

Olvidar a Sky y lo que sentía mientras no la tuviera cerca, olvidar que se enfrentaría a quien solía ser su único amigo, olvidar el pánico que le causaba el pensar en la soledad de aquel sitio y la posibilidad de morir... dejar todo eso de lado y volverse un total ser desprovisto de una brújula moral o una conciencia. Centrarse en llegar a lo más alto, para ahí arriba derribar a quienes lideraban la montaña.

Nunca tuvo sentimientos de empatía, no realmente y si así lo sintió, se confortaba diciéndose que era por lograr algún objetivo. No podía sentir remordimiento hacia otra personas, no cuando ahí dentro debía matar, aniquilar, vencer...

Si quería llegar lejos, debía volverse el mejor jugador del campamento "Sky", por eso estaba dispuesto a dar los mejores shows, lo más llamativos y asquerosos posibles.

Tenía que ser frio para triunfar en el mundo, lo tenía más que claro y lo notaba con cada mala acción que realizaba allí dentro, viendo sus números subir, gente que lo apoyaba por hacer aquello que tan fácil le salía.

Su primera víctima adentro fue el tipo que degolló con aquel cristal de botella en las pruebas de líderes, aunque esa noche, luego de romper la inercia, luego de recordar lo que se sentía arrebatar la vida de un miserable, Isaac terminó con seis vidas más, coronándose como uno de los líderes de la cuarta generación del juego.

Le pareció una total ironía el obtener el violeta como color representativo, pero decidió obviar su odio y concentrarse en lo que verdaderamente importaba entonces. No permitiría que aquello detonara su asco, ya su furia interior detonaba sola cada que perdía contra Ethan.

Tenía que evitar el roce con él, tenía que evitar que le afectara su presencia y tenía que armar un mejor equipo. Necesitaba uno de dos tipos de personas: que tuvieran el mismo estado mental suyo y siguieran sus ideales, o gente fácil de manipular, muy facil, que lo siguieran sin cuestionar y que le temieran y jugaran todo por el equipo, por su líder, él.

Y no pararía hasta quedar cien por ciento satisfecho con esos que lo acompañarían hasta el final.



(...)

Sus primeros miembros fueron dos: Terrence y Daniel.

Dos chicos totalmente diferentes a los que no se detuvo a analizar tanto porque fueron ellos quienes se desbordaron en personalidades opuestas delante de sus ojos, haciendo que Isaac de cierto modo sintiera curiosidad y ganas de tenerlos en su equipo. Él no era de pensar, era de sentir, su inteligencia inmediata le permitía analizar sin tomar tanto tiempo como Ethan, él era más de entender a las personas por instinto natural.

Terrence estaba totalmente preparado para el juego. Venía de uno de los centros de preparación y sabía cada una de las reglas; parecía que siempre estaba listo para recibir órdenes. A Isaac le gustaba eso. Era como si se lo hubieran puesto en el camino justo para encajar con su estereotipo de equipo. Terrence no necesitaba una palabra de aliento, apoyo físico ni moral. Él tenía su manera propia de hacer las cosas y aunque el trabajo en equipo no era su fuerte, si quería podía acomodarse a las demandas de su líder, y era lo que hacía, la mayoría de las veces.

Entrenado en el tercer grado de crueldad, en el sitio que según los rumores era el más estricto y cruel, no había alguien que peleara mejor que él, así como no había nadie que necesitara ganar más que él. Quizás Isaac, aunque sus razones eran bastante parecidas: venganza, y libertad.

A Terrence desde pequeño se le prometió un vida normal si ganaba el juego, así como la posibilidad de matar, desahogarse y acabar con la vida de alguno de sus entrenadores cuando obtuviera tal título. Y él deseaba tanto acabar con varios, pero sobre todo con aquel tipo que había dado la idea de arrancar como castigo uno de sus pezones durante el entrenamiento a sus doce años, cuando dejó de pelear por estar deshidratado y corrió a tomar agua.

Aquel castigo drástico había sido ordenado por Fred Davies, el hermano menor de Gerald Davies, del que se sabía bastante poco. Terrence anhelaba más que nada poder matar a aquel tipo barbudo con sus propias manos.

Aunque su adicción le jugaba malas pasadas, se había sabido posicionar en primer lugar entre los favoritos muchas veces gracias a su destreza peleando, logrando así que Isaac le diera su espacio, y confiara plenamente en que como miembro del equipo, lo llevaría a la victoria.

Daniel era un caso totalmente diferente.

Si le preguntaban a Isaac, nunca había entendido cómo funcionaba el cerebro de aquel chico, ni aquella devoción y entrega que tenía hacia él viniendo de donde venía. Del otro lado del juego, del lado más enfermizo y sádico, Isaac se consideraba totalmente sano si él mismo se comparaba con Daniel. Sus desordenes mentales y sus impulsos no eran comparados con el nivel de masoquismo al que aquel chico estaba sometido por él. Pero Isaac encontró en ello una ventaja, una muy valiosa ventaja a la que apenas tenía que alimentar. Bastaba con sonreírle, tratarlo cercano, como un amigo. Sabía que el chico quería más que eso, sabía que babeaba por él, y no era su primera vez manipulando y teniendo incluso gente afuera a la que lograba mantener para sus ventajas dentro. Manipular a Daniel fue demasiado fácil. Tanto que lo ayudaba a confiar aún más en que de seguir así, su plan funcionaría totalmente.




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