XVI. La Quinta Campeona

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TW: crisis de identidad, ataque de ansiedad, autolesiones.

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La Quinta Campeona (o de los inconvenientes de ser una Grindelwald, al menos en teoría).

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Sala de trofeos anexa al Gran Comedor, Hogwarts.
Lunes 04 de octubre, 1994.
20:45 hrs.

—¡Inaceptable! —exclamó Umbridge—. ¡Dumbledore, no puede dejar que estos dos maleantes participen en el Torneo!

—No hay más que se pueda hacer, Dolores —dijo Dumbledore pacientemente en dirección a la mujer—. El Cáliz ha decidido.

—¡Pero esto es una barbaridad! —Madame Maxime se mostró de acuerdo con un asentimiento—. ¡Nunca, en la historia, se ha visto tal fechoría! ¡Deberían ser castigados severamente por lo que han hecho!

Harry y yo nos quedamos en silencio mientras la doña seguía gritando improperios en nuestra contra.

—Usted sabe lo que su padre ha hecho, Dumbledore —mi cabeza se elevó, alarmada, cuando Umbridge me señaló—. ¡Estoy segura de que sabe cómo burlar sus protecciones gracias a los truquitos oscuros de su padre!

—Agradecería que dejara de apuntarle de esa manera a mi estudiante —exclamó una profunda voz, entrando por la puerta—. No toleraré las faltas de respeto hacia ninguno de los miembros de mi casa.

Snape me arrastró hacia su lado con un hechizo antes de que a nuestro alrededor se conjurase un hechizo silenciador. Agradecía que hubiera llegado porque yo estaba a punto de entrar en pánico, temerosa de que Umbridge fuese a ventilar a todos los vientos mi apellido.

Me quedé al lado de Snape, sutilmente protegida por su cuerpo un paso por delante de mí.

—¡Tú tampoco te quedas atrás! ¡De seguro la ayudaste a meter su nombre en el Cáliz, ¿no?! Tus lealtades aún siguen en el lado oscuro, Severus.

Snape se quedó tan impasible como antes, mirándola con seriedad.

—Dolores, por favor —dijo el Sr. Crouch, adelantándose—. Estás asustando a la niña —me señaló con una mirada compasiva.

—¡Es una hija del mal! —escupió ella en mi dirección con el ceño fruncido—. ¡Su padre! —exclamó, alterada—. ¿Ustedes saben quién es?

—No —la voz imponente de Igor se escuchó desde un lado.

—¡Gellert Grindelwald! —exclamó como loca. Igor levantó una ceja, mirándome por un momento—. ¡Ella debe haber adquirido sus mismos hábitos despreciables!

—Le pido, por segunda vez, que deje de referirse a mi alumna de esa manera, Secretaria —dijo Snape.

—Su padre es un ser despreciable que cometió actos atroces en contra de la humanidad y del Mundo Mágico. ¡¿Vamos a permitir que su hija participe en el Torneo como si nada?! —dijo hacia todos, buscando convencer a los presentes de su punto.

Yo me sentía chiquita bajo el escrutinio de todos y los gritos de Umbridge.

Ahí tienen la razón principal del por qué oculté mi apellido.

Si una persona adulta era capaz de hablar así de mí, no quería imaginar la mala influencia que podían ejercer los padres hacia sus hijos respecto a Gellert y, por ende, hacia mí. El odio y acoso que eran capaces de ejercer a causa de los actos y decisiones de Gellert en su tiempo, que nada tenían que ver conmigo en la actualidad, pero que de igual manera yo iba a terminar pagando por ser su hija.

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