IX. Los gemelos Weasley

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Los gemelos Weasley (o de cómo pasé pena en el Gran Comedor).

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Habitaciones de chicas (la última del pasillo, específicamente), Sala Común de Slytherin, Mazmorras, Hogwarts.
Viernes 13 de septiembre, 1994.
06:00 hrs.

Pansy y yo nos despertamos a las seis, aunque a primera hora no teníamos clases. Mientras ella se bañaba, yo me cepillé los dientes, peiné, y seleccioné mi ropa y accesorios. Esperé sentada en el sofá unos cinco minutos a que Pansy saliera. Ella se estuvo arreglando el cabello y el maquillaje mientras yo me bañaba.

Estando ambas listas, bajamos entre charlas a la Sala Común, encontrando a Los Siete bajando al mismo tiempo que nosotras, y a Daphne, Millicent y Adrian en un sofá.

—Buenos días —dijimos los cinco a la vez. Reímos, y nos encaminamos al Gran Comedor charlando, Los Siete detrás de nosotros en silencio. Para ese punto estaba 100% convencida de que usaban Legeremancia entre ellos para comunicarse. No era posible no hablar nunca.

Entramos al comedor a las siete y media, para esa hora ya estaba toda la escuela ahí, exceptuando los que se levantaron tarde. Cuando entramos todo se quedó en un silencio sepulcral. No se escuchaba ni la respiración de la gente.

Los Cuatro se pararon un momento con el ceño fruncido. Como Pansy y Adrian iban colgados de mí, yo también me detuve cuando ellos lo hicieron, en ese momento los estudiantes empezaron a cuchichear entre ellos. Pansy murmuró algo que no alcancé a oír, y nos llevó hacia la mesa.

—¿Ellos saben que se están juntando con una huérfana pobretona hija de muggles? —se escuchó a alguien hablar desde Gryffindor. Los doce nos quedamos tiesos con eso.

—¿Perdona? —dijo Millicent volteando hacia un chico que se veía como de sexto año. Este se entiesó por nuestra mirada, pero haciéndole honor al león en el escudo de su pecho, infló el pecho, y dijo con toda la altanería que un Gryffindor podía tener (#TotalmenteHatePorqueLaMayoríaDeGryffindorsMeTrataronDeLaVergaEseAño):

—Lo que escucharon. Hiraeth, esa chica de la que van colgada y que se hizo su amiguita —me señaló con el tenedor—, no es más que una huérfana. Y además de pobre, una sangre sucia —algunos Gryffindors menores que estaban cerca jadearon. De la mesa de Hufflepuff alguien se atragantó, los de Ravenclaw se dedicaron a mirar, y los Slytherin de grados superiores se levantaron de sus asientos siseando entre dientes.

—¿Cómo te atreves a llamarle así, maldito traidor de la sangre? —Pansy se encrespó, acercándose lentamente al Gryffindor—. En dado caso, se dice «nacida de muggles», patético intento de Gryffindor —siseó apretando los puños, se le notaba que estaba conteniendo el sacar su varita y hechizarle ahí mismo sólo porque los profesores estaban en modo espectador desde su mesa—. Vuélvela a llamar así, y te daré de comer a mis perros. No es tu puto problema con quién nos juntemos.

—Pansy —le llamé, tomando su brazo, y echándole hacia atrás para evitar que se le fuese encima—, déjalo.

—Te insultó.

—Déjalo, no importa —negó, tratando de zafarse de mí.

—No puedes simplemente permitirle decir esas cosas, y hacer como si nada pasó —me recriminó.

—Pansy... no soy pobre, ni huérfana, ni nacida de muggles. Literalmente soy todo lo contrario. Con que las personas importantes y yo lo sepamos, es suficiente. No me importa —le dije halando su brazo, ella dejó de poner resistencia, y miró de reojo a la mesa de Gryffindor.

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