Las Maldiciones Imperdonables.

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Las Maldiciones Imperdonables (o de las cosas que se ven y no se pueden decir).

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Aula 3C, Tercer Piso, Turris Magnus de Hogwarts, Hogwarts.
Jueves 15 de enero, 1995.
10:30 am.

Luna llena. Remus no estaba en condiciones de dar la clase, así que fue Moody (Barty) quien se presentó ese día, bajando de las escaleras de la oficina del aula. 

Y, para colmo, yo estaba medio sensible e irritable ese día, así que todo era como una poción dispuesta a explotar.

—Buenos días... —el ojo mágico se movía por todas partes, lo cual me daba demasiado TOC porque no se quedaba quieto y yo sólo quería gritarle que parase de mover el bendito ojo—. El Profesor Lupin se encuentra indispuesto de cumplir con su horario de hoy, así que se me ha solicitado, puesto que soy Auror, impartir la clase del día de hoy.

»El Profesor Lupin me ha facilitado sus apuntes... pero me parecen basura —la clase jadeó impresionada ya que Remus era muy querido entre todos—. No les enseñan nada útil, tonterías como contramaleficios, orejas bailonas —rio sin gracia—. ¿De qué les va a servir eso estando allí fuera, eh? ¡De nada! —barrió el aula con un movimiento de brazo dramático e inesperado que hizo a más de uno sobresaltarse. Los Once, Neville, Harry y yo quedamos re wtfyesterandom¿

»Hoy les enseñaré algo útil y que de seguro no les hayan enseñado antes porque el ministerio no quiere que sepan cómo lucen estas maldiciones —habló de espaldas a la clase moviendo algo en la mesa—. Engorgio —un chillido se oyó antes de que Moody voltease con una araña en las manos. Yo suspiré internamente, sabiendo lo que vendría.

»Supongo que todos saben acerca de tres maldiciones prohibidas, Las Maldiciones Imperdonables... el que se usen conllevaría un boleto inmediato hacia Azkaban. Ninguno de ustedes quiere acabar en Azkaban, se los aseguro —miró de reojo a la clase con su ojo bueno, el otro seguía moviéndose nerviosamente en todas direcciones y yo estaba a nada de explotar por la ansiedad—. Señor Longbottom, ¿podría decirnos sobre alguna que conozca? —preguntó a Neville, el cual se encontraba en la mesa al lado de la que estábamos Pansy y yo juntas.

—La maldición Cruciatus —murmuró de brazos cruzados y recostado contra la silla.

—Oh, sí —exclamó, llevando la araña hasta su puesto—. ¡Crucio! —la araña chillaba escandalizada, se retorcía en su puesto. Neville apretaba los puños y los dientes mirando al frente, sus ojos hacían el amago de parpadear, pero Neville se mantenía con la cabeza erguida, una mirada seria y el ceño fruncido.

—¡Pare! ¡Le está haciendo daño! —gritó Hermione sentada al lado de Harry en el asiento atrás del de Neville. Moody salió del trance al que aparentemente había entrado y carraspeó, asintiendo en disculpa a Neville.

—¿Podría usted-? ¿Sí, Señor Weasley? —interrumpió su pregunta a Hermione cuando Ronald levantó la mano.

—Mis padres me han hablado sobre la Imperius, dicen que muchos magos alegaron estar bajo los efectos de la maldición durante la Primera Guerra —su mirada fue directo hacia nuestro grupo en una evidente pulla, pero ninguno le prestó atención.

—Eso es, eso es —Moody asintió antes de exclamar—: ¡Imperio! —la araña chirrió un poco antes de quedarse quita, Moody la empezó a recorrer por el aula. Nuestro grupo era el más callado. Los demás reían y trataban de olvidar el haber presenciado el Crucio hacia la araña.

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