28. Frozen

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Capítulo 28

Frozen


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Avanzaban en silencio. Hace tiempo que se habían bajado de los caballos, cuando los primeros rayos de sol comenzaron a iluminar el cielo.

La sensación de derrota, la tristeza por las vidas perdidas y la frustración por no tener los resultados esperados podían sentirse en el aire, como una niebla pesada que los envolvía a todos.

Aun así, Evangeline solo podía pensar en una cosa.

Recordaba a la perfección lo ocurrido durante la batalla; cada detalle, cada movimiento. Se habían quedado grabados en su mente y se repetían una y otra vez sin cesar. Recordaba como su cuerpo parecía haberse apoderado de ella, moviéndose con una precisión y frialdad que no reconocía como suyas, pero que si podía recordar.

No sintió dolor al ser herida y al cerrar los ojos aun podía sentir aquella sensación de vació en su pecho, carente de latido. Era lo más aterrador de todo.

Pero lo peor era aquella falta de emoción. Mientras los telmarinos caían a su alrededor, mientras la sangre manchaba el suelo, Evangeline no sentía nada, solo una gran indiferencia. Causar dolor, ver el sufrimiento y matar sin dudar no le causaba ningún tipo de culpa, incluso le resultaba placentera.

Se abrazaba a sí misma, avanzando en silencio y sin prestar atención a nadie. Podía sentir a Edmund caminando a su lado, pero ni siquiera había permitido que la tocara.

Estaba aterrada. Tenía miedo de que el pasado volviera para convertirse en su presente, en nuevamente ser prisionera de ese hechizo. Eso la convertía en un peligro.

Evangeline temblaba de pies a cabeza, temiendo que aquella frialdad de la batalla volviera a tomar el control, helando sus venas y deteniendo su corazón. Sentía que cualquier contacto podía provocar que eso ocurriera, como si un simple roce pudiera hacer que el hechizo se reactivara.

La antigua herida se había abierto dentro de ella y esta vez con mucha más profundidad. Pensó que todo había sido superado, pero claramente no era así. Se estaba dividiendo entre lo que era y lo que temía convertirse.

Edmund, que podía sentir esa oleada de sensaciones negativas viniendo de ella, no sabía qué hacer. No tenía idea de que ocurría y Evie no había emitido una sola palabra. Cuando quiso abrazarla, ella se apartó. Solo se limitó a avanzar de manera ausente, como si quisiera protegerse a sí misma.

Las emociones que emanaban de Evangeline eran un torbellino de angustia, pero se mantenía en silencio. La distancia entre ellos no solo era física, sino que también emocional. Era la primera vez que ocurría algo así y él no sabía cómo cruzar el abismo que se había creado entre ellos.

ECO DE HIELO | Edmund PevensieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora