33. Kids

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Capítulo 33

Kids


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Narnia - 2306


Las puertas se abrieron de golpe y Evangeline entró furiosa al salón. Se quitó la corona de la cabeza y se soltó el apretado peinado que comenzaba a darle dolor de cabeza.

Tras ella entraron Caspian, Trumpkin y Reepicheep, que la miraban con cautela, sin intenciones de que la furia de la reina cayera sobre ellos.

―Eva, necesitas calmarte ―dijo Caspian con voz suave, haciendo que la mirada de Evangeline se dirigiera hacia él. Sus ojos azules lo fulminaron, haciendo que su piel se pusiera de gallina. Cuando quería, Evangeline podía ser aterradora.

―¿Qué me calme? ―preguntó Evangeline― ¡Ese grupo de simios me trata como si fuera una estúpida y me pides que me calme!

―La reina tiene razón en estar molesta ―opinó Reepicheep―. Deberíamos cortarles la lengua para que aprendan a respetar.

―Esa me parece una buena idea ―dijo Trumpkin.

―¡No! ―exclamo Caspian― Eva, sé que estas molesta...

―La palabra molesta se queda corta ―interrumpió Evangeline, llevándose la mano al cuello para sostener el dije de su collar, aquel que Edmund le había dado en su primer cumpleaños. Siempre hacia eso cuando estaba nerviosa―. Matrimonio, Caspian. Sugirieron el matrimonio. ¿Acaso están locos?

―La idea me gusta tan poco como a ti, pero ya dejamos claro que esa no es una opción.

Evangeline bufó.

Ocurría algo similar cada vez que tenían sesión con el consejo, lo cual ocurría una vez a la semana. A los lores se les ocurría una fantástica (horrible) idea, que de alguna forma dejaba la posición de Evangeline inferior a la de Caspian. Los únicos que siempre la apoyaban eran Trumpkin, Reepicheep, Caspian y Glenstorm.

Ahora habían sugerido que el reino necesitaba seguridad y lo único que les daría esa seguridad, sería tener un heredero. Entonces sugirieron un matrimonio entre Evangeline y Caspian, lo cual horrorizó a ambos.

―Hay cosas mucho más importantes que discutir, pero esos idiotas prefieren hablar de planes de bodas para preservar tu herencia ―bufó Evangeline―. Es una estupidez. Ya me cansé de esas sesiones sin sentido, todo lo que hemos hecho durante estos tres años ha sido sin ayuda de esos inútiles.

―¿Qué propone, majestad? ―preguntó Reepicheep.

―Que sigamos con nuestros planes sin consultarlo con el consejo. Y si se molestan por no dar aviso, decimos que lo anunciamos en la última reunión. Son tan idiotas que fingirán recordarlo, aunque no haya pasado ―dijo Evangeline con una sonrisa.

ECO DE HIELO | Edmund PevensieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora