El corazón de Evangeline permanece congelado, lo que la convierte en la fiel sirviente de la Bruja Blanca, conocida por ser fría, despiadada y cruel.
Dos Hijos de Adán y dos Hijas de Eva llegan a Narnia y por primera vez en dos años el corazón de Ev...
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Para sorpresa de todos, a la mañana siguiente el cielo estaba despejado y la marea tranquila. Caspian ordenó que los turnos fueran más cortos para que todos pudieran descansar, algo que necesitaban con urgencia tras los últimos días.
Evangeline se encontraba junto al timón mirando en dirección al océano. A su lado, Edmund, Caspian y Drinian discutían sobre algún tema al que ella no prestaba atención. Finalmente, Caspian dio una orden y Drinian asintió.
―Como usted diga, Majestad ―dijo Drinian antes de marcharse.
Evangeline entrecerró los ojos en su dirección, viendo como se alejaba para luego adentrarse por la puerta que llevaba a los camarotes y a la oficina del capitán. Miró en dirección a Edmund y Caspian, que estaban muy enfrascados en una conversación, antes de comenzar a seguir el camino que Drinian había tomado antes.
Antes la prioridad era salir de la tormenta... pero ya no había tormenta, ¿verdad?
Lo encontró en la oficina del capitán y en cuanto entró, Evie cerró la puerta tras ella, llamando la atención de Drinian.
―¿Puedo ayudarla en algo, Majestad?
―No en realidad ―contestó Evangeline cruzándose de brazos―. Solo quería aclarar una cosa.
―La escucho.
―El Rey Edmund y la Reina Lucy tienen tanta autoridad en este barco como Caspian y yo ―dijo Evangeline sin rodeos.
Drinian alzó las cejas, sorprendido por las palabras de Evie. Mantuvo su postura firme, aunque lucía levemente incomodo.
―Majestad, con todo respeto. Mi lealtad es hacia usted y el Rey Caspian y sigo sus instrucciones a bordo de este navío.
―Pues aquella lealtad debe extenderse hacia el Rey Edmund y la Reina Lucy. Ellos también son reyes de Narnia y no deben ser tratados de manera diferente. No hay una sola persona a bordo de este navío que sea superior a ellos, ¿queda claro? ―dijo Evangeline en tono serio, sin cambiar su expresión firme― No es necesario que le recuerde el castigo al crimen de traición.
―Entendido, Majestad.
―No importa cuanto te aprecie, Drinian. No toleraré faltas de respeto hacia ellos ―declaró Evangeline y luego se marchó, sin esperar una respuesta.
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Lucy estaba sentada junto a la proa, sobre unas cajas de provisiones mientras leía un libro. O al menos eso intentaba.