El corazón de Evangeline permanece congelado, lo que la convierte en la fiel sirviente de la Bruja Blanca, conocida por ser fría, despiadada y cruel.
Dos Hijos de Adán y dos Hijas de Eva llegan a Narnia y por primera vez en dos años el corazón de Ev...
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El invierno siempre era una estación difícil.
Con el paso de los años Edmund había aprendido que no podía quedarse encerrado en el castillo, así que se había armado de valor y había aprendido a enfrentar sus miedos.
Para Evangeline era diferente.
En cuanto la fría estación llegaba, algo parecía apagarse dentro de ella. No importaba cuantos años hubieran pasado, la llegada del invierno la hacía sentir como aquella niña de corazón congelado y sin pensamiento propio, aquella que era cruel y encarcelaba a los habitantes de Narnia porque ese era el deseo de la Bruja.
El paisaje principalmente blanco le recordaba aquellos tiempos en donde servía a quien veía como su reina sin dudar ni un momento. Al cerrar los ojos casi podía sentir en su piel los castigos que recibía cuando sus acciones y movimientos no superaban la perfección, torturas que ella veía como algo que merecía en aquel tiempo.
El invierno también era un recordatorio de todo lo que había perdido. La mitad de su vida era un lienzo en blanco, carente de recuerdos de su antigua existencia. No sabía si antes de la llegada de Jadis había sido feliz, si su familia la había tratado con amor, ni como eran sus relaciones con sus hermanos. Era como si esas personas y esos momentos nunca hubieran existido.
Aquel hechizo que la mantuvo congelada durante tanto tiempo no solo borró sus recuerdos, sino que también los sentimientos que pudo haber tenido. No sentía amor, tristeza ni añoranza por una vida que no recordaba, ni por las personas que habían sido parte de ella. Pero, aun así, sentía que parte de su identidad se encontraba perdida para siempre.
Los hermanos Pevensie lo notaban.
A los cuatro le dolía ver como Evangeline perdía todo brillo, como si parte de su vida se apagara. No reía como solía hacerlo, no entrenaba porque le asustaba estar en el exterior. Durante las reuniones se mantenía en silencio y no había rastro de las bromas y comentarios sarcásticos que solía compartir con Edmund.
Lo único que los mantenía tranquilos era saber que eso duraría un corto periodo de tiempo, que con la llegada de la primavera ella volvería a ser la misma Evangeline de siempre. Pero eso no significaba que estuviera bien. Todos querían ayudarla, pero no sabían cómo.
Por supuesto, Edmund era el más afectado por eso. Él podía sentir todo lo que ella sentía, sentía el dolor, la impotencia, el miedo y la rabia como si fueran suyos. Lo frustraba no poder ayudarla.
Como si eso fuera poco, con la llegada del invierno los habitantes de Narnia parecían aumentar sus problemas. Su trabajo como juez se intensificaba y eso significaba que pasaba más tiempo en los juzgados. Eso no significaba que sus otras labores desaparecieran, por lo que sus responsabilidades lo mantenían gran parte del día ocupado.
