El corazón de Evangeline permanece congelado, lo que la convierte en la fiel sirviente de la Bruja Blanca, conocida por ser fría, despiadada y cruel.
Dos Hijos de Adán y dos Hijas de Eva llegan a Narnia y por primera vez en dos años el corazón de Ev...
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Llevaba días sintiéndose extraña.
Su mirada perdida destellaba ante la confusión. Era una sensación nueva, jamás se había sentido confundida. Ni preocupada. Pero por alguna razón ahora lo estaba.
Durante la noche parecían atacarla pesadillas, pero al despertar a la mañana siguiente jamás podía recordar de que se trataban. Eso también era algo nuevo, ella jamás soñaba.
Hasta ahora.
Aquella mañana la reina Jadis había salido a pasear en carruaje y al no tener ordenes de su parte, había pasado cada minuto entrenando y perfeccionando sus habilidades, aun sabiendo que ya era perfecta.
Evangeline sentía la presión del aire frío. Sus movimientos, siempre mecánicos y certeros, vacilaron por un momento. Las espadas en sus manos, por primera vez, titubean y el movimiento es errado. Sin querer se realiza un corte en el dorso de la mano izquierda, pero ignorando la punzada de dolor solo puede prestar atención a la gota de sangre roja que resbala por su mano hasta caer al suelo, contrastando con el pálido suelo de hielo.
Ella nunca había sangrado.
Un susurro a la distancia parece llamarla, algo apenas perceptible. Algo dentro de ella parecía agitarse y dejó caer la espada de su mano derecha para poder llevarla hacia su pecho. Donde antes había frío y quietud, ahora hay una vibración tenue. Un palpitar, lento y dubitativo.
Los segundos transcurren con lentitud y de un momento a otro el palpitar en su pecho crece. Se intensifica y comienza a proyectarse en cada parte de su cuerpo.
Por primera vez siente calidez en las manos y en las mejillas, una calidez que comienza a infiltrarse en cada extremidad de su cuerpo, como si un fuego interior se encendiera. Su piel pálida parece tomar matices de color, al igual que sus labios normalmente blancos.
Le había pasado algunos días atrás, el mismo día que las sensaciones extrañas comenzaronero en aquella ocasión la sensación no fue tan potente. Su cuerpo se descongelaba con una mezcla de temor y emoción, su cuerpo parecía despertar ante nuevas sensaciones que no sabía que podía sentir.
La sensación duró algunos minutos más, no podía estar segura de cuantos, pero de un momento a otro el palpitar de su corazón se desvanece y la capa de hielo vuelve a cubrirlo, tan gélido como el invierno eterno que cubre a Narnia.
Su piel se vuelve a tornar pálida y la luz de sus ojos desaparece, mientras las expresiones de confusión y asombro desaparecen de su rostro para volver a la serenidad y la indiferencia.
En ese mismo instante, en otro lugar de Narnia, Lucy y Edmund Pevensie cruzaban un armario para volver a su mundo.
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Apenas habían pasado treinta minutos cuando Jadis anunció su regreso. Como de costumbre, la esperó de pie junto al trono a la espera de alguna orden. En ocasiones, Jadis hacía que se quedara de pie junto a ella durante horas y horas, sin comer ni dormir. A Evangeline no le importaba, jamás pondría en duda las ordenes de su reina.
Esta vez Evangeline notó algo diferente. No importaba cuanto Jadis intentara ocultarlo, la rabia, el miedo y la preocupación eran evidentes en su rostro. Al menos era obvio para ella.
―Evangeline, escribe unas palabras para mi ― ordenó Jadis sentándose en su trono.
Evangeline se apresuró a buscar un pergamino y carbón, intentando ser lo más rápida posible para no hacer enojar a la reina. Se puso frente a ella, esperando a que indicara que debía escribir.
El Fauno Tumnus es acusado de alta traición contra su Majestad Imperial Jadis, Reina de Narnia, por ayudar a sus enemigos y fraternizar con humanos.
Firmado, Evangeline, Comandante de la Guardia Real.
Larga vida a la Reina.
En cuanto Evangeline terminó de escribir supo lo que tenía que hacer. Tomó sus armas y fue en busca de Maugrim, el lobo Capitán de la Policía Secreta.
Llevada en su trineo tirado por lobos, fueron hacia el noroeste de Narnia, hacia un territorio boscoso conocido como Lantern Waste. No tardaron mucho en llegar y Maugrim no dudo en lanzarse contra la puerta de la cueva.
A paso lento y decidido Evangeline entró siguiendo a los lobos, que ya tenían al fauno acorralado.
En cuanto el fauno vio a Evangeline sintió un miedo que jamás había sentido y un frío que lo coló hasta los huesos. Jamás la había visto en persona, pero había escuchado que su sola presencia era suficiente para sentir la calidez de la vida desvanecerse, dejando un rastro de puro temor helado.
Había muchos rumores en cuanto al origen la chica. Algunos decían que era una humana que como castigo por cruzar a Narnia fue hechizada a servir a la reina por toda la eternidad. Otros dicen que la misma reina la creó dejando caer una lagrima de hielo y la única forma de destruirla era vencer a la misma Bruja. Nadie sabía de donde vino, pero eso no importaba.
Tenía el aspecto de una niña de trece años, pero se movía con la gracia y elegancia de una mujer adulta. Se había ganado la fama de ser la mejor guerrera de la Bruja, la mejor soldado, la mejor luchadora. Nadie se movía con la misma rapidez, nadie manejaba un arma mejor que ella. Su sola mención hacía temer a los habitantes de Narnia.
―Tumnus de Lantern Waste, estás bajo arresto por alta traición. Tienes derecho a guardar silencio y no se te concederá un juicio, pues ya has sido declarado culpable. Llévenselo.
Inmediatamente los lobos se lanzaron sobre el fauno y mientras era arrastrado, por un momento Evangeline sintió lástima por él. Tuvo el extraño impulso de detener a los lobos y defender al fauno, pero se detuvo abruptamente frunciendo el ceño.
¿Desde cuándo ella sentía lástima por los criminales?
Sacudió la cabeza y colgó el pergamino con el anuncio de la traición del fauno a uno de los pilares de la cueva, para luego salir a paso decidido del lugar.
Una vez más había hecho cumplir la ley, pero por alguna razón no se sentía bien.
