𝙀𝙭𝙩𝙧𝙖 2/3

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—Me gustas, Alessia—Miró fijamente su reflejo—

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—Me gustas, Alessia—Miró fijamente su reflejo—. Pff, no, suena absurdo y simple—Gruñó y se pasó las manos por el rostro.

Draco estaba frente al espejo, en su habitación vacía. Sin poder contener el nerviosismo, habló en voz alta a su propio reflejo.

—¿Cómo voy a decírselo?—Pregunto, y espero unos segundos observándose a sí mismo a través del espejo, esperando una respuesta. Su reflejo lo miró con expresión seria, pero no contestó.

Una vez más, Draco se pasó las manos por la cara y desvió la mirada a una de las ventanas que daba vista a las aguas del lago negro, como si buscara encontrar la forma de declarar su amor a Alessia ahí. Llevaba casi dos horas parado frente al espejo, hablando con su propio reflejo imaginando que era la pelirroja, tratando de declararse, pero cada intento que hacía sonaba más y más absurdo.

Draco se sentía irritado. Su rostro se tiñó de un rojo intenso debido a la frustración y suavizó su naturaleza orgullosa. Entonces, con su respiración cada vez más rápida, arrugó su chaleco de Slytherin.

«Esto no tiene sentido, ¿por qué es tan difícil decirle lo que siento? ¡Ella es mi mejor amiga, después de todo!—pensó Draco, y luego esa idea se replanteó en su mente, haciéndolo abrir ligeramente los ojos y apareciendo un brillo de duda en ellos—Mi mejor amiga... lo es desde que entró a Hogwarts. ¿Qué pasará si solo me ve de esa forma? ¿Cómo su amigo, y no como algo más? ¿Y si no le gustó? ¿Y si le gusta alguien más? Peor aún, ¿y si es lesbiana?

El miedo y la confusión se apoderaron de él, abrumándolo por completo. ¿Podía de verdad arriesgar toda su relación para expresar un amor que tal vez nunca fuera correspondido?
Draco cerró los ojos y tomó una profunda respiración. Había pasado demasiado tiempo pensando en ello. Había que declararse. Había que decirle a Alessia lo que sentía. Pero, ¿cómo?

Levantó la cabeza al cabo de unos segundos y se encontró nuevamente con su propio reflejo, tal vez se estaba volviendo loco, porque empezaba a verse a sí mismo distorsionado en el espejo, o tal vez había pasado demasiado tiempo observándose, intentando imaginarse con cabello rojo y facciones de chica.

—Alessia—Comenzó diciendo y soltó un largo suspiro, cerró las manos en puños apretando con tanta fuerza que sus nudillos se volvieron blancos, y su corazón comenzó a latir desenfrenado, por un momento pensó que se saldría de su pecho y rebotaría por las cuatro paredes—Se que somos mejores amigos desde hace mucho tiempo, y también sé que tu hermano me odia y no me puede ver ni en pintura, pero... ¡quiero ser tu cuñado!

Se miró fijamente y luego cayó en cuenta de lo que dijo, sacudió la cabeza y un rubor se expandió por su pálido rostro.

—¡No! Quiero decir, ¡no quiero ser tu cuñado! Que asco—Se miró fijamente otra vez—. No digo que tu hermano me de asco, bueno, aveces me genera náuseas... casi siempre, ¡pero no quiero ser tu cuñado! Yo... yo.. ¡quiero ser tu novio! ¡No tu cuñado! ¡Tu novio! ¡Tu cuñado no!

Y luego se pasó de nuevo las manos por la cara. Los nervios le impedían mantenerse en calma y cada frase que salía de sus labios parecía empeorar todavía más la situación. ¡Pensó, era imposible dejarse llevar por los sentimientos! Sin embargo, una parte de su mente se negaba a admitir que había cometido un error enorme. Tras otra honda respiración, se esforzó por hablar de nuevo.

—Te quiero—Dijo con un susurro y soltó un respingo.

Era tan difícil hablar con su propio reflejo, no quería imaginarse cómo sería decírselo a Alessia de frente. Entonces miró de nuevo su reflejo en el espejo y pensó.

Imaginó que era Alessia quien estaba frente a él, no requirió mucho esfuerzo, pues, Draco se acababa de dar cuenta que la miraba demasiado, tanto que se había memorizado sus facciones.

Su piel blanca, con labios rosados y ojos claros, su cabello pelirrojo cayendo en ondas hasta dar casi con su cintura, sus mejillas que se tornaban rosadas cuando él le decía algún cumplido y su linda sonrisa que tanto le encantaba. Draco comprendió que no la quería. La amaba.

Mientras que en su cabeza imaginaba a Alessia, se sintió dominado por las emociones que salían a borbotones de su corazón. Su alma estaba a punto de explotar por lo mucho que sentía por ella.

—Sé que los sentimientos son muy complicados—comenzó a decir—Y a veces no están en su lugar, pero mi corazón no me engaña. Te amo, Alessia. Lo siento.

Casi como si fuera arte de magia, o como si ella estuviera frente a él, Draco juro que le respondía.

«También te amo, Draco—Dijo ella, y Draco comprendió que era su propia cabeza jugándole una buena, pues, esa no era la voz de Alessia—Te he amado siempre—dijo.

Y Draco sintió sus mejillas arder, su corazón se aceleró tanto que dolía, y su nerviosismo aumentó en gran escala. Pensó, «si le dije que la amo, y ella dijo que me ama, puedo besarla, ¿no?» y sonrió ante lo buena que era la idea. Con una sonrisa triunfal en los labios y una pizca de luz en los ojos, habló.

—¿Puedo... puedo besarte?

Luego, el reflejo lo miró fijamente, no ofreciendo respuesta. Pero Draco no la necesito, se inclinó apoyando sus manos en el mueble bajo el espejo y se acercó hasta que su aliento empañó el vidrio, entonces entrecerró los ojos y preparó los labios como si estuviera apunto de besar su reflejo.

—Draco, ¿sabes dónde está mi sudadera negra? No la encuentro—Dijo Theodore Nott, entrando a la habitación abriendo la puerta sin avisar, pero su voz se esfumó cuando vio la escena frente a él.

Draco, de pie ante el espejo apunto de pegar sus labios a su reflejo, se apartó de un brinco y miró a Theodore con la cara enrojecida, notando como el chico se reía a carcajadas, desternillandose de la risa. Draco parecía haberse quedado petrificado por el miedo de que su amigo lo hubiera visto en una situación tan comprometida. Theodore no pudo contener su risa y siguió a carcajadas.

—¡Draco, no tenía idea que te estabas practicando para una pantomima! ¿Estás tratando de resucitar a Salazar Slytherin con tu beso?—dijo entre carcajadas.

El rubio se quedó inmóvil, lleno de vergüenza y por unos segundos dudó si en ese momento odiaba más a Theodore por entrar sin tocar, o a él mismo por no poner seguro. Pero sacudió la cabeza y le lanzó a su amigo lo primero que encontró: su insignia de prefecto.

—¡Toca la maldita puerta antes de entrar!

La insignia de prefecto cayó con fuerza a los pies de Theodore y una pequeña nube de polvo salió de la alfombra. Pero las risas no cesaron y Draco por un momento quiso ponerse a rezar porque Theodore no le contara a Alessia lo que vio.

𝙏𝙧𝙖𝙞𝙘𝙞ó𝙣 / 𝘿𝙧𝙖𝙘𝙤 𝙈𝙖𝙡𝙛𝙤𝙮 𝙮 𝙩úDonde viven las historias. Descúbrelo ahora