Capítulo 39 - Hospital

10 4 0
                                    

Bip... bip... bip...

Nagisa comenzó a removerse en la camilla, su cuerpo pesaba más de lo usual, dolía demasiado, y sentía un ligero mareo que le impedía abrir por completo sus ojos, debido a la luz fluorescente que se encontraba a la par de sus orbes azules.

— H–Hm... —.

Con lentitud, comenzó a abrir y cerrar sus ojos, tratando de acostumbrarse a la iluminación del lugar, su mente apenas despertando de aquel largo y extraño sueño que había tenido.

¿De verdad fue sólo un sueño?

Cuando sus ojos se abrieron por completo, distinguió un inusual techo blanco, demasiado liso a su parecer, con focos de forma rectangular, acomodados uniformemente en el techo para iluminar toda la habitación con aquella luz blanca un poco molesta y que lastimaba ligeramente sus ojos.

Extrañamente, los tenía muy sensibles en aquel momento.

Su mirada viajó a un lado de la habitación, en busca de aquel molesto e insistente sonido que lo habían despertado. Observó con detenimiento la máquina de pulso cardíaco que estaba a un lado de la camilla. Había incontables cables blancos que sobresalían de aquel artefacto, y al seguirlos con la mirada, se dió cuenta que estaban conectados a sus brazos, los cuales tenía vendados.

Con confusión y algo asustado, trató de incorporarse en la cama, sintiendo dolor en las heridas que no estaba consciente que tenía, y que eran cubiertas por varios vendajes que las protegían.

— ¿E–En dónde estoy? —.

Su vista se dirigió a la mujer que estaba sentada en una silla al lado de la camilla, su brazos apoyados sobre la cama, su cabeza recostada en ellos mientras dormía tranquilamente, su cabello corto a los hombros cubriendo dos tercios de su rostro.

— ¿Aguri–san? —.

Con sorpresa y conmoción, llevó una de sus manos hacia la mujer, tomándola suavemente del hombro para moverla un poco, buscando despertarla en busca de alguna explicación.

¿Qué había sucedido?

La mujer se removió en su lugar, su entrecejo se arrugó un poco, como sí no quisiera despertar de su sueño, sus ojeras eran las marcas de aquel deseo, pero debido al movimiento insistente en su hombro, no hubo más remedio que despertar, y regresar a la pesadilla viviente del día a día.

— ¿H–Hm? —.

Abrió suavemente sus ojos, tratando de acostumbrarse a la luz fluorescente, su mirada encontrándose directamente con la de aquel adolescente de cabellos azules, aquel que alguna vez fue su estudiante, y también es estudiante de su pareja.

— Nagisa–kun — Sus ojos se llenaron de lágrimas, levantándose rápidamente de la silla y atreyendo al menor con sus brazos, atrapándolo en un abrazo — Tranquilo, ya todo pasó —.

Aguri comenzó a darle leves palmadas a la espalda de Nagisa, tratando de consolarlo. Sabía lo que él menor había estado pasando en las últimas semanas, y siendo un ex alumno, sentía la responsabilidad de poder brindarle aunque sea un pequeño apoyo, un hombro para poder desahogarse aunque ella misma necesitaba uno.

Porque no sabía que su hombro para llorar no regresaría nunca más.

Nagisa se quedó en silencio, sin moverse, simplemente dejando que Aguri lo abrazara mientras sollozaba, sintiendo como sus propios ojos se humedecían, por un dolor al que ni siquiera comprendía, pero sintiéndose culpable al tan sólo ver a aquella mujer consolándolo.

No podía evitar sentir culpa, sabiendo que su ex maestro no iba a regresar, no regresaría a su hogar... no abrazaría a aquella mujer nunca más.

— Lo siento, en serio lo siento —.

Hasta regresar a mi hogarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora