Capítulo 40 - No vas a regresar

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Niña, tú no sabes en lo que te metiste,
puedes volar y ya te crees invencible,
te recomiendo alas reales hoy conseguir,
porque no me voy a rendir.

Sus ojos comenzaron a abrirse lentamente, encontrándose con una vista oscura de una habitación sin ninguna pista de luz. Estaba desorientado, sintiendo un agudo dolor en su cabeza y aquella estática en sus oídos. Su primer instinto fue levantarse de donde sea que estuviera, más había algo en sus tobillos y muñecas que se lo impedían.

Movió su cabeza, en busca de ver aquello que lo tenía sin moverse, sin poder ver más allá de su abdomen debido a la oscuridad.

Sus manos podían sentir la textura del lugar en donde estaba confinado, y por lo que podía escuchar cuando golpeaba suavemente sus uñas contra el lugar, era algo metálico, además de muy frío.

Noté que al mirarte ellos van a llorar,
sueñan una nueva... realidad.
No vas a controlarlos, yo los protegeré,
no hables del pasado, por tu bien.

Su mirada comenzó a viajar por el lugar, buscando al dueño de aquella juguetona e inocente voz, que cantaba una tonada que era todo lo contrario a su voz aniñada.

Su vista se quedó clavada en la silueta de alguien al otro lado de la habitación, en el único lugar donde parecía haber pocos rayos de luz, provinientes de la Luna y que ingresaban por la única ventana del lugar. Aquella persona tenía sus brazos apoyados sobre el marco de la ventana, sus cabellos rojizos brillaban bajo la luz.

No entiendes lo que en juego está,
no sabes por qué...
éste imperfecto grupo familiar yo creé,
quisiera liberarlos, más sería un error.

¡Podría ser su perdición~!

— ¿Hola? —.

La voz cesó en aquel momento. La persona que lo tenía cautivo se colocó recto, girando levemente su cabeza para poder verlo. Y Koro–sensei lo reconoció al instante... y hubiera preferido no hacerlo, hubiera preferido desconocer al chico.

Hubiera querido ser ignorante de su propia perdición.

— ¡Koro–sensei! ¡Es un gusto verlo nuevamente! — Karma sonrió infantilmente, caminando por la habitación para buscar el interruptor.

El pelirrojo finalmente lo encontró, y la sangre del adulto de heló cuando vio la habitación iluminada.

La habitación era pequeña, de paredes y techo blanco, piso de madera astillado, contaba con cuatro focos viejos colgando del techo, los cuales transmitían una luz amarilla y ligeramente opaca. Uno que otro mueble, y con la apariencia de una habitación común y corriente, lo suficiente como para ser el tipo de habitación que te encuentras en un hotel de muy mal estado.

Ojalá sólo fuera eso, pero lamentablemente, no lo era.

El piso se encontraba repleto de sangre fresca, el techo goteaba aquel líquido y las paredes estaban hermosamente adornadas con la piel podrida de antiguas víctimas del menor.

— ¿Me escuchó cantar?, ¿le gustó?, ¡es mi canción favorita, "Fall Little Wendy Bird Fall"!, ¿ya la había escuchado antes? — El pelirrojo preguntó animadamente, posando sus manos sobre la mesa de metal en la cual tenía encadenado al mayor.

Koro se rehusó a responderle en el primer momento, solamente porque ni él mismo sabía lo que tenía que decir. Se sentía perdido y su cerebro apenas terminaba de captar la información completa.

Estaba cautivo...

Y no regresaría con vida, lo sabía perfectamente.

— ¿Qué hago aquí? — Fue lo primero que quiso preguntar, aunque fuera una pregunta tonta donde la respuesta era obvia.

Hasta regresar a mi hogarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora