Capítulo 37 - Misma mentira

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Timberland ya se había retirado hacía unos minutos para seguir con su trabajo en el bar, dejando a ambos adolescentes solos en la habitación del menor.

Karma estaba sentado en una de las esquinas de la cama, observando fijamente a Gakushū, que seguía perdido en algún punto de su conciencia, más ya le había regresado el color a su rostro y su pulso ya se había regulado.

- Incluso sí te llegara a ver de otra forma... no dudaré en deshacerme de ti si me llegas a desobedecer - Susurró en su oído con voz gélida, para después alejarse.

Se levantó de la cama y se acercó a un mueble del otro lado de la habitación, donde se encontraba una jaula que ocupaba toda la base, ahí se encontraba un conejo de pelaje esponjoso , color anaranjado y con una colita esponjosa. El animalito se encontraba comiendo un pedazo de lechuga que tenía, cuando escuchó al pelirrojo acercarse.

Sus orejas se movieron ligeramente y volteó a ver a su dueño.

- Hola, Miko - Saludó alegremente el pelirrojo, abriendo la puerta de la jaula y tomando al conejo entre sus dos manos.

El conejo se removió un poco ente sus manos, Karma lo ignoró y simplemente volvió a sentarse en el sillón puf, su mirada sin apartarse del pequeño animal, mientras veía su tamaño y consideraba su peso mientras lo apretaba un poco.

Pasó su lengua por sus labios, un ligero sonrojo cubrió sus mejillas, con su mente creando diversas formas para darle fin al animal.

Quizás lo quemaría vivo, o le quitaría los ojos, tal vez lo degollaría, le arrancaría su pelaje, o de una vez sólo lo echaría al agua hirviendo. Había más de mil cosas que le podía hacer al pequeño animal, su sonrojo crecía con cada idea que llegaba a su cabeza, su mirada se oscurecía lentamente, y con sus manos hacia más fuerte el agarre.

Tal vez podría aplastarlo hasta romper sus pequeños huesos.

La nariz del conejo temblaba por el agarre de su dueño, sus patitas traseras se movían tratando de que lo soltara.

Karma soltó una pequeña risa de diversión, pasó su lengua por sus labios, sus ojos brillando con anticipación mientras acercaba al conejo a su boca, el deseo de morderlo y clavar sus colmillos en el animalito crecía por cada segundo.

Con sus colmillos ya tocando la piel del animal, estaba apunto de incrustarlos... cuando escuchó un quejido.

Separó al animalito de su boca y lo soltó en el piso, su mirada viajando por su habitación para encontrar al causante de aquel quejido, y logrando observar como Gakushū comenzaba removerse en la cama con un poco de dolor, sus ojos abriéndose con algo de dificultad mientras que sus manos sujetaban las cobijas, al parecer finalmente se estaba dignando a despertar.

- ¡Gakushū-kun! ¡Que bueno que despertaste! - Exclamó el menor con alegría.

Se acercó a la cama y antes de que Gakushū pudiera reaccionar, hizo que se sentara de una manera brusca en la cama para después abrazarlo con fuerza, algo aparentemente inocente... pero no había tal cosa en el adolescente pelirrojo.

- ¡Me tenías preocupado! ¡No vuelvas a hacer eso! - Dramatizó sin soltarlo.

Gakushū se quedó en silencio por unos minutos, su mente estaba terminando de procesar lo que estaba ocurriendo, y la razón por la que muy seguramente había terminado en ese lugar, que lograba reconocer como la habitación de su superior/sempai.

Llevó una de sus manos a su pecho, estrujando la tela de la camisa en donde supuestamente debía estar su corazón.

- ¿Estoy... vivo? - Preguntó en voz baja, sus ojos se llenaron de lágrimas rápidamente, mientras que con su mano sentía los latidos de su corazón, su pulso... algo que ya no quería sentir, algo que odiaba - ¿Por qué?... ¿por qué? -.

Hasta regresar a mi hogarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora