Charles Leclerc se encontraba profundamente dormido, con su cuerpo envuelto en las sábanas de su cama, ajeno al mundo exterior. El suave sonido de la respiración de su novio, Max Verstappen, a su lado solía ser el único ritmo que lo arrullaba hacia el sueño. Sin embargo, esa noche, el descanso se vio interrumpido abruptamente.
Un fuerte golpeteo en la puerta, seguido de una llamada insistente en su teléfono, lo sacó de su sueño. Charles parpadeó, desorientado, su corazón acelerándose mientras trataba de comprender qué estaba ocurriendo. Max no estaba a su lado, lo que incrementó su confusión. Se levantó rápidamente, con la intriga y el miedo apoderándose de él. ¿Qué podría estar pasando a esa hora de la noche?
Cuando abrió la puerta, fue recibido por una escena desconcertante. Lando Norris, con los ojos hinchados y el rostro empapado de lágrimas, se encontraba parado allí, devastado. A su lado estaba Carlos Sainz, con una expresión grave y la tristeza reflejada en sus ojos oscuros.
"Charles…", comenzó Carlos, su voz quebrada. “¿No te has enterado?”
Charles, aún tratando de despejar su mente, los miró confundido. “¿Enterado de qué? ¿Qué está pasando?”
Carlos lo observó, y al ver la calma relativa en el rostro de Charles, frunció el ceño con una mezcla de incredulidad y dolor. “Max… Max ha muerto, Charles.”
El mundo de Charles se detuvo. El silencio que siguió a esas palabras fue ensordecedor. Sintió que el aire abandonaba sus pulmones, y una oleada de negación lo invadió. “No… No, eso no puede ser verdad”, balbuceó, retrocediendo unos pasos, incapaz de procesar lo que acababa de escuchar.
Lando, sollozando, se acercó a Charles y lo abrazó con fuerza, como si el contacto físico pudiera consolar un poco del dolor que ambos sentían. “Fue su padre, Charles… Lo mató después de la última carrera… Dijo que Max había deshonrado el nombre de la familia…”
Las palabras se sintieron como dagas en el corazón de Charles. No podía creerlo. No quería creerlo. La imagen de Max, su Max, sonriendo despreocupadamente, siendo su refugio y alegría, comenzó a desmoronarse, reemplazada por un vacío que amenazaba con consumirlo.
Esa noche, Lando y Carlos no se separaron de Charles. Se quedaron en su habitación, velando por él, mientras él permanecía en la cama, en estado de shock. No pudo dormir, incapaz de cerrar los ojos sin ser asaltado por la idea de que nunca volvería a ver a Max.
Horas después, o quizás fue solo un instante, Charles se encontró en un estado de semiinconsciencia, atrapado entre el sueño y la vigilia. Se despertó, sintiendo el peso de la noche aún sobre sus hombros. Miró a su alrededor, pero no vio a Lando ni a Carlos. Sin embargo, algo llamó su atención: una figura sentada en el borde de la cama, observándolo.
Charles entrecerró los ojos, intentando enfocar mejor. Y entonces lo vio. Max, con su característico cabello rubio rojizo y esos ojos celestes que siempre lo habían fascinado, estaba allí, mirándolo con una expresión suave y triste.
“¿Max…?” susurró Charles, incrédulo, su voz temblando.
Max le sonrió ligeramente, pero había un tinte de melancolía en su expresión. “Hola, Charlie”, respondió suavemente. “¿Me extrañaste?”
Charles se quedó inmóvil, su mente luchando por comprender lo que estaba sucediendo. *¿Habrá sido todo un sueño?* pensó, su corazón latiendo con fuerza.
“No, no fue un sueño”, dijo Max, como si hubiera leído sus pensamientos. “Esto es un sueño, Charlie… pero lo que pasó fue real.”
La realidad cayó sobre Charles como un muro. Max, su Max, estaba realmente muerto. Sintió que el mundo se desmoronaba bajo sus pies, pero antes de que pudiera derrumbarse, Max continuó hablando.
“Quería despedirme bien de ti, Charlie. No quería irme sin decírtelo… Lo siento. Lo siento por todo lo que ha pasado, por no poder estar contigo como lo habíamos planeado. No fue justo para ti.”
Charles sintió las lágrimas comenzar a deslizarse por su rostro, pero no pudo hablar. Todo lo que quería decir, todo lo que quería gritar, se atascó en su garganta.
Max se inclinó hacia él, acariciándole la mejilla con ternura. “No me olvides, ¿sí? Pero no dejes que mi muerte te consuma. Quiero que sigas adelante, que vivas por los dos. Eres fuerte, Charlie. Siempre lo has sido.”
El dolor en el pecho de Charles era insoportable, pero asintió, incapaz de hacer otra cosa.
Max le dedicó una última sonrisa, llena de amor y tristeza. “Te amo, Charles. Siempre te amaré. Pero ahora… es tiempo de despedirnos.”
Antes de que Charles pudiera responder, el mundo a su alrededor comenzó a desvanecerse. La figura de Max se hizo cada vez más borrosa, hasta que desapareció por completo.
Charles despertó de golpe, su corazón latiendo descontroladamente, y su cuerpo empapado en sudor. Se sentó en la cama, respirando con dificultad, con el sonido del nombre de Max en sus labios.
*Entonces… este es el final,* pensó, mientras el dolor de la pérdida se asentaba en su pecho, más real que nunca.
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