Charles Leclerc había estado esperando ese momento por mucho tiempo. Aunque Max siempre se mostraba fuerte y decidido, Charles había aprendido a leer las pequeñas grietas en su fachada. Eran solo momentos fugaces, pero suficientes para hacer que Charles quisiera más. No solo quería a Max, quería que se entregara a él por completo.
Era una noche de verano, cálida pero con una brisa suave que entraba por las ventanas del departamento de Charles en Mónaco. Después de un largo día de reuniones y entrenamientos, ambos habían decidido relajarse. Estaban en el sofá, una película sonaba de fondo, pero la atención de ambos estaba en otra cosa.
-Max-dijo Charles en un susurro, girándose para mirarlo-. Hoy estás especialmente callado. ¿En qué piensas?
Max lo miró con una sonrisa cansada, sus ojos azules brillaban a la luz tenue de la lámpara. Sabía que no podía esconder nada de Charles, no cuando el monegasco lo conocía tan bien. Se encogió de hombros.
-No mucho -respondió, mirando hacia la ventana-. Solo pensando en todo lo que viene. Las carreras, el estrés... Ya sabes.
Charles se acercó un poco más, acortando la distancia entre ambos, y dejó que su mano rozara la pierna de Max, suave pero firme.
-Siempre piensas en eso -murmuró Charles, sus dedos dibujando círculos lentos sobre el muslo de Max-. ¿Por qué no dejas de preocuparte un rato? -Su voz era baja, casi una orden disfrazada de sugerencia.
Max lo observó, su cuerpo reaccionando instintivamente al toque de Charles. Había algo en él, algo en la forma en que lo miraba, lo tocaba, que hacía que Max se sintiera más vulnerable de lo que estaba acostumbrado. Sus labios se curvaron en una sonrisa tímida.
-¿Y qué sugieres? -preguntó, su tono desafiante, pero con una pizca de sumisión que Charles no dejó pasar.
Charles se inclinó, acercando sus labios al oído de Max, su aliento cálido rozando su piel.
-Déjame hacer que te olvides de todo por un rato.
Max tragó saliva, sintiendo cómo el aire se volvía más denso alrededor de ellos. Charles tenía esa capacidad de tomar el control, y aunque Max siempre había sido alguien que necesitaba estar en control de su vida y su carrera, cuando estaba con Charles, algo cambiaba dentro de él.
-¿Cómo? -susurró Max, apenas capaz de contener el temblor en su voz.
Charles se retiró ligeramente, mirándolo directamente a los ojos. Su mano subió, tomándolo del mentón con firmeza, obligándolo a mantener el contacto visual.
-Confía en mí-dijo Charles, su voz llena de autoridad-. Solo esta vez, deja que yo controle todo.
Max asintió lentamente, sintiendo que su resistencia se desvanecía. Su respiración se volvió más pesada cuando Charles tomó su muñeca, tirando de él suavemente para levantarse del sofá.
-Ven conmigo -ordenó Charles, sin soltar su agarre.
Max lo siguió sin dudar, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. Charles lo condujo hacia el dormitorio, donde la luz era aún más suave, creando una atmósfera íntima y envolvente. Charles se detuvo frente a la cama y, con un movimiento decidido, empujó a Max suavemente sobre el colchón.
Max cayó de espaldas, sus ojos fijos en Charles, quien permanecía de pie, observándolo con una mirada que mezclaba deseo y control. Se quitó la camiseta, dejando que su torso musculoso quedara expuesto, y Max sintió un nudo en el estómago. Sabía lo que venía, y por alguna razón, no podía estar más dispuesto.
Charles se inclinó sobre él, colocando una rodilla entre las piernas de Max mientras sus manos recorrían su pecho, bajando lentamente.
-Relájate -susurró Charles, su boca apenas rozando la de Max-. Hoy, soy yo quien decide.
Max cerró los ojos por un momento, permitiendo que las manos de Charles lo envolvieran por completo. Sentía su cuerpo ceder ante cada caricia, cada beso, y por primera vez en mucho tiempo, no tenía que preocuparse por nada. Charles estaba al mando, y eso era todo lo que importaba.
-Eres mío -murmuró Charles contra su piel, dejando besos lentos por su cuello-. Siempre has sido mío, ¿no es cierto?
Max dejó escapar un suspiro, su cuerpo tenso bajo el dominio de Charles, pero sus labios formaron una sonrisa satisfecha.
-Sí... -respondió en un susurro, entregándose por completo.
Charles sonrió, sabiendo que esa era la respuesta que quería escuchar.
Che no sean garcas,tiren ideas me estoy quedando sin.Recuerden votar!!!
Los quieroo💗