La lluvia caía con fuerza sobre la pista, envolviendo el circuito en una neblina gris que dificultaba la visibilidad. Max Verstappen bajó del coche y miró a su alrededor, empapado y agotado tras una dura jornada de clasificación. El paddock estaba casi vacío, pero a lo lejos, divisó una silueta que le resultaba familiar. Sonrió débilmente al reconocer a Carlos Sainz, quien parecía esperarlo con los brazos cruzados, luciendo un gesto divertido en su rostro.
Carlos se acercó, sacudiendo la cabeza. "¿Otro día más bajo la lluvia, eh, Maxito?"
Max rodó los ojos. "Sí, parece que el clima no está de nuestro lado. Pero al menos tú tienes algo de suerte hoy, ¿no?"
Carlos se encogió de hombros, siempre con esa energía despreocupada que Max admiraba. Era un amigo, un bromista incansable, y alguien con quien podía desahogarse después de los momentos tensos en la pista. Pero últimamente había algo más en sus interacciones que despertaba una extraña sensación en Max, como si estuviera siempre al borde de algo, algo que no podía terminar de entender.
-¿Estás listo para los vídeos de esta tarde? -preguntó Carlos, con una sonrisa traviesa-. Tengo ideas absurdas, y ya sabes que la gente ama cuando hacemos estas tonterías juntos.
Max asintió, aunque su mente estaba en otra parte. Era cierto que él y Carlos solían crear mucho contenido para el canal de F1, vídeos tontos y divertidos que el público adoraba. Las risas, las bromas entre ellos... siempre había sido natural. Pero últimamente, notaba algo más. No era solo camaradería o bromas inofensivas. Había miradas largas, sonrisas que se quedaban más tiempo del necesario. Incluso un ligero toque en el brazo que hacía que su piel hormigueara. ¿Carlos sentía lo mismo o era simplemente un bromance exagerado para las cámaras?
Sin embargo, había otra persona en su vida que lo mantenía confundido y con una carga mucho más profunda: Charles Leclerc. No entendía cómo, ni cuándo, pero algo entre ellos había cambiado. Al principio, sus interacciones eran estrictamente profesionales, competidores en la pista y ocasionales amigos fuera de ella. Pero en las últimas semanas, algo había comenzado a crecer entre ellos, algo más intenso, más íntimo. Y aunque Charles era siempre atento, a veces parecía distante, como si guardara secretos.
-Oye, ¿todo bien? -la voz de Carlos lo sacó de su ensueño.
Max sacudió la cabeza. -Sí, sí. Solo... un poco cansado, eso es todo.
Carlos lo miró con una mezcla de preocupación y diversión. -No te preocupes, Maxito. Vamos a reventar esos vídeos y después te invito una cerveza. Necesitas relajarte un poco.
Max asintió, sonriendo débilmente. "Gracias, Carlos. Lo necesito."
Más tarde, en el set improvisado para grabar los vídeos, la atmósfera era ligera y llena de risas. Las bromas eran constantes, y Carlos estaba en su elemento, lanzando comentarios ingeniosos y asegurándose de que la cámara captara todos sus momentos juntos. Max no podía evitar reírse, pero cada vez que Carlos lo miraba directamente, sentía ese extraño nudo en el estómago. Como si estuviera esperando algo más.
A lo largo de las semanas, los rumores comenzaron a circular por el paddock. Se veía a Max más cerca de Carlos que de Charles, y había quienes empezaban a especular si había algo entre ellos. La prensa se emocionaba cada vez que los veían juntos, y las teorías no tardaron en llegar. ¿Eran más que amigos? ¿Había algo oculto detrás de tantas bromas?
Pero la realidad era mucho más compleja. Max mantenía una relación mucho más privada y profunda con Charles, pero no era algo que quisieran compartir con el mundo. Charles siempre había sido reservado, y Max respetaba su deseo de mantener las cosas en privado. Sin embargo, las constantes interacciones con Carlos empezaban a confundir a todos, y en algún punto, incluso a él mismo.
Una noche, después de una cena con el equipo, Max regresó a su hotel y encontró un mensaje en su teléfono. Era de Charles. "Te espero en mi habitación. Necesitamos hablar."
Max sintió un escalofrío recorrerle la espalda mientras subía las escaleras. Cuando abrió la puerta, encontró a Charles de pie junto a la ventana, mirando la ciudad iluminada. Su rostro, como siempre, era hermoso, pero había algo en su expresión que lo hacía parecer más vulnerable de lo habitual.
-¿Qué pasa? -preguntó Max suavemente, cerrando la puerta tras de sí.
Charles no se giró de inmediato. -He visto los vídeos con Carlos. Las bromas... las risas. -Finalmente, se volvió para mirarlo, sus ojos verdes fijos en los de Max-. ¿Es solo eso, bromas?
Max sintió cómo su corazón se aceleraba. No esperaba que Charles mencionara a Carlos, y mucho menos de esa manera. Pero entendía de dónde venía la preocupación.
-Es solo contenido, Charles -respondió, acercándose lentamente-. Sabes que entre Carlos y yo no hay nada... real.
Charles lo miró intensamente durante un largo momento, evaluando sus palabras, buscando algo en su mirada. Finalmente, soltó un suspiro y se acercó a Max, envolviéndolo en un abrazo firme.
-Lo sé. -Su voz era apenas un susurro contra el cuello de Max-. Pero odio cuando todos piensan que estás más cerca de él que de mí. A veces... no puedo evitar sentirme inseguro.
Max lo abrazó con más fuerza, sintiendo el latido del corazón de Charles contra su pecho. Era irónico. El mundo pensaba que él y Carlos tenían algo, pero la verdad era que su corazón siempre había pertenecido a Charles.
-Nunca he estado más cerca de nadie que de ti -murmuró Max, inclinando la cabeza para capturar los labios de Charles en un beso suave pero intenso. El calor que brotó de ese contacto fue suficiente para borrar cualquier duda, cualquier incertidumbre.
Charles lo besó de vuelta, más profundo esta vez, como si quisiera asegurarse de que Max entendiera sus sentimientos. Cuando finalmente se separaron, Max pudo ver la confianza restaurada en los ojos de Charles.
-Carlos y yo solo somos amigos. Es para los vídeos, nada más -dijo Max, con una sonrisa suave-. Tú eres el único con quien quiero estar.
Charles sonrió, esta vez con verdadera tranquilidad, y acarició suavemente el rostro de Max. -Eso es todo lo que necesitaba escuchar.
Y en ese momento, Max supo con certeza que, aunque el mundo pudiera confundir su relación con Carlos, solo Charles tenía su corazón, su alma, y su futuro.
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