Desde aquel primer abrazo en el comedor, Charles no pudo evitar sentir una punzada de frustración cada vez que veía a Max cerca de Carlos. Aunque ambos alfas competían constantemente en la pista, fuera de ella la tensión entre ellos había tomado otro matiz: Charles ya no solo veía a Carlos como su rival, sino como una barrera que le impedía acercarse a Max.Decidido a llamar la atención de Max, Charles comenzó a intentar pequeñas "hazañas" para impresionarlo, cada una más exagerada que la anterior. Una tarde, mientras todos los pilotos estaban reunidos en el área de simulación, Charles se las arregló para hacer la vuelta más rápida en una pista nueva y se aseguró de mencionarlo con un tono casual, pero claramente buscando la aprobación de Max.
—Vaya, mira eso —le dijo a Max con una sonrisa triunfal—. No muchos logran esa vuelta a la primera.
Max solo le dedicó una sonrisa cortés, pero apenas unos segundos después, sus ojos se desviaron hacia la puerta, donde acababa de entrar Carlos. Sin dudarlo, Max se levantó y caminó hacia él, dejándolo a Charles sin palabras y sintiendo cómo esa punzada se hacía más profunda.
—¿Cómo te ha ido en la pista, Carlos? —preguntó Max, sus ojos brillando al verlo.
Carlos respondió con una sonrisa y, sin aviso, lo rodeó por la cintura, dándole un abrazo desde atrás, apoyando su mentón en el hombro de Max. Max se rió, golpeando suavemente las manos de Carlos que descansaban en su abdomen.
—No seas tonto, Carlos. Todos están mirando —susurró Max, aunque su sonrisa traicionaba lo encantado que estaba.
—¿Y qué importa? —replicó Carlos en voz baja, apretándolo un poco más—. Me gusta que todos sepan quién me interesa.
Max sonrió, apoyando sus manos sobre las de Carlos mientras disfrutaban del momento. Charles, que había presenciado la escena desde la distancia, sintió cómo su paciencia se agotaba. Decidió intentarlo otra vez, esta vez durante la cena en el comedor común. Se sentó frente a Max y comenzó a contar una historia dramática sobre una de sus carreras más difíciles, añadiendo detalles heroicos para captar su atención. Pero una vez más, antes de que pudiera siquiera llegar a la mitad, Max giró la cabeza al sentir la presencia de Carlos a su lado.
—¿Quieres comer conmigo, Max? —le ofreció Carlos, con una sonrisa cómplice.
Max apenas dudó un segundo antes de levantarse, dejando a Charles con su historia a medias. Y mientras se iba, Charles solo pudo ver cómo Carlos le rodeaba los hombros con un brazo, llevándolo hacia la mesa del fondo y susurrándole algo que hizo que Max riera de manera genuina.
Frustrado, Charles no se dio por vencido. Al día siguiente, decidió cambiar de estrategia y, durante una sesión de entrenamiento, se colocó justo frente a Max, mostrando una postura firme y confiada.
—Max, ¿qué opinas de entrenar juntos alguna vez? Podríamos mejorar mucho si practicamos juntos —le sugirió Charles con una sonrisa que intentaba ser natural.
Max parpadeó, pero antes de que pudiera responder, Carlos apareció a su lado y le pasó un brazo por la cintura, atrayéndolo hacia él.
—Perdón, Charles, ya tenía planes con Max. Quizá para otra ocasión —respondió Carlos en tono despreocupado, sin siquiera mirar a Charles.
Max solo asintió con una sonrisa, y se dejó guiar por Carlos fuera de la zona de entrenamiento. Mientras se alejaban, Max murmuró en tono burlón:
—Eres un tonto, ¿lo sabías?
Carlos se rió y respondió con una mirada divertida:
—¿Y tú no? Vives dejándote arrastrar por un tonto.
Max no pudo evitar reír, abrazándolo con cariño mientras caminaban juntos, como si estuvieran solos en el mundo. Charles observaba todo desde lejos, incapaz de entender cómo alguien tan centrado y profesional como Max podía caer tan fácilmente bajo el encanto de Carlos.
Con el tiempo, Charles comenzó a aceptar la realidad. Se encontraba en su habitación, reflexionando sobre cada una de sus intentonas fallidas y comparándose con Carlos. Y, en ese momento, todos los defectos de sí mismo empezaron a acumularse en su mente.
"¿Qué tengo yo de especial?", pensaba con una tristeza que no podía ocultar. "A veces me concentro demasiado en lo que quiero, y soy incapaz de mostrar mis sentimientos de manera natural. Con Max siempre intenté demostrar lo bueno que soy en la pista, lo exitoso que puedo ser, pero... él nunca buscó eso en mí. Siempre buscó a alguien que lo aceptara tal y como es, que lo entendiera y que, por encima de todo, le brindara un lugar seguro. Carlos nunca se preocupó por demostrarle nada ni por competir por su atención. Él simplemente estuvo ahí, de manera honesta y directa. Quizá eso fue lo que Max vio en él. La tranquilidad, la seguridad, esa autenticidad que yo nunca logré mostrarle."
Charles cerró los ojos, intentando contener la tristeza que lo embargaba. Aceptó, con un suspiro resignado, que el lugar que siempre quiso ocupar en el corazón de Max ya estaba lleno, y no era él quien lo ocupaba.
Con el corazón pesado, Charles entendió que tendría que dejar ir su deseo por Max. La relación entre Max y Carlos era algo que él no podía cambiar ni competir. Con un último pensamiento triste, se prometió a sí mismo aceptar esta realidad, aunque doliera, aunque significara renunciar a algo que creyó poder alcanzar.
Mientras tanto, Max y Carlos disfrutaban de una tarde juntos en el paddock, rodeados de risas y conversaciones sinceras. Sin que Carlos se diera cuenta, Max le miraba con un cariño que ya no escondía, y Carlos, notando esa mirada, le dedicaba sonrisas tiernas y abrazos sorpresivos, sin importarle lo que los demás pensaran.
Charles los vio una última vez desde lejos, y aunque su pecho seguía doliendo, sabía que era hora de seguir adelante.
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