En una noche de cielos tormentosos, donde el viento azotaba con fuerza las ventanas del hotel, Charles Leclerc y Max Verstappen se encontraban solos, alejados del bullicio y la presión del mundo de la Fórmula 1. Los últimos rayos de luz se desvanecían en el horizonte, y la oscuridad comenzaba a envolverlo todo. Adentro, la única fuente de luz provenía de una pequeña lámpara en la esquina, que proyectaba sombras danzantes en las paredes.
La habitación estaba impregnada de un silencio denso, solo roto por el sutil sonido de la canción "Morfeo" de Wos que Charles había puesto en su teléfono. La melodía, con sus notas profundas y letras cargadas de emoción, flotaba en el aire, resonando como un eco en la mente de ambos. Charles se mantenía de pie junto a la ventana, su figura recortada contra la luz tenue de la luna que lograba colarse entre las nubes. Su semblante era sereno, pero en sus ojos brillaba una determinación feroz.
Max, sentado en la cama, lo observaba en silencio. Siempre había visto a Charles como un rival, un oponente digno de respeto y admiración en la pista. Pero en este momento, la dinámica entre ellos era diferente. Charles no era solo un adversario; era alguien que lo conocía, que entendía sus miedos y sus deseos más profundos. Y esa conexión, aunque silenciosa, era más fuerte que cualquier batalla que hubieran librado sobre el asfalto.
Charles se giró lentamente, sus ojos clavándose en los de Max. Con cada paso que daba hacia él, el ambiente parecía cargarse más y más, como si el aire mismo se electrificara con la energía que ambos irradiaban. Max, a pesar de ser conocido por su carácter indomable, sintió cómo su respiración se aceleraba. Había algo en la forma en que Charles lo miraba, en la intensidad de su presencia, que lo desarmaba por completo.
—¿Sabes, Max? —dijo Charles, su voz baja y firme—. Siempre he admirado tu fuerza, tu determinación. Pero esta noche... esta noche no se trata de competir. Se trata de nosotros, de lo que realmente queremos.
Max tragó saliva, su corazón latiendo con fuerza. Podía sentir el poder de Charles, la manera en que su sola presencia lo dominaba sin necesidad de palabras. Charles se sentó a su lado, su mano rozando la de Max con suavidad, pero con una firmeza que no dejaba lugar a dudas.
—Déjate llevar —susurró Charles, acercándose más, sus labios a centímetros de los de Max—. Déjate caer en este sueño conmigo.
La letra de "Morfeo" resonaba en los oídos de Max, como si la canción hablara directamente a su alma. El mundo exterior se desvanecía, dejando solo la conexión entre ellos. Charles, seguro y dominante, lo guió hacia un lugar donde no había miedo ni dudas, solo el deseo puro e inquebrantable que los unía.
El beso que siguió fue lento, cargado de una pasión contenida durante demasiado tiempo. Charles tomó el control, sus manos firmes sosteniendo a Max, quien se dejó llevar, entregándose por completo. Era un baile entre dos fuerzas poderosas, pero en este momento, Max cedió, permitiendo que Charles lo guiara, confiando en él como nunca antes había confiado en nadie.
La noche avanzó, y con cada caricia, con cada susurro, la conexión entre ellos se profundizaba. Charles, siempre atento, supo cuándo avanzar y cuándo retroceder, manejando la situación con una precisión y cuidado que solo él podía ofrecer. Max, perdido en la intensidad del momento, sintió cómo cada barrera que había construido a lo largo de los años se derrumbaba, dejando al descubierto un lado de sí mismo que rara vez mostraba.
Finalmente, cuando la canción terminó, dejando un silencio cargado de emociones en su lugar, Charles se apartó un poco, observando a Max con una suavidad que contrastaba con la intensidad de los momentos previos.
—Morfeo —susurró Max, en referencia a la canción que había servido como telón de fondo para su encuentro—. Esto es un sueño, ¿verdad?
Charles sonrió, acariciando suavemente el rostro de Max.
—Si es un sueño, Max —respondió Charles—, entonces no quiero despertar nunca.
Max cerró los ojos, permitiendo que la calidez de las palabras de Charles lo envolviera. En ese instante, comprendió que, aunque la realidad los separara en muchos aspectos, en ese sueño, en ese espacio solo de ellos, estaban unidos de una manera que nadie podría romper.
Amo a Wos y amo el Lestappen,no había nada mejor que hacer.
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