La calma habitual del comedor común se vio interrumpida de repente cuando una voz femenina resonó por todo el lugar, llamando la atención de los pilotos y miembros del equipo que charlaban tranquilamente.
—¡Max Emilian Verstappen! —exclamó la voz, firme y clara.
Todos en la sala giraron la cabeza de inmediato, sorprendidos tanto por el tono como por el uso del nombre completo de Max. Para la mayoría, fue la primera vez que escuchaban que el famoso piloto tenía “Emilian” como segundo nombre. Algunos pilotos intercambiaron miradas de sorpresa; ni siquiera sabían que alguien más en el paddock llamaría así a Max.
Al escuchar su nombre completo, Max apareció en el comedor con expresión de confusión, dirigiéndose hacia donde venía el llamado. Detrás de él, Carlos entró casi al mismo tiempo, conteniendo una sonrisa y no perdiendo la oportunidad de unirse a la broma.
—¡Maximilianoooo, por fin vienes! —dijo Carlos, imitando el tono burlón de la hermana de Max y exagerando su nombre de una manera que hizo que algunos de los pilotos soltaran una risa contenida.
Max rodó los ojos, visiblemente avergonzado pero sin perder su semblante serio.
—¿Qué pasa, Victoria? —preguntó Max, frunciendo el ceño mientras se acercaba a su hermana, que esperaba a pocos metros.
Los otros pilotos observaban la escena con atención, sorprendidos por el evidente parecido entre los hermanos Verstappen. Victoria y Max compartían los mismos ojos y gestos, lo que hacía inconfundible el lazo familiar. Sin embargo, lo que más sorprendió a los demás era la comodidad y confianza que Carlos demostraba al hacer bromas tan cercanas, cosa que Max no solía permitir.
Mientras los tres hablaban, Victoria se inclinó un poco hacia ellos, bajando la voz, y tanto Max como Carlos hicieron lo mismo para escucharla mejor. Fue en ese momento que Carlos aprovechó la cercanía para deslizar una mano por la cintura de Max, un gesto suave pero firme que Max pareció aceptar sin dudar. Ninguno de los dos mostró incomodidad, aunque algunos pilotos, que observaban atentamente desde sus asientos, intercambiaron miradas de asombro. Ver a Carlos tocar a Max de una manera tan íntima, y notar que Max lo permitía sin molestia, fue una sorpresa.
La conversación entre Max, Victoria y Carlos continuó como si nada, con los tres sonriendo y hablando en voz baja, ignorando por completo las miradas curiosas que los rodeaban. Cuando finalmente Victoria se despidió, abrazó tanto a su hermano como a Carlos, dándoles un cálido adiós. Max y Carlos la vieron marcharse, y luego se encaminaron juntos hacia la salida del comedor, conversando de manera animada. Carlos mantenía su mano firme en la cintura de Max, como si fuera lo más natural del mundo, y Max no parecía tener intención de apartarse.
Los otros pilotos, que habían seguido la escena desde el inicio, no pudieron evitar comenzar a murmurar entre ellos apenas se marcharon.
—¿Notaste lo de la mano? —murmuró uno, inclinándose hacia su compañero.
—Sí, y Max no dijo nada. Es... raro, ¿no? —replicó otro, visiblemente intrigado.
—Yo nunca había visto a Max tan cómodo con alguien así —dijo un tercero—. Parece que hay algo más entre ellos.
Las miradas y comentarios no hicieron más que alimentar la sospecha en el paddock. Algunos pilotos comenzaron a hacer apuestas discretas sobre si realmente había algo entre Max y Carlos, mientras que otros intentaban recordar si habían visto otros gestos similares en el pasado. A medida que pasaban los minutos, los rumores empezaron a circular, y pronto todos en el comedor sabían de la escena entre Max y Carlos.
Mientras tanto, Max y Carlos caminaban por los pasillos del paddock, sin saber que habían dejado una ola de rumores a su paso. Carlos, con una sonrisa, finalmente soltó su mano de la cintura de Max y le lanzó una mirada cómplice.
—Así que… Maximiliano, ¿eh? —dijo con una risa contenida.
Max le dio un leve empujón, sonriendo a regañadientes.
—No te hagas el gracioso, Sainz.