Max Verstappen y Charles Leclerc llevaban ya un año con el pequeñogatito Jules, un año en el que habían construido una vida compartida llena de momentos felices, desafíos profesionales y una profunda conexión. En medio de sus agitadas vidas como pilotos de Fórmula 1, habían encontrado en Jules, un pequeño gatito blanco y negro, una fuente constante de alegría y compañía. Jules era todo lo que habían esperado: mimoso, tranquilo y, sobre todo, hambriento. Su voraz apetito era siempre motivo de risas entre Max y Charles, quienes disfrutaban viendo cómo el pequeño gato devoraba su comida con entusiasmo.
Sin embargo, las últimas semanas habían sido especialmente complicadas. Entre las reuniones con patrocinadores, el interminable papeleo y las negociaciones de contratos, tanto Max como Charles se encontraban agotados y, lamentablemente, con poco tiempo para dedicarle a Jules. El gato, aunque siempre comprensivo y paciente, había comenzado a mostrar signos de soledad. Fue en medio de este frenesí de responsabilidades que la idea de adoptar un segundo gato comenzó a tomar forma.
Una tarde, mientras regresaban de una reunión particularmente larga y tediosa, Max y Charles caminaban por una calle tranquila, conversando sobre los desafíos del día, cuando de repente Charles se detuvo en seco.
“Max, mira eso,” dijo, señalando un pequeño bulto anaranjado y blanco acurrucado junto a un contenedor de basura.
Max siguió la dirección de su mirada y vio a un gatito de pelaje desaliñado y ojos grandes que los observaba con desconfianza. El gato tenía las orejas ligeramente dobladas, señal de que había pasado frío o hambre, y aunque su mirada era dura, había algo en ella que conmovió a ambos.
“Parece que ha tenido una vida difícil,” comentó Max, dando un paso hacia el gato con cautela. “Es raro ver un gato así por aquí. Debe haber sido abandonado.”
Charles se agachó lentamente, extendiendo la mano hacia el gatito, quien retrocedió un poco, pero no huyó. “Hola, pequeño,” murmuró Charles con suavidad. “¿Estás perdido?”
El gato no respondió, claro, pero tampoco huyó. Después de unos minutos de tenso acercamiento, finalmente permitió que Charles lo tocara. Su pelaje era suave pero enredado, y se veía que había sido un gato hermoso antes de caer en las dificultades de la vida callejera.
-¿Lo llevamos a casa?-preguntó Charles, mirando a Max, quien ya sabía la respuesta.
-Claro,- respondió Max con una sonrisa.-Jules podría necesitar un amigo, y este pequeño parece necesitar un hogar.
Así, con el gatito anaranjado y blanco en brazos, regresaron a casa. Durante el camino, Charles y Max discutieron sobre el nuevo miembro de la familia, preocupados por cómo Jules reaccionaría.
-Es un poco arisco,-comentó Charles, observando cómo el gato mantenía una distancia prudente, incluso mientras era sostenido.
-Es comprensible,-respondió Max. -Seguramente ha pasado por mucho. Pero se parece un poco a mí, ¿no crees? Al principio, no tan amistoso, pero una vez que confía, es un amor.
Charles se rió ante la comparación.
-Sí, lo es. De hecho, me recuerda a ti la primera vez que te conocí.
Cuando llegaron a casa, Max y Charles se tomaron su tiempo para presentarle el nuevo gatito a Jules. De inmediato, Jules se acercó, olfateando al recién llegado con curiosidad. El pequeño gato anaranjado se mantuvo firme, observando a Jules con cierta reserva, pero sin mostrar signos de agresión. Después de unos momentos de tenso intercambio de miradas y olfateos, Jules decidió que no había peligro y se alejó con la dignidad característica de un gato que había decidido que todo estaba bajo control.
-Bueno, parece que Jules lo acepta,-comentó Max aliviado.
-Ahora solo necesitamos un nombre para este pequeño,-dijo Charles, acariciando suavemente al gato que había empezado a relajarse en sus brazos.-¿Tienes alguna idea?.
-Yo ya elegí el nombre de Jules, así que esta vez te toca a ti,- dijo Charles, devolviéndole la responsabilidad con una sonrisa juguetona.
Max se quedó pensativo por un momento, observando al pequeño animal que ahora se acurrucaba, agotado por los eventos del día.
-Es un gatito lindo, naranja... y suave... ¿Qué te parece ‘Kin’? Significa ‘oro’ en japonés. Me lo enseñó Yuki. Tiene sentido, ¿no? Es un pequeño tesoro.
Charles asintió, encantado con la idea.
-Kin será. Además, le queda perfecto,-dijo, inclinándose para darle un pequeño beso a Max en la mejilla, gesto que Max devolvió con una sonrisa afectuosa.
Los días siguientes fueron un período de adaptación. Kin, como era de esperarse, se mostró distante al principio. Pasaba gran parte del tiempo escondido en rincones oscuros de la casa, observando a sus nuevos dueños y a Jules desde la distancia. Max y Charles, aunque preocupados, le dieron su espacio, sabiendo que necesitaba tiempo para acostumbrarse a su nuevo entorno.
Jules, por su parte, actuó como un hermano mayor paciente. De vez en cuando, se acercaba a Kin, ofreciéndole un juguete o simplemente su compañía. Kin, aún receloso, aceptaba la presencia de Jules sin mucho entusiasmo, pero poco a poco, la barrera comenzó a romperse. Una noche, Charles entró en la sala de estar y se encontró con una vista que le calentó el corazón: Jules y Kin dormían juntos, acurrucados en una manta.
-Max, ven a ver esto,-susurró Charles, llamando a Max para que también disfrutara de la escena.
-Sabía que se llevarían bien,- dijo Max, sonriendo mientras observaba a los dos gatos, ahora más unidos que nunca.
El proceso de adaptación de Kin no solo fortaleció el vínculo entre los gatos, sino también entre Max y Charles. Ambos se dieron cuenta de lo importante que era para ellos compartir estos momentos simples, de cuidar de una vida que dependía de ellos. Aunque sus vidas seguían siendo frenéticas y llenas de responsabilidades, sabían que siempre podrían encontrar consuelo y felicidad en su hogar, donde Jules y Kin los esperaban, dispuestos a llenar sus días de amor y compañía.
A medida que pasaban las semanas, Kin comenzó a mostrar su verdadero carácter. El gato que había sido arisco y distante al principio, ahora se acercaba a Max y Charles para recibir caricias, ronroneando con satisfacción. Sus momentos de juego con Jules se hicieron más frecuentes, llenando la casa de risas y ruidos de patitas corriendo.
Max y Charles, viendo cómo Kin se integraba en su pequeña familia, sabían que habían tomado la decisión correcta. Su hogar, antes lleno de risas y carreras, ahora también resonaba con los suaves ronroneos de Kin, quien había encontrado en ellos un refugio seguro, y en Jules, un compañero de vida.
La vida continuó, con las carreras, los contratos y las tensiones propias de su trabajo, pero cada noche, cuando se acurrucaban juntos en el sofá, con Jules a un lado y Kin al otro, Max y Charles sabían que no importaba lo que el día siguiente trajera. Juntos, y con sus dos pequeños compañeros felinos, podían enfrentar cualquier desafío.
Buenaaas,perdón por no actualizar estoy a full con las pruebas y trabajos.
Espero les halla gustado!!,recuerden pedir lo que quieran,ship o escena.
Chauuu,gracias por la paciencia!💗