CAPÍTULO CINCO
ADRIANNA
14 de Septiembre de 2015
Primer día de clase y mi cumpleaños. ¿Se podría tener peor suerte en la vida? Todos los años era el mismo drama.
Salí de la cama. Me había despertado hacía unos cinco minutos, pero me quedé tumbada en esta pensando y mirando los edificios de mi ciudad a través de la ventana.
Sabía que no había nadie en casa porque sino ya estarían metiéndome prisa por llegar tarde o cualquier otra estúpida excusa que se les ocurriera a mi madre, mi padre o Markus. Markus... Echaba de menos a mi hermano, con la Universidad y el cambio a su nuevo piso solo lograba verlo unas pocas horas al día. En estos momentos estaría de camino a clase.Puse un pie fuera de la cama y me dirigí a la ducha hacia el baño de mi habitación. Pero de camino, escuché el típico tono de llamada de Skype y cambié el rumbo hacia el portátil que había en mi escritorio, decorado con miles de pegatinas de grupos de rock y demás chorradas que hasta yo misma había dibujado. Le di al botón de descolgar, era Markus, el cual estaba sentado en el suelo con cajas a su alrededor.
—Felicidades, Adrianna, ¿qué tal llevas ser un año más vieja que ayer?
—La verdad es que bastante mal, me acabo de ver una cana incluso. Oh, espera, me estoy viendo en el reflejo de la ventana y... ¿lo que tengo son patas de gallo?
—Tanto humor como siempre, ¿no Adri?
—Me conoces bien, M —me encantaba llamar M a mi hermano de pequeña—. Por cierto, ¿qué tal lo llevas con tu nuevo piso de soltero? ¿Ya has tenido alguna ligue de una noche?Y entonces vi cómo la cara de Markus decaía de manera bastante notoria, mala señal. Sus ojos empezaron a llenarse de lágrimas.
—Eh, tú, no pasa nada, hay millones de chicas en el mundo, pronto conseguirás olvidar a esa per...
—No hace falta que la insultes...
—¡Te ha puesto los cuernos! ¡Voy a llamarla como me salga del coñ...!
—¡Adrianna!
—Uf,vale... Bueno, voy a tener que ir preparándome ya, te echo mucho de menos, M.
—He de admitir que yo a ti también... Luego hablamos. Por cierto, yo que tú miraría en el baño, hay una sorpresa para ti —dijo sonriendo y colgó antes de que pudiera decir nada más.Cerré el portátil y me dirigí rápidamente al baño. Comencé a quitarme el pijama y antes de poner un pie en la ducha, descubrí un paquete bastante grande dentro de esta, ¿cuándo y cómo la habían puesto ahí sin que me enterase? Lo abrí rápidamente y me encontré con una nueva guitarra. ¡Era la que había visto en una tienda hacía poco! Quise llamar a Markus para agradecérselo fervientemente, pero miré la hora y me di cuenta de que se me estaba haciendo tarde, así que dejé la guitarra apoyada contra el WC y me metí de golpe en la ducha. Lavé mi pelo, enjaboné mi cuerpo, me aclaré y salí para secarme con una toalla en menos de cinco minutos.
Salí del baño desnuda (de todas formas nadie iba a poder verme) y comencé a vestirme con la ropa que tenía en el escritorio desde la noche anterior. Otro uniforme distinto en mi vida, este aún más aburrido que los demás, aunque yo le di mi cierto toque personal.
Me puse mi ropa interior y empecé a colocarme la falda gris, a la que le había añadido un volante de tul negro por debajo, luego las calzas, también grises y como elección de zapatos, frente a los aburridos náuticos negros me decanté por mis botas Dr. Martens con cordones amarillos, finalmente me puse la camisa blanca, la abotoné y metí por dentro de la falda, colocándome un tirante amarillo, a juego con los cordones, en el hombro y dejando el otro caer. Volví de nuevo al baño, me sequé el pelo y quedó completamente liso, lo cepillé un poco y al mirarme en el espejo contemplé mi piercing de la nariz, el del labio y el que tenía en la lengua. También me fijé en los tatuajes que se asomaban un poco por el cuello de la camisa y cómo contrastaban con el color de esta última.
Al salir, cogí mi bandolera de cuadros negros, rojos y grises, el teléfono y las llaves, y metí estas ultimas en el interior de la bolsa que llevaba ya al hombro. Me acerque a la cocina, abrí la nevera y tomé el brick de leche, bebí directamente del cartón unos cuantos tragos y volví a dejar todo como estaba. Me limpié la boca con una manga y salí de casa mientras me ponía unos pendientes.
Eran las 07.40 y el instituto quedaba a unos cinco minutos a pie. Decidí ir a paso ligero y así poder tener un rato de tranquilidad en clase, antes de que el nuevo curso empezara.
Me senté en mi silla, o la que decidí que iba a ser la mía por el resto del curso en este aula. Saqué un libro de mi mochila y comencé a leer. Al levantar la vista para cambiar la hoja por octava vez me di cuenta de que ya no estaba sola en clase. Había un chico, el cual no me sonaba de nada, y una chica que se llamaba Heather. Me la habría cruzado un par de veces por los pasillos antes, no más. De golpe, como si solo pensar en la gente la hubiera invocado, empezó a llegar todo el mundo. Mientras que mi profesora, que llegaba tarde como casi todos los profesores del centro, comenzó a hablar. Entonces, se abrió la puerta y se escuchó un fuerte ruido que hizo eco en la enorme clase. Era una alumna nueva, el móvil se le había caído de las manos y se había estrellado contra el suelo. Mal comienzo.
Transcurrió la clase y no me estaba enterando de nada de lo que la tutora decía hasta que escuché mi nombre y alcé la vista. Iba a ser delegada. Genial. No hay nada que pudiera haberme hecho más feliz en este momento. Por favor, ¿sois capaces de notar el sarcasmo?
Al menos, no iba a "deleguear" sola, la tal Heather también iba a hacerlo conmigo.
Fantástico, también tenía que soportar a una rubia sin neuronas.
Sonó el timbre y me puse en pie, recogiendo mis cosas. Cuando estaba a punto de salir, escuché hablar a la señora Mickaelson.
—Señorita White, señorita Ferguson, seréis las encargadas de enseñarle el centro a los dos nuevos alumnos, el señor Humphrey y la señorita...
—McCartney —se escuchó de fondo, procedente de la alumna nueva, Oasis.Y salió con los demás dejándonos a los cuatro en la clase.
—Bueno —comencé—. Soy Adrianna, y el placer no es de ninguno, podéis llamarme Adri si lo preferís, a mí ni me viene ni me va. Tú eres Heather, la subdelegada, ¿o la delegada? Báh, tanto da. Tú has de ser, humm... -dije fijándome en el chico-. Sé tu apellido pero no tu nombre...
—Derek, yo soy Derek.
—Y tú eres Oasis, gran entrada por cierto, siento decirte que la mía a este maravilloso centro fue aún mejor. Cáete por las escaleras principales delante de los chicos guays de último curso en tu primer día y sabrás a lo que me refiero.
—No creo que me afectara caerme delante de esos chicos —contestó ella, sin cortarse un pelo.
—Ah, ¿no? —dije, cruzándome de brazos.
—No. No me gustan los chicos, así que me daría igual.
—¿Eres lesbiana? —dije, mirándola fijamente. No lo parecía, aunque supuse que había caído en el típico cliché de que todas las lesbianas son poco femeninas.
—Tampoco, soy asexual —dijo, mirándome con... ¿cara de asco?
—¿Asexuqué? —contesté, intentando averiguar que tipo de cara era... Asco, definitivamente me estaba mirando con cara de asco, ¿pero quién se creía?
—Que no le gustan ni los chicos ni las chicas —intervino Heather.
—Pues perfecto —dije colocando mi tirante—, acabemos esto cuanto antes. Ni me caéis bien ni yo a vosotros, así que no merecemos esta tortura ninguno.Y me dirigí fuera de clase mientras los otros tres alumnos me seguían. Pero, ¿quién me iba a decir que esto último que les dije no iba a ser del todo cierto?
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The Williamsburg Club
Teen FictionSeis chicas. Seis sueños. Un club. The Williamsburg Club. Oasis McCartney, Heather White, Ariel Hoffmann, Adrianna Ferguson, Casiopea Tiziano y Anastasia Rojas son seis completas desconocidas que por diversos motivos y por las vueltas que da la vid...