Introducción a Deadpunk

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En esta introducción vas a encontrar varios detalles referidos al mundo de Deadpunk. No es necesario que lo leas, pero puede que resuelva muchas de las dudas que seguramente irán surgiendo mientras avances en la novela.

Si querés obtener información sobre los personajes de la novela, podes dirigirte al ultimo capitulo o apartado, titulado "-Galería de personajes-".

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Las calles se encuentran oscurecidas, mojadas por la humedad. Algunas pequeñas luces suspiran y se tambalean en las pequeñas y gruesas ventanas. Ventanas anaranjadas por la acción del aceite del ambiente. Ventanas infinitas. Como si fuera un eco, a lo lejos, se escucha el viento, el ruido de los gigantes tubulares y las maquinas trabajando. Los derruidos edificios se multiplican por cientos de miles y se ven envueltos por una espesa capa de humo, de tierra, de suciedad, de contaminación. El aire es a penas respirable; muchos niños ya nacen con la capacidad de respirar menos oxigeno. De los infinitos edificios parecen emanar infinitas casas, como si estuvieran siendo vomitadas. Están sostenidas por maderas que parecieran estar a punto de quebrarse. A veces, aunque es raro, sucede. A partir del piso 900 podría decirse que aumenta a penas la calidad de oxigeno y eso queda lejos. Los edificios tienen miles de pisos. La forma de diferenciar a las distintas clases sociales o a la importancia de algunas personas es por el número de piso en el que viven.

Mucho más abajo, llegando a la base de esa pirámide, donde casi no llega luz aunque sea pleno día, el rio principal pasa trémulo a través de las pequeñas callecitas. Su constante siseo es embriagador, pero su contenido no. Es todo un símbolo de la decadencia de lo que alguna vez fue un espacio repleto de virtud, privilegiado. Hace cientos de años ese río fue el encargado de abastecer a toda una creciente ciudad de agua potable. La realidad actual es bastante distinta. Una sola gota de ese rio es suficiente para matar a cualquier ser humano debilitado y sin oxigeno. No quedan registros de qué pasó ni de cómo fue el lento declive hasta nuestros tiempos.

Deadpunk. Claro que ese no es el nombre real de la ciudad, pero cualquier persona que viva debajo del piso 3500 no tiene ni idea de cómo se llaman las cosas realmente. Por esa razón hay que inventarlas, o se escuchan... Primero comenzó como un susurro, después el término se fue multiplicando y finalmente todos los habitantes llamaron a la ciudad de ese modo. Fue una forma de mostrarse más unidos, de tener una identidad, de luchar por algo. Hoy los carteles con el nombre de la ciudad aparecen en calles, en negocios, en industrias, en productos. Esa ciudad perdida y olvidada en la que se puede vivir casi sin comida, se puede vivir sin un techo. Los avances tecnológicos incluso han permitido que se pueda vivir con escasa agua, pero no sin oxigeno. El oxigeno sigue siendo el motor principal de toda la ciudad.

Los grandes tubulares que se encuentran en el límite de Deadpunk, abastecidos por las infinitas y antiguas usinas de vapor, generan el tan preciado oro transparente. También son un mito. Los niños esbozan los dibujos de cómo se supone que son desde muy chicos. El lugar en el que están es un lugar al que se presume imposible de llegar sin una nave ultra. Nadie que viva en los suburbios la tiene o la ha visto jamás. Aún así, todos los días y por acción del viento, se los escucha sonar. Los tubulares, se supone, son gigantescas estructuras de forma cilíndrica impulsadas por vapor que absorben el aire contaminado y lo limpian, para convertirlo en oxigeno que después es digitalizado y vendido por distintas empresas del estado de manera virtual. Irónicamente, los habitantes de los suburbios viven rodeados de ese oro invisible, sin que la mayoría tenga el dinero suficiente como para pagar ese candado digital que tienen desde que nacen en el cuerpo y consumirlo. La gente muere por falta de oxigeno y el oxigeno esta codificado alrededor de ellos.

El proceso de limpieza de ese aire genera un extravagante e igualmente gigantesco sonido. Los tubulares están a cientos de miles de kilómetros. A esa distancia, es un sonido incluso musical, pero para un ser humano, estar presente en el momento de la producción y en ese lugar específico, lo mataría. Para la presión generada por el sonido, por las vibraciones, no sería difícil explotar un cuerpo humano. Las vibraciones son un enemigo formidable; no es el único enemigo. ¿Pero cómo es posible tener toda esta información sin haber visto jamás esos lugares?

Cada cierta cantidad de años, desde la parte más alta de la ciudad, es expulsado algún habitante. Por haber cometido un crimen, por algún tipo de segregación, por control poblacional. Las razones son de lo más variadas. Esos habitantes son los encargados de contarles a las personas detalles de cómo se vive arriba, de cuáles son los lujos, de cómo la mayoría del entramado social es utilizado con el fin de volver más lujosas sus vidas y mucho más. El sueño de cualquier habitante de Deadpunk es alcanzar el nivel social suficiente como para pasar a formar parte de la alta sociedad. Alta. Nunca mejor dicho. Mientras más arriba mas oxigeno, mientras más arriba, mejor. Nadie lo ha logrado, pero las promesas se extienden y multiplican como si fueran un virus y las promesas tienen más fuerza que cualquier otra cosa. Las promesas y la esperanza son el motor que mantiene vivo a cualquier habitante y la razón por la que trabajan.

Por supuesto, la gente ha ido ideando, desde hace muchísimos años, estrategias para llegar hasta la cima. Es por esa razón que existen los perros de neón. Perros mitad seres vivos mitad maquinas de matar, que se encargan no solo de destrozar a aquellos habitantes que han sobrepasado el límite de altura establecido, sino también a quienes se encuentran fuera del horario permitido para caminar por las calles. La mayoría son jóvenes con su mundo digital hackeado, lo que les da la posibilidad de no tener registrado el límite de altura, pero es muy peligroso. Los perros saben oler y cada estrato social tiene su olor desde nacimiento. Todas las personas nacen con un chip especial en su cabeza y en su cuerpo, que va desarrollándose y actualizándose con los años, dentro de una red. Los perros de neón están conectados a esa red y funcionan como una especie de opresión policial. Sus hocicos absorben el doble de oxigeno del ambiente que un ser humano y sus heces generan múltiples cantidades de contaminación, pero no son los únicos contaminantes.

Derruidos y oxidados vehículos a kerosene sobrevuelan la capa primaria de los suburbios (capa primaría se consideran unos 1500 pisos). Son los encargados de condensar la humedad y transportarla como agua en barriles hasta las usinas de vapor, donde se convertirán en energía para hacer funcionar los tubulares. Estas grandes y antiguas maquinas son una parte fundamental del proceso de oxigenación, pero también de la contaminación de la ciudad. Por la combustión de kerosene se liberan altos niveles de toxicidad al aire, mezclados con aceite. Todo lo cual "barniza" las construcciones, haciéndolas altamente toxicas. Curiosamente, también las vuelve altamente resistentes, por lo que esas casas suspendidas en medio de la nada, que parecen a punto de desplomarse, subsisten durante siglos. Obtener un trabajo en uno de esos vehículos se considera algo así como formar parte de la clase media. Todo trabajo debajo de ese lugar es inhumano.

Pero pertenecer a los suburbios no es lo peor. Lo peor son las drogas y entre todas ellas una en particular, que se llama "libertad". Es una droga espumosa y burbujeante, mitad digital, mitad liquida. Es de un color violeta intenso, que genera una alta dependencia. En general, sus consumidores más asiduos desarrollan cierta obsesión por el color violeta, por lo que suelen ir vestidos con este color, o teñirse el pelo con su particular tonalidad. A estos adictos se les llama "Velados" de manera despectiva y muchas veces forman parte de un grupo social que suele estar representado por contrabandistas, criminales, ladrones de vapor y hackers.

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