Hangar 32

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Música sugerida para el capítulo: "Lyde - State of Collapse".

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Jade pasa varias horas caminando sin encontrar algún tipo de acceso. Le duelen los pies y el cuerpo. Aunque el paisaje alrededor de los tubos no es más que el de unos pocos rayos iluminando el cielo, el reflejo de los metales la encandila. Bastos tubulares gigantes y pulidos van mezclándose con otros cubiertos de herrumbre. La zona parece extremadamente antigua. Alrededor no hay más que desolación.

Si hasta ese momento no han venido por ella está claro que ya no llegarán. Si la ciudad ha caído es probable que las oficinas gubernamentales estén más preocupadas por reiniciar el sistema que perseguir a una fugitiva. Claro que no es una fugitiva cualquiera. Jade es la razón de que Utopía haya caído. ¿Sabrán también que es la única capaz de reconstruir las capas digitales que destruyó? ¿Cuánto tardarán en darse cuenta de eso? Probablemente su padre no haya salido en su búsqueda porque no tiene idea de lo que ella quiere hacer. Nadie en su sano juicio querría bajar, ni si quiera jugando. Estarán ocupándose de otras cosas, total, Jade no irá a ningún lado.

—Me encantaría ver el rostro de ese idiota cuando salgan a buscarme y descubran que no estoy en ningún lado. Lástima que voy a perdérmelo. —Murmura Jade para sí misma.

Pasan algunas horas más y Jade aprovecha, entre duna y duna, para recostarse un poco y dormitar. Del final de un tubular al comienzo de otro hay un trecho que parece infinito y todos son más o menos iguales. Al levantarse bebé algo de agua que ha traído y después ingiere algunas barras de proteínas. Al menos tiene energía y agua. Lo que extrañamente falta, se ha ido dando cuenta con las horas, es oxigeno. El nivel del preciado oro transparente afuera de la ciudad es más bajo que en el centro. No solo eso, si bien los tubulares son increíblemente gigantes y la estructura parece una antigua fábrica de algo, no parece ser la fuente del oxigeno que hay arriba, ni abajo.

A través de los tubos, Jade camina un día entero. La sensación de no haber avanzado nada es enloquecedora. El paisaje parece no cambiar ni mutar en absoluto. Sigue caminando, sigue durmiendo, sigue alimentándose. Como no amanece ni anochece no parece pasar el tiempo y su cabeza comienza a pensar y reflexionar sobre todo lo ocurrido. ¿Cometió un error? Si es así ya es demasiado tarde. No queda más remedio que seguir. Delante de ella siguen apareciendo más y más tubos sin un patrón fijo aparente. ¿Qué está buscando?

Cuando han pasado dos interminables días de caminata, escalada y paisajes infinitamente iguales Jade comienza a perder la esperanza de encontrar una salida de ese laberinto, pero algo aparece. Sucede de pronto, como un espejismo. Al principio ella piensa que es su mente jugándole una mala pasada. Algún signo de lento descenso hacia la locura, pero no. Al seguir caminando y seguir acercándose lo ve. Hay una mancha a lo lejos, en uno de los tubulares. Los ha estado viendo durante días y conoce casi de memoria los colores, los herrumbres, los pulidos. Esto es distinto, es otra cosa. Hay algo allí que no tiene que ver con el resto del paisaje plateado.

Después de caminar unas largas y agotadoras horas, porque allí toda cosa esta muy lejos de la siguiente cosa, se encuentra delante de una puerta. Es increíble. Una mísera y austera puerta entre tanto tubo de metal y entre tanta inmensidad. Es una pequeña puerta de madera, pintada de verde y con herrajes de múltiples ornamentos pero cayéndose a pedazos. Sobre la puerta, en un derruido cartel que pudiera caerse de solo soplarlo, hay una palabra: "Hangar 32".

—¿Hangar? —Se pregunta Jade. —Este lugar no parece un espacio en donde uno guardaría una nave. Ni si quiera donde yo la estacionaría.

Después mira a sus costados, analiza el entorno. No hay rastros de ningún otro acceso, de ninguna ventana ni nada que se le parezca. No hay pisadas ni huellas de ningún tipo. Ningún ser vivo tampoco. Si esa puerta fue usada, fue hace mucho. En un salto de fe, esos a los que ya está acostumbrada, Jade agarra el picaporte y lo gira. La puerta hace un suave chirrido y se abre, lentamente. Jade espera unos segundos y sin pensarlo dos veces entra en aquel pozo oscuro, que parece devorarla de pronto. La puerta vuelve a cerrarse tras de ella y dentro todo es negritud.

Al ingresar activa automáticamente los visores nocturnos. De sus auriculares sale un pequeño modular que se posa sobre sus ojos y tras un pestañeo parece encenderse la luz. Si la inmensidad de la estructura de afuera la había sorprendido y pasmado, no puede dar crédito alguno a lo que está viendo delante de sus ojos. Estupefacta y parada sobre lo que parece ser una tarima que sirve de mirador y que tiene una escalera caracol que baja indefinidamente, aparece delante de ella una gran ciudad abandonada. Hay casas, edificios, departamentos, parques. Todo está atravesado por interminables caños. Pasan por las construcciones, salen del suelo, se meten por las calles. La distancia parece infinita. Sus ojos no alcanzan a entender donde termina aquello. A demás de eso, la ciudad se encuentra encerrada en una especie de domo, o más bien múltiples domos.

Por partes aparecen montañas, llanuras, bosques petrificados por algún tipo de sedimento o ceniza y grandes extensiones de pozos hondos. Es muy probable, y eso parecen, que hayan sido ríos, o lagunas, o estanques. Ahora están completamente secos. Las estructuras no parecen excesivamente antiguas, aunque si de una arquitectura art deco o new age. Es probable que aquella ciudad tenga no más de mil años, aunque jamás había escuchado hablar de ella. No sabe de dónde salió, no hay registro de algo así en los archivos de Utopía. No al menos en los oficiales o desclasificados.

Jade hace un rápido análisis biométrico y de calor. El radio del dispositivo de análisis es de unos cincuenta kilómetros. El número que arroja es cero. No hay ningún ser vivo, de ningún tipo, en ese radio. Nada, ni insectos, ni microorganismos. Manipulando el dispositivo el radio se aumenta a cien kilómetros, luego a doscientos. La lectura que arroja es exactamente la misma. ¿Qué sucedió allí? ¿Será ella el primer ser vivo pisando el hangar en mil años? No es lo único que le preocupa ni lo único que le da miedo.

No hay rastro alguno de operarios, ni de gente, ni de maquinas, ni de computadoras, ni de nada. ¿De dónde sale el oxigeno entonces? Bajando por las escaleras de caracol, tarea que le lleva varias horas porque esta a una altura de varios kilómetros, Jade llega al suelo. Una vez allí comienza a analizar la estructura de la ciudad. Esta semi enterrada, o más bien barnizada, con algún tipo de ceniza. En cuanto a los cimientos, son básicamente cimientos metálico flotantes virtualizados encerrados en un domo. Es decir, la misma tecnología que permite que Utopía "flote" y no se caiga sobre Deadpunk. Lo que llama la atención es que esta ciudad está dentro de un domo y a demás de eso dentro de una estructura de tubulares.

Tras algunos análisis más, Jade da con lo que podrían ser los supuestos tubos que inter conectan las dos ciudades. Lo intuye por la extensión y profundidad de los mismos. Si tiene alguna posibilidad de bajar abajo debe ser por uno de ellos, aunque tendrá que tomarse el tiempo suficiente para analizarlos. Tras unas horas, se da cuenta de que el oxigeno continua escaseando y aunque todavía puede respirar y sostenerse sin necesidad de oxigeno adicional, ya es más complicado y costoso que estar afuera. Por un momento pasa por su cabeza el miedo de no saber con que se encontrara debajo, como será respirar el aire de Deadpunk, cuanto le costara y que se sentirá llevar oxigeno adicionar virtualizado. No importa, ahora hay que descubrir como bajar.

NIRA en DeadpunkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora