La usina

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Música sugerida para el capítulo: "Miss 505 - Show ID".

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Los veinte metros pasan más lento de lo que cualquiera podría haber pensado. La alcantarilla, que en realidad no es tal pero se parece, es muy angosta. Se mueven con dificultad, mientras continúan escuchando el ruido y los temblores de lo que sucede sobre ellos. Cualquiera podría decir, estando ahí abajo, que el fin del mundo ha llegado. No creen que sea posible que escaneen sus ubicaciones, pero por las dudas deben moverse con más velocidad. 

—Chicos, esta vez hemos hecho demasiados destrozos. —Comunica, con preocupación, Jade. —Me temo que comencemos a tener un poco mas de "Fama".

—La fama ya la teníamos, aunque no de manera oficial. —Solloza Catusalém.

—A mi me sorprende poderosamente que haya sucedido todo esto. —Agrega Nira. —Era no más que un simple puerto en el conurbano de la ciudad. Todo aparentemente tranquilo, de noche. No debería haber sido una cosa difícil.

—Más de cuatro perros detrás nuestro me parece un exceso. —Dice Conrado.

—Y tenemos el detalle de la marca.

—¿Qué marca? —Pregunta Catusalém.

Llegan finalmente a la pequeña compuerta señalada por Conrado y comprueban si entre las hendijas se ve alguien. Nira le pide tiempo al gato para poder darle la respuesta. Está todo sumamente oscuro. Aguzan el oído. El entorno parece estar vacío. Igualmente, con displicencia, Conrado hace un rápido escáner de calor, que arroja la evidencia de que están solos en el lugar. Arriba subsisten algunas explosiones. En una de ellas, Nira le da una fuerte patada a la alcantarilla y esta vuela por los aires. El ruido no se ha escuchado demasiado fuerte.

—No quisiera hacerte enojar. —Le dice sonriente el gato.

Nira le devuelve la sonrisa y juntos ingresan en un pequeño cuarto con grandes tablones y muchas herramientas y artefactos electrónicos. El espacio es reducido, húmedo y oscuro. Un rápido pestañeo y la líder despliega desde sus auriculares un haz lumínico que envuelve la habitación en luz blanca. Al traspasar los tablones llegan hasta una puerta con pantalla digital.

—¡Un segundo! —Les dice Jade, que  casi automáticamente le envía a Nira las claves de acceso, que son relativamente sencillas. Al abrir la puerta, salen a la usina. 

Todos ellos, a excepción de Jade, no han estado nunca dentro de una usina de vapor. Han escuchado hablar de ellas claro, también han visto planos y las han dibujado muchas veces, como a los tubulares, pero esta es la primera vez en persona. Delante de ellos se materializa un inmenso taller, gigante. Tiene techos de zinc de unos veinte metros de altura e infinitos vidrios repartidos muy, muy pequeños. La mayoría de esos vidrios están laminados o ennegrecidos por el humo. El espacio tiene al menos setenta metros de largo y de ancho. En medio de todo ese gran centro operativo, hay una excesiva cantidad de tubos y caños de bronce y de cobre. Van cambiando de tamaño y comunicándose con igualmente infinitos botones, eyectores, distribuidores eléctricos, manivelas y disyuntores. Los pisos son mayormente de pinotea y otros tipos de madera.

—Es increíble que un lugar como este sea el encargado de producir el oxigeno. —Dice Catusalém.

—En realidad, —interrumpe Jade, —aquí el vapor pasa por un proceso de refinado y desintoxicado. Ese crudo que queda después es el que se envía a las fábricas que tienen los tubulares. Allí nace el oxigeno.

—Aguafiestas. —Murmura Conrado.

La quietud y el silencio en el taller es inmenso. Como si dentro de ese lugar existiera algún tipo de material aislante con el exterior. De pronto, tanto Nira como Catusalém parecen recordar que tenían una conversación pendiente.

—Son las patentes Cat. Después de desencriptar los códigos tendrían que haber recibido el número de patente del cargamento y en vez de eso recibí un símbolo, una especie de marca. —Le dice Nira, que después se acerca y se arremanga la chaquetilla, para mostrarle el brazalete en el que aun titila el misterioso corazón con manijas de reloj y cuchillos alrededor.

—Nunca había visto esto. ¿Se podrá vender? —Maúlla el gato.

—No lo creo. —Se ríe Nira. —Aunque lo que sí creo es que después de todo el esfuerzo nadie nos va a dar un peso por esto.

—Tenemos un acuerdo con los mineros. —Les recuerda Conrado.

—Supongo que si no pudimos conseguir el cargamento ese acuerdo va a tener que ser cancelado amiguito.

—Van a enojarse. —Suspira Catusalém.

—Ahora no importa, creo que necesitamos saber cómo salir de aquí. —Dice Nira.

Del otro lado de los mundos digitales de los tres presentes, la cuarta integrante se encarga de acceder a distintos sistemas para poder diagramar un espacio de tiempo seguro en el que puedan escapar. Le envía los planos a Nira y unos segundos después los distintos turnos de los operarios que llegaran bastante temprano a las instalaciones.

—Tengo muchas de las comunicaciones interceptadas en este momento, —les comunica la mujer medio cyborg, —y parece que ya nos han dado por perdidos. Es decir que no nos buscan más. Están comenzando a desalojar el perímetro y ya han aparecido drones chatarreros para poder llevarse la mayor cantidad de escombros y limpiar el lugar. Mañana llegarán temprano. Lo que resta queda en tus manos Nira.

Nira se mantiene desde hace algunos minutos dentro de su mundo digital, aunque escucha claramente lo que dice Jade. En su mente, se va desplegando el croquis de las instalaciones y los puntos de salida de los distintos componentes químicos del taller. La opción más sencilla es regresar por la misma alcantarilla por la que salieron, pero hay amplias posibilidades de que haya caído algo encima, o de que esté siendo vigilada por todo lo ocurrido. Lo mejor será meterse en los caños de desechos y salir justo en el espacio de tiempo en el que los operarios lo ponen en funcionamiento y antes de que descargan.

—¡Chicos! Tengo un plan. —Les dice Nira.

Entonces aprieta su auricular derecho y escribe imaginariamente en el aire unos códigos. Automáticamente llega a os visores digitales de sus amigos un mapa lleno de notas a pie, de cruces y de subrayados. 

—Nosotros estamos aquí. —Indica, señalando con un puntero virtual. —Aquí están los tubos de desechos, pero están bloqueados, cerrados. A las 4 de la mañana los operarios llegan y, según el diagrama que me envió Jade, 4:30 el mecanismo se pone en funcionamiento. Los tubos se abren para liberar los gases que pueden haber quedado guardados por presión y se abren las compuertas exteriores. Diez minutos después la maquina general comienza a verter los líquidos tóxicos que vienen de la refinería.

—Nira... —Le dice incrédulo, Conrado. —Son unos trescientos metros de tubos angostos.

—Pero cabemos bien. —Le contesta ella, con tranquilidad.

—Me refiero, —agrega el pequeño, suspirando, —a que tenemos diez minutos para atravesar esa distancia, nosotros tres, tratando de hacer el menor ruido posible y que... 

—Vamos a parar directamente al rio. —Interrumpe y agrega Catusalém.

—Déjenme hacer un relevo de la zona de los caños. —Suelta Conrado y se separa de los amigos, que siguen discutiendo sobre los pro y contra del escape ideado por Nira. 

Después de analizarlo por un largo periodo de tiempo, ambos llegan a la conclusión de que el plan tiene más contras que pros, pero también de que es la única forma de salir de ese lugar sin estar peligrosamente expuestos. Después de lo sucedido esa noche, no solo comenzaran a buscar con mas ahincó a un gato, una chica de pelo violeta y un niño de lentes, sino que toda la zona estará mucho mas vigilada. 

—¡Nira! —Grita desde unos metros de distancia Conrado. —Creo que necesitas ver esto.
Rápidamente, tanto la líder como el gato van hasta donde está el pequeño y él les señala un punto exacto en el taller, que se encuentra repleto de tachos con vapor. Delante de los tachos y con etiquetas finamente dibujadas, aparece nuevamente el símbolo del corazón con las manecillas y los cuchillos. Son unos veinte tachos que tienen "la marca".

—¿Tenemos competencia? —Maúlla Catusalém.

Nira esboza una media sonrisa de preocupación.

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