La fortaleza

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Música sugerida para el capítulo: "Hearing Damage – Tom Yorke". 

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Ha pasado un día y medio. Los semblantes se encuentran bastante tensos, las miradas concentradas, los puños apretados, las armas dispuestas. Un extraño hedor comienza a recorrer la casa exilĭum, perfumándolo todo. Conrado sabe exactamente lo que eso significa. Es el olor de la pronta batalla. Han pasado las últimas doce horas sin dormir, preparando cada uno de los artefactos, cada una de las armas. Cada gato y cada zorro han tenido una tarea específica y un trabajo asignado. El holodetector está terminado. Es un artefacto muy rudimentario y artesanal, pero Conrado confía ciegamente en que va a funcionar. Lo han probado y curiosamente el modulo pantalla ha arrojado información de que el espacio circundante tiene actividad holográfica. Lamentablemente, sin una dirección ip y una contraseña decodificada, no se puede saber el lugar exacto de la señal ni el nivel de seguridad del mismo.

—Jade... cómo te extraño. —Murmura Conrado.

Lo cierto es que contar con la ayuda de la hacker en ese momento habría sido vital, pero lleva varios días intentando conectarse sin encontrar disponibilidad en la red especial que ella misma creó. Algún tipo de sabotaje ha de haber corrompido la red en la que ellos se manejaban. Lo peor es que eso significa, casi seguramente, que ni Nira ni Catusalém han tenido contacto con Jade, ni la hacker con ellos.

—¿Cómo estamos por aquí? —Pregunta Lupo, apareciendo de pronto.

—Completamente listos. —Contesta Conrado.

—Muy bien, no falta mucho para que salgamos. Muchacho... —Hace una pausa Lupo. —de alguna manera me siento responsable por ti. Eres fuerte, eres inteligente. Estoy seguro de que sabes muy bien cuidarte solo pero, también estoy seguro de que Cat me mataría si te pasa algo. Quédate cerca de mí, ¿entendido? Siempre cerca de mí.

—¡Entendido señor! —Dice el pequeño, haciendo la clásica seña de la mano extendida sobre la frente. Lupo sonríe y le da unas palmadas en la cabeza.

En ese momento, uno de los gatos se acerca a Lupo y comienzan a hablar por lo bajo. Conrado no lo hace a propósito, pero alcanza a escuchar algo de la conversación. Mientras los oye, termina de hacer las últimas configuraciones al holodetector, para que no parezca que está fisgoneando. Nataniel salió esa mañana temprano y no ha vuelto. Hay una especie de sospecha generalizada entre los gatos y zorros. Cierta inquietud. Se fue sin decir a donde ni tampoco cuando volvería. Es un gato que anda solo y eso levanta susceptibilidades. Son conscientes de que si no vuelve al horario programado para salir es porque los ha engañado, o peor, los ha traicionado. Los minutos pasan y las mochilas están listas. Al igual que el holodetector, gran parte de las armas son muy rudimentarias, pero servirán.

Media hora antes de salir, Conrado y Lupo caminan unas calles al norte, llevando gran parte de la basura electrónica que quedó del armado del holodetector y lo venden a un electronero por algunos pocos créditos. Al menos tendrán una pequeña reserva para poder manejarse en caso de que se encuentren en problemas. Al regresar a la base, se dan con que Nataniel ha vuelto y no solo eso, ha traído algunas necesarias armas. Lupo lo mira con recelo y desconfianza, pero las armas parecen ser artefactos muy necesarios.

—He conseguido esto. —Dice Nathaniel. —Son armas magnéticas y disparadores electrónicos. Son livianos y fáciles de usar. Creo que podría servirnos para ir más ligeros y tener más protección. Podríamos dejar las otras armas aquí.

Sin preguntar y con bastante prepotencia Lupo se acerca a Nathaniel y le arrebata de la mano una de las armas, mirándolo a los ojos, desafiante. Con un rápido movimiento la acciona y dispara hacia afuera, apuntando directamente a unas cajas apiladas con madera pudriéndose. El arma, que parece ser no más que un pequeño caño con unos botones digitales hace un ruido sordo producido por la vibración eléctrica y su base se ilumina de azul neón. De la punta sale expulsado a toda velocidad una ráfaga igualmente azul, rodeada de ondas electromagnéticas en forma de círculo. El proyectil da de lleno en las cajas y maderas, que implosionan al instante, llenándose de mínimos e infinitos rayos de luz incandescente. Después Lupo vuelve a mirar a Nathaniel y le coloca el arma en el pecho, con fuerza.

—Puedes estar seguro de que las armas funcionan. —Le dice el gato.

—Sí. —Contesta Lupo. —Ahora estoy seguro de que funcionan. ¡Nos vamos! —Suelta después, con voz áspera.

Finalmente muchas de las armas se quedan en la casa y las nuevas son repartidas entre los gatos y zorros. Todo está listo para partir. La noche comienza poco a poco a caer sobre las casas y el suave y oxidado color de las paredes de los edificios va llenándose de gammas de negros y grises. En total son unos cinco gatos, cuatro zorros y un pequeño humano. Las calles se encuentran extrañamente silenciosas y con peligros potenciales en cada una de sus esquinas. Sin embargo, todo el camino recorrido hasta la supuesta base de operaciones se transita en absoluta tranquilidad. Cuando llegan, efectivamente, delante de ellos no hay más que unos edificios usinas viejos y derruidos depósitos de condensadores de vapor.

—¿Este es el lugar indicado? —Pregunta Lupo.

—Es aquí. —Contesta Nathaniel.

Conrado saca de su bolsillo improvisado la máquina de detección holográfica y la enciende. Al instante comienza a titilar, dando cuenta de que hay una alta concentración de holograma en el ambiente.

—Es increíble que esa cosa funcione. —Dice uno de los gatos.

—Más increíble que alguien siga usando hologramas. —Agrega un zorro.

—Muy bien, creo que estamos listos para enfrentarnos a esto. —Dice Lupo.

La comitiva comienza a caminar y se dirige directamente hacia la puerta de uno de los talleres. A simple vista están delante de un gran portón ocre de herrajes herrumbrados. Al seguir avanzando, el aire se vuelve espeso y la puerta, de un segundo a otro, desaparece por completo. De pronto, frente a ellos, como si una mano imaginaria hubiera comenzado a dibujarlo en el mismísimo aire, comienza a aparecer una fortaleza. Las casas derruidas teñidas en barniz y los edificios oscurecidos y repletos de hollín van desapareciendo de a poco. La fortaleza se erige imponente, como si fuese una montaña repleta de pequeñas ventanas iluminadas en rojo. No hay posibilidad alguna de que ese color inspire confianza.

—¿Cómo diablos puede cada semana trasladar todo esto? —Murmura Lupo.

—Eso si no puedo respondértelo. —Contesta Nathaniel.

Después la comitiva comienza a acercarse y llegan hasta la base de esa extraña montaña. Al tocarla parece efectivamente eso, teniendo las paredes una textura rocosa y de una rugosidad que lastima. No es lo único. No parece haber ningún tipo de abertura ni puerta ni pasadizo. Lo más seguro es que tendrán que escalar de alguna manera el lugar. Lupo hace un rápido movimiento con su mano y acciona desde el auricular un relevador de espacio. Uno de sus ojos se empaña completamente de verde y al inspeccionar el lugar, todo aquello que emane calor se identifica como una pequeña mancha rojiza. Esta atestado de seres que van y vienen por distintos corredores y seguramente escaleras. Una a una va inspeccionando las distintas ventanitas, hasta que parece dar con una que está completamente vacía, pero por la que habrá que subir bastante.

—Allí. —Señala con su mano Lupo, mientras habla muy suavemente. —Tendrán que seguirme, muy despacio y con mucho cuidado. Al menos tenemos el factor sorpresa. No saben que estamos aquí.

Conrado se queda mirando un instante a donde ha señalado Lupo y después empieza a ver que tanto gatos como zorros sacan sus garras. El mira sus pequeñas manecitas y un calor muy particular empieza a subir por su espalda.

—Puedo llevarte si quieres. —Le dice Nathaniel.

Justo cuando Conrado va a contestar, Lupo se interpone entre ambos.

—No te preocupes, yo lo llevo. —Le contesta, con algo de rabia.

El gato encoge los hombros y se aparta. Después Conrado se sube a la espalda del Zorro y lentamente comienzan a subir.

NIRA en DeadpunkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora