Cayendo al vacío

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Música sugerida para el capitulo: "Traffic - Tiesto".

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Tras un increíble acto reflejo, el gato pone su brazo de costado, apuntando al perro que se le abalanza y aprieta un botón verde que sobresale debajo de su muñeca. Sobre su brazo reposa uno de los tantos parlantes que tiene en todo el cuerpo. Cualquiera que conozca a Catusalém sabe que este los utiliza para escuchar y distribuir música en sus fiestas, pero tienen un doble uso que en este caso es esencial. El parlante se activa, comienza a girar y un hilito verde se desplaza por su interior. De pronto el artefacto explota, emitiendo un poderoso empuje supersónico. El perro no llega a tocarlo y sale despedido en dirección al pequeño rubio, que forcejea fuertemente con el otro demonio de cuatro patas.

—¡Ahora Cocón! —Maúlla Catusalém.

En ese momento, Conrado alcanza a trabar sus pies en la panza del perro y activa nuevamente los propulsores de emergencia. La sincronización es perfecta. Al mismo tiempo que un perro vuela por el aire, el otro, que ha salido despedido por el empuje supersónico le da de lleno. Un gran aullido de dolor se hace poderoso eco en las paredes de los edificios y ambos perros son abalanzados hacia la oscuridad, desapareciendo al instante.

—¡No hay tiempo que perder! ¡Vamos! —Grita el gato.

Conrado se incorpora a toda velocidad y se inocula rápidamente una buena cantidad de oxigeno. Sus créditos se ven también peligrosamente mermados. Ninguno de los dos, ni Catusalém ni el pequeño hombrecito, están seguros de poder soportar otro ataque de los animales. Para colmo de males, Catusalém no está completamente seguro de donde está. Al no tener más información del trazado del mapa, la ruta que estaba coloreada en amarillo delante de sus ojos desaparece.

-Acceso perimetral segundo, clave incorrecta, acceso denegado-

No pasan demasiados segundos y el aullido luciferino de los perros vuelve a resonar por las paredes. Delante de sí, los dos personajes que están escapando no ven más que oscuridad. A esa altura, que es demasiado cercana al suelo mismo de la ciudad, cualquier movimiento que hagan es un salto de fe. No sirve de mucho que tengan visión nocturna, no saben con que se van a encontrar al saltar de un techo al otro. El gato siente, de pronto, que algo en su espalda está moviéndose. El consumo de oxigeno, la segregación de adrenalina y el temor han hecho que olvide que llevaba a Nira en su espalda. Como puede, la derruida líder dirige su brazo hacia un lugar en específico y levanta un temblequeante dedo, señalando una ruta.

—Es un salto de fe. —Resopla Catusalém, mientras agarra a Conrado de la mano.

—¡No! Grita Conrado.

Justo en el momento en el que los perros han llegado de nuevo, ambos se lanzan hacia el vacío. En la oscuridad de la noche y la profundidad de la ciudad, se ve a dos sombras sobrevolando el aire, cayendo a ningún lugar. Sobre ellos, la fantasmal silueta de dos alimañas abstractas, que poseen brillantes ojos rosados y los persiguen.

—Iz... izqui... izquierda... —Balbucea Nira.

A penas los dos amigos tocan el suelo, el gato tira fuertemente del brazo de Conrado y lo abalanza hacia la izquierda. Nuevamente, sin proponérselo, se encuentran flotando. Otro salto al vacío y caen unos cientos de metros más. El suelo parece no tener fin. Detrás de ellos, los perros, que parecen más ofuscados, violentos y jadeantes que nunca, los persiguen, inhalando adrenalina. Los sacos que llevan en la espalda se encargan de darles un plus de fuerza, siempre que estén en lugares especialmente cerrados y faltos de oxigeno. Las bombonas de líquido amarillo empiezan a consumirse a raudales.

-Acceso perimetral segundo desbloqueado, contraseña aceptada-

—¡Sí! —Grita Jade, a cientos y casi miles de kilómetros. —¡Cat! ¡Cocón! Solo unos segundos más.

Mientras Jade se prepara para el momento más complejo de toda la operación, ingresando al sistema federal de moneda e inversiones para realizar la transacción, Conrado y Catusalém siguen saltando de techo en techo. El gato sigue las indicaciones de Nira, que le susurra entrecortadamente distintos destinos, pero por momentos no la escucha, por lo que debe elegir aleatoriamente aleros y cornisas. El peligro de que vayan a chocar de frente con alguna pared o vayan a deslizarse sobre una base inestable es inminente.

—De... dere... derecho Cat... —Susurra Nira y el gato obedece. Conrado se mantiene fuertemente agarrado a su mano felina. En la otra, el sistema de propulsores.

Los perros, que ya se encuentran demasiado abajo como para que su sistema pueda adquirir correctamente el oxigeno, se ponen furiosos y ansiosos. La señal con la central de abastecimiento a esa altura es casi inexistente. Las reglas, así como el oxigeno, comienzan a desaparecer por completo. Las mochilas de adrenalina se les han acabado, pero intentaran un último zarpazo antes de volver a correr hacia arriba. La oscuridad es total, el silencio y la falta de luz desesperante. Incluso los lentes de visión nocturna comienzan a fallar.

—N... no... Cat... por.. ahí.. no... —Murmura Nira, que de pronto, con mucha dificultad, se saca el barbijo, poniéndose en extremo peligro, solo para que él gato pueda escucharla mejor.

Catusalém, que efectivamente no ha recibido la ultima indicación de su amiga, se abalanza hacia una cornisa incorrecta y esta se desploma. Junto a Conrado caen al vacío. Mientras están flotando, golpean contra algo y las manos del pequeño sueltan a las del gato. Uno de los perros aparece de pronto, saliendo de la oscuridad y se enzarza en una nueva pelea con Conrado. Desaparecen entre la nada. El otro perro se materializa de pronto, como si fuera un fantasma y cae sobre el gato, que forcejea para quitárselo. Tras unas rápidas mordidas el perro y la carga de la espalda de Catusalém se separan.

—¡Noooooooooooo...! —Grita el gato, mientras estira la mano, intentando agarrar la carga.

En ese momento, Jade ingresa las últimas contraseñas y accede finalmente al sistema federal. Lo que aparece delante de ella es grandioso. Una serie de documentos y bibliotecas digitales repletas de millones de datos que van abalanzándose como un maremoto hacia sus ojos. Son filas y pasillos infinitos. Todos los nombres de quienes viven en la ciudad, sus cuentas digitales y sus saldos se materializan. Pero hay más. Una cantidad de información que sobrepasa por mucho a los almacenes de datos que el gobierno dice poseer. Algo muy raro está pasando allí dentro. Comienza entonces rápidamente a bucear entre las carpetas y encuentra muchos documentos clasificados y encriptados. ¿Qué hacen documentos de ese tipo en el sistema de moneda e inversiones? Uno de ellos, por los nombres que aparecen en su portada, la dejan estupefacta... Pero no hay tiempo, no puede permitirse perder tiempo. Unas milésimas de segundo se suceden y Jade ingresa créditos en el mundo digital de Nira, antes de que todo se desplome. Su sistema, por la inmensa sobrecarga que ha supuesto ingresar a la red del gobierno, se reinicia. Durante unos segundos todo se vuelve negro y se hace el silencio. ¿Lo ha logrado?

-Conexión perdida-

A cientos de kilómetros de distancia, lo último que Meow ve es al perro desapareciendo con Nira. En su mano, por alguna razón, ha quedado el barbijo de ella, con los compartimentos que tenían la adrenalina completamente vacía. De pronto se escucha un fuerte golpe y el gato se desploma contra un techo, quedando inmovilizado. Las tejas se rompen y el sonido seco se desparrama por la oscuridad. Es increíble que estando tan abajo todavía no haya tocado el suelo. A esa altura la existencia, a menos que se dependa completamente de un sistema vital de oxigeno, es casi imposible. Imposible o sumamente costoso. Su reserva de oxigeno esta tornándose roja. La última mordida ha sido nefasta y no le quedan muchos créditos. No sabe donde esta Conrado. La conexión con Jade se ha cortado, Nira está perdida. El silencio, la oscuridad, la soledad, son increíblemente penetrantes.

-Intentando reiniciar sistema-

—¡Cat! ¡Cocón! ¡Niraaaaaaa...! —Grita Jade, pero ni ella puede escucharlos ni ellos a ella. Delante de sí, como si estuviera en ese momento en el mismo lugar que sus amigos, todo es silencio, oscuridad, soledad.

-Sistemas reiniciándose-

NIRA en DeadpunkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora