¡Deltas unidos!

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Música sugerida para el capítulo: "Anima - Animal".

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De pronto, tirado en el suelo, Catusalém siente que lo ha perdido todo. Nada ha servido. Ni su increíble presentación ante las palomas, ni llegar en el momento justo para "salvar la noche", ni el trazado de los mapas, ni las caídas en picada jugando con la muerte, ni la increíble persecución de los perros. Nada. Han perdido. El silencio y la nostalgia lo envuelven y el oxigeno comienza a dar sus últimos suspiros. Debajo de su muñeca izquierda titila amenazante el círculo de color rojo. Ha sido una noche larga, de muchas emociones y de mucho esfuerzo. Ha terminado mal, pero sí, ha sido una increíble noche. Conrado hizo un fabuloso trabajo con sus artefactos y tecnología. Jade intento dar todo de sí hasta el último momento, trabajando por y para ellos. Nira... Nira aguantó la falta de oxigeno como una heroína y hasta se dio el lujo de reconocer el espacio y dar las indicaciones. Fue increíble. Pero ¿Para qué?

El gato se siente cansado, increíblemente cansado. Han sido diez largos años de vida. Le duele todo el cuerpo. Allí, completamente solo, sin sus amigos, sin créditos, sin reserva de oxigeno, no hay mucho más que hacer. Es imposible volver a subir de nuevo. No vendrá ayuda alguna. Tampoco podría reconocer el camino aunque lo intentara. Cuando empezó a dar saltos bajo las indicaciones de Nira ya sabía que estaba adentrándose en terreno desconocido. Ella sería la única capaz de volver a subir.

-Conexión muy débil-

La visión nocturna ha dejado de funcionar y la conexión con la central de redes se entrecorta demasiado, al punto de que no puede ingresar a su mundo digital. Lo intenta, golpea su cabeza un par de veces. El mundo digital lo hace y comienzan a aparecer sus carpetas, sus datos. Después el mundo se desploma y vuelve a la realidad. No hay nada que hacer. Han sido diez buenos años. Ha sido una buena forma de concluir su vida. Terminar desplomado en el suelo y muriendo de asfixia después de una excelente batalla y persecución parece ser una buena forma de partir...

-Conexión establecida-

—¡Catusalém! ¡Conrado! ¡Nira! —Grita Jade, desde el otro lado, mientras la conexión sigue entrecortándose. —¿He... he... pod... di... do? ¿Es.... tan... b... ien?

De pronto el gato escucha un sonido. Un sonido muy especifico, casi musical. Lo reconoce porque es el sonido más esperado y disfrutable del mundo para cualquier ser humano en Deadpunk. Unos créditos han ingresado repentinamente a su sistema, pero ¿cómo? Sin perder un solo instante aprieta el círculo titilante rojo y comienza a mover el brazo, en busca de señal. Con dificultad, aun agitado y desmoralizado, se incorpora. Sigue moviendo el brazo, mientras del otro lado sigue sonando la entrecortada voz de Jade. No puede entender lo que dice. El círculo verde accede al sistema por un segundo y de rojo se torna celeste claro. Ha ingresado en su sistema una inyección de oxigeno muy necesaria. ¿Cómo? ¿Cómo lo ha logrado Jade? No lo sabe. Pero las sorpresas no han hecho más que comenzar.

El sonido de créditos ingresando al sistema vuelve a escucharse, pero esta vez no es el brazo de Catusalém. Está mucho más allá, metido en la oscuridad, en medio de la nada misma. Suena como uno de esos viejos ringtones de los teléfonos que aparecen en las películas clásicas. Al instante aparecen otros ruidos, muy a lo lejos. El gato se esfuerza por aclarar la visión, por intentar ver entre la bruma, la oscuridad y el humo. De pronto, unos titilantes ojos rojos comienzan a materializarse. ¿Otra vez un ataque de los perros? No, esto es algo muy distinto. Los ojos cada vez van haciéndose más grandes, a toda velocidad. De pronto, como una ráfaga, uno de los perros pasa volando al lado de Catusalém, aullando de dolor y terror. Detrás de él se materializa una ráfaga violeta. Después se escucha un golpe, unos aullidos, un hueso rompiéndose y otro de los perros pasando sobre la cabeza del gato.

—¿Qué demonios está pasando? —Maúlla, mientras mira en todas direcciones.

Se escuchan otros golpes más. Después un sonido de propulsión supersónica, después otro hueso rompiéndose y unos gritos cargados de victoria, seguidos de mortíferos aullidos de dolor. Catusalém se pone en guardia. Algo viene hacia él a toda velocidad. Cuando justo una sombre negra comienza a materializarse desde la oscuridad lanza un maullido y saca las garras de sus manos para defenderse o aguantar el golpe, pero no es necesario. Al lado de él, al suelo rocoso y derruido de ese techo, cae uno de los perros. Esta muerto. Sus ojos rosados y brillantes ya no emanan la mortecina luz. Sus dientes chuecos y metálicos no morderán a nadie más. Su saliva radioactiva ha perdido el color, la lengua yace estirada a un costado.

—No creas que fue difícil. Tampoco merezco tanto crédito. La culpa es de esos estúpidos perros perseverantes que pasaron demasiado tiempo a esta altura. Se quedaron sin adrenalina ni oxigeno. Jamás había visto perros tan ensañados con alguien.

Delante de Catusalém. Nira parece abalanzarse desde el cielo. Se encuentra en perfecto estado, con su tez blanquecina y su flequillo violeta trazándole la cara. Su muñeca izquierda, que esta al descubierto, muestra un hermoso círculo titilante de color celeste.

—¡Dichosos los ojos que te ven! —Le grita el gato, mientras se abalanza hacia ella, dándole un fuerte abrazo. —¡Esa maldita genio lo hizo! ¡No sé cómo, pero lo hizo!

Antes de que el gato pueda continuar hablando o Nira pueda contestar, otro de los perros pasa volando sobre ellos y cae a unos metros. También está muerto. Este en particular tiene señas de haber sido electrificado. En su piel aparecen rastros de quemaduras y sus músculos se mueven espasmódicamente. A su lado, también apareciendo desde la nada como Nira, se apersona un pequeño niño de cabellos rubios intensos y modulares lentes de cristal. Su metro cincuenta lo convierte en alguien encantador.

—Yo si quiero que se me dé el crédito por derribar a este. Fue muy difícil y me animo a decir que todavía tenía algo de adrenalina en su cuerpo. —Dice Conrado, con una brillante sonrisa coronándole el rostro. Al igual que sus dos compañeros, se nota finamente, debajo de su chaqueta, un círculo que titila de color celeste claro.

Catusalém, que tiene lagrimas en sus ojos, estira el brazo hacia Conrado y el pequeño lo agarra. Después lo tironea hacia él y se queda largo rato abrazando a sus amigos.

—Perdón, perdón. —Solloza el gato. —Perdón por soltarte pequeño, perdón por perder la carga amiga.

Nira se separa de él y con un fraternal gesto le seca las lágrimas de los peludos pómulos. Tiene en el rostro una expresión de éxtasis tan reluciente que causa confusión. Conrado no se suelta ni un instante de la mano de su amigo y lo aprieta fuerte. Mira de pronto a Nira y cree entender que es lo que está pasando por su interior, así que tampoco oculta la brillante y marfileña dentadura.

—¡Hoy, maldita sea, ha sido una noche increíble! —Suelta ella y de pronto los tres comienzan a reírse con fuerza, llegando al punto de que les duela la panza.

Tras un instante de jocosa felicidad. El rostro de Catusalém muta a una seriedad sepulcral. De pronto algo ha pasado por su interior, o más bien ha recordado algo importante. Suelta el brazo de Conrado y se lleva la mano a la boca. Comienza a juguetear con sus bigotes y sus amigos saben que algo malo está pasando. Cuando el gato hace esa seña, es porque no tiene buenas noticias, o porque algo malo esta por suceder.

—Nira, Conrado, he recordado que hay algo muy importante que tienen que saber. Tengo que contarles por qué llegue tarde a la reunión. Pero antes Nira, tienes que decirme en donde estamos, porque sabías qué dirección tomar y sobre todo, como salimos de aquí.

—Jade debe estar preocupada, sin saber si estamos vivos o no. La verdad, no creí que fuera posible que salvara a Nira, pero salvarnos a los tres es ya una demostración de valor y amistad muy grande. —Agrega Conrado. —¿Nos vamos Nira?

—Con todo gusto amiguito. —Dice ella, apretando el puño.

NIRA en DeadpunkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora