Nira Neón

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A lo largo de los distintos capítulos, se sugerirán distintas obras musicales de autores varios, con la intención de hacer que la experiencia de lectura sea mas inmersiva.

Música sugerida para el capitulo:  "We Care a Lot - Faith No More".

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Nira se despereza en el sillón, mientras mira por la ventana como los auto-condensadores van y vienen. Dejan su rastro de humo aceitoso, como si se tratara de una estela. Una estela oscura y llena de contaminación. Con una mano se corre de la frente el flequillo del pelo repleto de reflejos violetas y se acaricia la mitad rasurada de la cabeza. El piso 250 ofrecería una increíble vista del sol escondiéndose por el sur, si el humo y los infinitos edificios no taparan todo el horizonte. Suspira. El ruido es ensordecedor, pero es lo que sucede cuando se vive en los suburbios. Ya está acostumbrada.

Incluso así, con ese destello anaranjado muy sutil apareciendo entre los edificios, es un paisaje disfrutable. Todo se disfruta cuando la noche esta pronta a llegar. La noche es un espacio en el que se puede crear y un espacio en el que encontrarse con aventuras. Todo lo bueno está relacionado con la caída del sol, sobre todo porque eso implica un aumento en el oxigeno de la ciudad. Menos gente, menos movimiento, mas aire, mas peligro.

Se coloca después los auriculares y se presiona la muñeca del brazo derecho. Justo debajo de la palma, un pequeño cuadrado azulado se enciende. Automáticamente sus ojos se empañan y la luz de la habitación desaparece. Delante de sí, como si de la nada se comenzara a materializar, aparece el mundo digital, expandiéndose. Las carpetas comienzan a acumularse a toda velocidad, generando ruido. Con un rápido movimiento de las manos, Nira va ordenando esas carpetas en bibliotecas multicolores.

La papelera de reciclaje está que explota, la alerta de memoria llena comienza a lanzar alertas y la "pantalla" titila y se pone roja. De pronto le comienzan a dar puntadas en la cabeza y lanza una mueca de dolor. Con un rápido movimiento de sus manos desliza la alerta a un costado, dónde dejará de sonar por un rato, aunque el dolor de cabeza no cesara en el corto plazo.

—Que desastre que es esto. —Murmura.

De pronto otro movimiento de manos y comienzan a llover y desparramarse archivos por todo ese piso imaginario de su mundo digital. Nira lo tiene representado como un león violeta que está descansando. Un león que de tantos archivos casi no se nota.

—¡Aquí está! —Se exalta, mientras mueve los brazos en señal de victoria. Toma uno de los archivos y lo gira hacía la izquierda. Al instante aparece un reproductor de música.

Si alguien estuviera viéndola desde afuera la vería con los ojos abiertos, completamente teñidos de violeta, como si fueran lentes de contacto especiales y moviendo las manos sin sentido por el aire. El violeta es su color preferido, el que se enlaza mejor con su identidad. El color preferido de su mamá. El color de cierto grupo de gente...

Un rápido pensamiento y finalmente se empieza a reproducir "Un ser inferior" de Black Rose, su banda preferida. La música se inocula por sus neuronas como un elixir. Un elixir prohibido. Después de haber puesto sobre la mesa muchas discusiones sobre la segregación racial que existe en la cuidad a través de su música, la banda fue prohibida. Al menos quitada de cualquier medio digital público y legal, pero eso no importa, no es muy difícil para alguien de los suburbios y un sistema digital propio hackeado conseguir esas joyitas.

De pronto, al tiempo que con un ademan minimiza el reproductor, ingresa un mensaje. Un sonido de eco retumba en los oídos y un pequeño globo con texto dentro aparece en la pantalla. Un globo amarillo que en su parte superior reza "Conrado -in-". Las notas del endiablado piano en arpegio y la guitarra distorsionada de "Un ser inferior" dan paso a la lectura:

—¡Hey Nira! ¿A qué hora nos vemos hoy? Tenemos reunión.

Nira vuelve a tocarse la muñeca, que muta su luz azul a una verde y todo el mundo digital se deshace, para dar paso nuevamente a la realidad de aquella habitación desalineada. El cuarto se encuentra repleto de basura electrónica, objetos de todo tipo con colores neón y ropa de distintos talles desparramada por el piso. Aunque el mundo digital ha desaparecido, a la derecha de su espectro visual flota el mensaje recién recibido de Conrado. Nira vuelve a suspirar. Le falta oxigeno.

Se arremanga la mano izquierda y debajo de la otra palma, justo sobre la muñeca, aparece un círculo de color anaranjado. Al apretarlo sus pulmones se inflan y su organismo se oxigena, pasando el círculo a un color celeste. Automáticamente aparece delante de ella, sobre su ojo derecho, la tan temida notificación: "usted se está quedando sin créditos, por favor, deposite de manera urgente". Lamentablemente, los créditos que permiten comprar oxigeno no son algo que se haya podido hackear todavía.

A la derecha de Nira, una improvisada mesita de luz, que no es más que una caja sobre otra con un mantel neón, sostiene una botella de extraña forma con una burbujeante bebida violeta dentro. La notificación de color amarillo sigue flotando alrededor de su ojo.

—Supongo que como a las nueve Cocón. Tengo que hacer algunas cositas antes. —Contesta Nira y aparece debajo del globo azul uno violeta, con su texto. Después da unos fuertes pestañeos y los textos desaparecen. La cabeza le sigue dando fuertes puntadas y las muecas de dolor siguen reproduciéndose. Unos segundos después le llega la contestación: un emoticón con una carita pensativa, como juzgando.

—No me importa. —Dice para sí misma.

Después vuelve a mirar la bebida burbujeante sobre la mesita improvisada y siente como se le hace agua la boca. El corazón empieza a acelerarse y las manos le sudan. Su respiración se torna entrecortada y una punzada de placer aparece debajo, en sus genitales. Un pestañeo y los ojos le devuelven la hora. Todavía tiene un tiempo prudencial si quiere hacerlo y después ponerse a punto para llegar a la reunión. Juguetea un rato con sus manos y con las largas uñas se rasca los nudillos, como si quisiera sacarse una suciedad que en realidad no existe. Cuando finalmente se lastima, el rascado cesa. La carita sigue flotando en el aire.

Toma la bebida con la yema de sus dedos, como si quisiera hacerlo con suma delicadeza y la lleva a su boca, que ahora se encuentra completamente seca. Unos rápidos pestañeos y la conversación con Conrado desaparece. Después comienza a llorar. Llora amargamente y cruzan por su cabeza, al compás de la música, pensamientos desesperantes. Durante unos minutos la botella permanece ahí, en su boca, sin moverse. Después la toma. La burbujeante bebida entra en su organismo. El sabor es dulce, tremendamente dulce. La consistencia es espesa y tiene que esforzarse por tragar, pero lo hace con gusto. Ya todo lo malo pasará...

Le duele, porque ha sucumbido de nuevo. Lo ha hecho, ha caído. No importa, ya está hecho y no pasan muchos segundos hasta que los pensamientos oscuros se nublan, la música se aleja y se apaga y el placer le envuelve el cuerpo por completo. Todo se torna violeta. Incluso sus venas, que se inflan, se colorean con esa tonalidad.

El círculo, que se había tornado celeste, ahora titila violentamente, con un tono rojizo. Dentro se materializa el ritmo cardíaco, entrecortado. Sus ojos se desorbitan primero y después se van para atrás, quedando totalmente blancos. Su rostro ha palidecido también. Con sus últimas fuerzas se levanta y se deja caer sobre la cama destendida. Cama que esta transpirada y olorosa. Sus brazos y piernas se tensan, su cuello se va hacia atrás y de su boca comienza a salir una espuma violeta. Su boca sonríe. El orgasmo es intenso y constante. Así permanecerá al menos por la próxima hora y media, cuando la triste realidad vuelva a aparecer delante de ella.

Esa realidad en la que no tiene nada para comer, en la que los autos vuelan por todas partes contaminando el poco oxigeno que existe. Ese oxigeno que no se puede contrabandear ni adquirir ilegalmente; ese oro transparente de precios inflados para la sociedad. Esa sociedad en la que después de las nueve sueltan a la calle a los perros de neón, que huelen el hedor a fugitivo, que destrozan todos los días a los criminales, dejando los rastros de sangre y carnes putrefactos. Esa realidad en la que debe robar y engañar. La realidad en la que está sola, porque su madre está muerta. Jamás encontraron el cuerpo...

NIRA en DeadpunkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora