El asedio

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Música sugerida para el capítulo: "Peter Cramp - Mind Control".

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—Soy analista de sistemas. —Contesta Jade, casi sin pensarlo.

Zimra y Enoc se miran pensativos. Jade interpreta que no comprenden cual es en realidad el trabajo que ella realiza, pero nada más alejado de la realidad. Los nota algo incómodos, como si no quisieran decir algo, pero al mismo tiempo ansiosos por tener delante de ellos a alguien que puede ayudarlos.

—Creo que podrías sernos de gran utilidad. —Comenta Enoc. —Claro, eso si tu quieres. Antes de irte sería un gran aliciente y te ayudaría a conseguir oxigeno extra y algunos objetos necesarios para un viaje tan peligroso.

El tono de voz está claramente orientado a intentar convencerla de que acepte, porque es vital para ellos, o así lo parece. La piel gruesa y reptiliana que les cubre los rostros parece tensarse.

—Igual, no es algo para que contestes ahora. ¿Por qué no tomas otro plato de comida? —Dice Zimra, que se levanta y le acerca otro plato.

Jade no lo duda. Ya ha dicho que está satisfecha pero este plato ha sido traído por ellos y en cierto modo puede ser algo irrespetuoso negarse. A demás de eso el hambre sigue haciéndole doler el estomago, aunque ya ha ingerido algo de alimento. Los anfitriones la miran mientras ella come. No lo suficiente como para hacerla sentir incomoda, pero si demostrando que hay cierta tensión o inquietud rondando en el ambiente. Jade decide romper con esa intranquilidad haciéndoles una serie de preguntas.

—¿Y ustedes a que se dedican?

—No hay mucho para hacer en un lugar como el pantano. —Dice Enoc. —Nos dedicamos a cultivar distintas larvas del suelo y alimentarnos. El resto de nuestras labores están orientadas a la defensa. Necesitamos defendernos.

—¿Y de que se defienden? —Les pregunta ella, algo inquieta.

Los dos anfitriones vuelven a mirarse, como si no pudieran creer que alguien no sepa para que se usan las langostas.

—Puede que hayas tenido un fuerte golpe en la cabeza. —Dice Enoc, riendo.

—Cuando dijimos que estábamos abajo en la cadena alimenticia no mentíamos. —Continúa Zimra. —Nuestra carne se usa como alimento, altamente proteico y nuestros huesos se queman para hacer combustible. Las naves que ves sobrevolando Deadpunk y que día a día cultivan humedad del ambiente, son movidas por cientos y cientos de langostas asesinadas.

Jade hace una increíble fuerza para no terminar devolviendo la comida que ha estado ingiriendo. Se toma un momento para estabilizarse y finalmente deja el plato a un costado. Se le ha cerrado por completo el estomago y ha perdido el apetito, pero no es lo único. No sale todavía del asombro de pensar que lo que acaba de decir Zimra sea cierto. ¿No tienen condensadores de gases ionizados? ¿Ni si quiera utilizan sales petrolíferas? Hay tantas cosas que creía conocer sobre Deadpunk que ahora la golpean sin piedad que la cabeza comienza a darle vueltas. No sabe si es eso, o la descompostura por lo que acaba de escuchar.

—Lo lamento. —Dice Zimra. —Tú querías saber y no creímos que fuera justo eludir un detalle como ese. ¿De verdad no recuerdas de dónde vienes?

—Está bien. —Dice Jade. Después niega con la cabeza, mientras se tapa la boca con el brazo.

—No somos aquí una población muy grande. —Continúa Enoc, que parece haber encontrado el momento justo para decir todo aquello que durante años ha ido acumulando en su interior. —Hasta te diríamos sin mentir que somos el último pueblo libre de seres interespecie langosta que queda. Nuestro pueblo ha sido esclavizado durante muchos siglos. La mayoría de los nuestros viven en granjas dedicadas a explotarnos y utilizarnos para sintetizar alimentos y combustibles. La realidad es que hemos aprendido a vivir con eso, a aceptarlo.

—A aceptarlo. —Agrega Zimra.

Jade no sale de su asombro. Puede que esté delante de un gran problema, de algo que tendrá que resolver porque tiene los conocimientos necesarios para hacerlo. Ya no se trata de una decisión, se trata de una responsabilidad moral.

—¿Y por qué han aceptado algo como eso? —Pregunta, desconcertada.

—Gran parte de la comida sintetizada que hay en todo Deadpunk existe gracias a nosotros. No solo eso, ninguna de las naves que día a día cultivan el oxigeno que consumimos, son impulsadas por nosotros. No solo estamos más abajo en lo que a cadena alimenticia y energética se refiere, sino que sin nosotros es muy posible que todo lo que está arriba se derrumbe.

—¡Eso no es justo! —Dice Jade, en un arranque de bronca que le es imposible sostener. Después se da cuenta de que los seres delante de ella piensan exactamente lo mismo, pero el dilema no deja de existir.

—Sin nuestro combustible los tubulares...

En ese momento comienzan a escucharse fuertes sirenas. Las antenas que tienen las langostas se encrespan y se les tensa la piel. Rápidamente Zimra le hace señas a Jade para que se meta en uno de los huecos que hay en la pared. Parece que algo está pasando, algo sumamente peligroso. Se escuchan gritos. Jade hace lo que le piden y se mete por un oscuro y gelatinoso hueco que da a un pequeño recinto por el que no entra luz alguna. Parece un refugio, un lugar en el que esconderse del peligro.

—¡Afuera! ¡Afuera! —Se escucha gritar a Enoc.

—¡Las armas! ¡Detrás del mueble del desván! —Grita después Zimra.

Jade junta sus manos, como queriendo protegerse y cierra los ojos. El piso se mueve, el techo también. Lo gelatinoso de las paredes expulsa un extraño murmullo y después los disparos. Se escuchan disparos y gritos. Hay gente o seres corriendo y cimbronazos por doquier. De los ojos de Jade caen lágrimas e intenta visualizar a sus amigos para sentirse más tranquila. Los visualiza bien, enteros, felices, sonrientes. Los disparos apaciguan un poco, pero ahora comienza a escucharse otro sonido, mucho más aterrados. Es un gruñido. Un sonido puramente intimidante. El gruñido se hace eco de las paredes y parece que estuviera rodeándolo todo. Jade lo escucha sobre ella, después a los costados, después debajo. En un momento siente que es como un animal gigante, al que no puede ver y que está a punto de devorarla. No es posible, el lugar es muy pequeño, el monstruo parece inmenso.

—¡Adentro! —Se escucha gritar a alguien que no es ni Enoc ni Zimra.

De pronto se multiplican los pasos, los gritos y los seres corriendo. Los disparos vuelven a sonar y la casa sigue soportando cimbronazos. El suelo se sigue moviendo violentamente. Es un caos.

—¡Se han llevado a diez! —Se escucha después.

Se alejan los pasos, se aleja el gruñido, se van perdiendo los disparos y también los gritos. Poco a poco todo parece volver a una necesaria calma. Jade agradece poder estar en un lugar que parece ser seguro y que la ha salvado de lo que los dioses quieran que estuviera merodeando por allí. Enoc no tarda en abrir nuevamente el hueco y asomarse por la pequeña hendija que sirve de entrada para la cueva de protección.

—¿Jade? ¿Estás bien? Ya ha pasado...

Temblando, completamente asustada y casi sin voz, Jade saca fuerzas de donde no las tiene y se obliga a impulsar su cuerpo, que sale en zigzag por el hueco por el que entró. La casa ya no es lo que era cuando ella se metió en ese refugio. Parte del techo no existe, dejando al descubierto al rojizo cielo y la mesa tampoco está. El piso tiene marcas de barro y todo esta revuelto. Enoc se acerca a ella y la agarra de los brazos, intentando tranquilizarla.

—¿Estás bien? —Le pregunta.

Jade asiente con la cabeza, aunque le cuesta respirar. Los nervios y el contaminado aire de Deadpunk no son una buena mezcla en situaciones así.

—Me temo que hemos perdido a Zimra. —Dice Enoc. —Pero logramos resistir el asedio. Vinieron a buscarnos Jade, se llevaron a más de diez.

—¿Q... qu... quie... quienes? —Dice a penas, la muchacha de pelo verde.

—Los cromags. —Contesta Enoc.

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