Lena caminó con determinación por los pasillos del hospital. Su mente enfocada en una sola cosa, recuperar la carta de su madre. Se había olvidado de ella por completo y el día de ayer mientras estaba en su oficina firmando unos papeles se acordó de ella.
Y aun se preguntaba de donde había sacado el valor para volver a cruzarse con Kara tan pronto. Aunque era algo que no quería, debía hacerlo. No sabía si estaría detrás de esa puerta, sentada detrás de su escritorio, concentrada. La pelinegra respiró hondo antes de llamar a la puerta. El sonido resonó en el pasillo silencioso, pero no escuchó su voz al otro lado.
—¿Me buscabas a mí? — Lena se sobresaltó al escuchar la voz de Kara a su lado. Se giró rápidamente, encontrándose con la mirada azul de la doctora, quien sostenía una carpeta en sus manos y parecía haber llegado justo en el momento en que Lena había tocado la puerta.
—Ka... Dra. Zor-El— dijo Lena, tratando de mantener la compostura. —Sí, vine a... buscar algo que dejé la última vez que vine— Kara asintió, comprendiendo de inmediato a qué se refería.
—La carta de tu madre, ¿cierto?— preguntó, su voz se mantuvo suave, pero con una nota de profesionalismo que intentaba ocultar la incomodidad de la situación. Lena asintió, sintiendo un nudo en el estómago. ¿Por qué hablar con ella ahora se le hacía difícil? Estaba que moría de la vergüenza. ¿Había algo más vergonzoso que el haber confesado los sentimientos a alguien que no siente lo mismo?
—Después de ti— dijo la rubia dejando que Lena pasara primero.
Lena entró en la oficina de la doctora, el ambiente aún conservaba el eco de la conversación que habían tenido. La luz suave del atardecer se filtraba a través de las persianas, creando un juego de sombras en las paredes. La pelinegra observó la oficina, notando los pequeños detalles que había ignorado antes: una planta en una esquina, una foto enmarcada en el escritorio de Kara...
—Aquí está— dijo la doctora, sacando la carta de un cajón del escritorio y extendiéndola hacia Lena. —La guardé con cuidado.
Lena tomó la carta con manos temblorosas, el peso del papel parecía tener una significancia mayor en este momento. Sus ojos se encontraron con los de Kara, y por un instante, el mundo exterior se desvaneció. El silencio que siguió se sintió denso, casi como si el aire se hubiera vuelto más pesado entre ellas.
—Gracias— dijo Lena en un murmullo, volviendo la mirada a la carta.
Kara, sin saber muy bien cómo manejar la tensión, empezó a reorganizar papeles en su escritorio. El sonido de las hojas moviéndose era lo único que rompía el silencio incómodo. Lena miró la carta con nostalgia y dolor. No era solo un recordatorio del pasado, sino también del peso de sus propias emociones no resueltas.
—Lena— comenzó Kara, deteniéndose en seco. —Sobre lo que pasó antes... Lo siento.
La pelinegra levantó la vista, sus ojos se encontraron con los de Kara una vez más. El tono de la doctora era sincero, pero también cargado de una tristeza que Lena no entendía del todo.
—No tienes que disculparte— respondió Lena con un pequeño suspiro. —Lo que dije... lo que sentí... fue algo que necesitaba expresar y así lo hice.
—Entiendo— dijo Kara, sus ojos parpadeando con una mezcla de emoción contenida y profesionalismo. —No fue fácil para mí, eso me tomó por sorpresa. A veces, es más fácil mantener la distancia para evitar el dolor.
El comentario hizo que Lena se preguntara si había alguna verdad en esas palabras. Kara estaba abriendo una ventana a sus propios sentimientos, pero lo hacía de una manera controlada, como si intentara protegerse a sí misma.
—¿Por qué te resulta tan difícil acercarte?— preguntó Lena, de repente, rompiendo el silencio con una pregunta que había estado guardando.
Kara se quedó en silencio por un momento, mirando al suelo. Luego, respiró hondo y levantó la mirada. —Hay cosas en mi vida... en mi pasado... que no siempre son fáciles de compartir. Y temía que, al acercarme, te arrastrara a un dolor que no mereces.
Lena sintió un golpe en su pecho al escuchar esas palabras. La empatía y el dolor compartido creaban un vínculo extraño entre ellas, una conexión que era tanto una bendición como una maldición. ¿Era posible que Kara también pensara en declararse?
—No me arrastrarías al dolor— dijo Lena con firmeza, aunque su voz temblaba. —Quiero estar aquí, en todo esto. Conociendo tus luchas y, sí, aceptando también mis propias debilidades.
Kara parecía conmovida por las palabras de Lena, sus ojos reflejaban una mezcla de sorpresa y alivio. Sin embargo, la conversación pronto quedó atrapada en una pausa incómoda. Ambas se sentían atrapadas entre el deseo de profundizar la conversación y el miedo a las consecuencias.
—Bueno— dijo Kara finalmente, rompiendo el silencio. —A veces, enfrentarse a estos sentimientos es lo que necesitamos para avanzar. ¿Qué te parece si hablamos más sobre esto en otro momento?
Lena asintió, sintiendo que la conversación, aunque incómoda, había abierto una pequeña brecha en el muro de emociones que ambas habían construido. Mientras recogía la carta y se preparaba para salir, se dio cuenta de que la relación entre ellas había cambiado. No era un cambio definitivo, pero era un paso hacia una mayor comprensión y eso le daba algo de esperanza.
—Sé que mantienes una relación con alguien más. ¿Es posible que sea eso el porqué no me puedes dar una respuesta clara que corresponda a mis sentimientos? — Lena volteó a ver a la doctora, directo a los ojos, esperando por su respuesta. Pero no hubo una.
Kara se mantuvo en silencio. Batiéndose entre lo que debía decir, pero no logró abrir la boca. Solo se quedó observando a Lena en la puerta.
—Lo siento, no debí haber dicho algo sobre tu vida privada. Discúlpame, no volverá a ocurrir.
—Tengo dudas...— dijo Kara antes de que la pelinegra diera un paso hacia adelante y saliera por completo de su oficina.
—Sí, tengo dudas. Siento algo por ti, Lena, aun sabiendo que me encuentro en una relación. Eso me molesta, porque no quiero herir a ninguna de las dos. No es fácil darte una respuesta, no puedo aceptar que sientas algo por mí cuando también amo a otra persona. Pienso en ti todos los días al igual que...— la doctora se dio cuenta de que lo que estaba a punto de decir no era cierto. Sí, pensaba en Lena, pero no se había detenido a pensar en Diana. La mujer que la hacia feliz todas las noches cuando entraba por la puerta de su hogar. Ahí se dio cuenta de que Lena había capturado todos sus sentidos, prohibiendo un espacio para Diana.
Lena quedó paralizada por un instante al escuchar las palabras de Kara. El peso de la confesión cayó sobre ambas como una tormenta inesperada. La doctora había dejado al descubierto sus sentimientos más conflictivos y Lena sintió cómo su corazón se aceleraba al comprender la magnitud de lo que la doctora acababa de admitir.
—Kara...— Lena susurró. Nunca había esperado que la doctora fuera tan honesta. El dolor y la confusión eran evidentes en los ojos de Kara, y Lena se debatía entre el alivio de saber que sus sentimientos eran correspondidos y la culpa de ser la causa de tanta confusión.
Kara dio un paso hacia adelante, su expresión mezclaba arrepentimiento y deseo. —No quiero hacerte daño. Ni a ti, ni a Diana. Pero me siento atrapada... entre lo que debería hacer y lo que realmente quiero.
Lena sintió que sus manos temblaban ligeramente, sosteniendo la carta de su madre como un ancla en medio de un mar turbulento. —No quiero ser la causa de ningún dolor, Kara. Pero tampoco puedo negar lo que siento por ti.
—Sé que esto no es justo para ti... — dijo la rubia, pero Lena la interrumpió.
—No, Kara. No es justo para ninguna de nosotras— la voz de Lena era firme, pero con una comprensión que solo podía venir de alguien que había pasado por su propio dolor.
—No puedo pedirte que elijas entre nosotras, ni quiero que lo hagas. Lo que quiero... lo que realmente quiero, es que seas honesta contigo misma. Y que, cuando llegue el momento, tomes la decisión que sea correcta para ti. No porque sientas que debes hacerlo, sino porque es lo que realmente quieres.
Kara asintió lentamente. Sabía que tenía razón, pero eso no hacía la situación más fácil. —Lo haré. Prometo que lo haré.
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𝑺𝒉𝒂𝒅𝒐𝒘𝒔 | 𝑆𝑢𝑝𝑒𝑟𝑐𝑜𝑟𝑝 𝐴𝑈
FanfictionKara Zor-El es una doctora altamente respetada en el hospital psiquiátrico de National City, conocida por su frialdad y profesionalismo con sus colegas, pero con una calidez única para sus pacientes. Su vida da un giro cuando le asignan a Lillian Lu...