Capítulo 3 - Lex y la llegada de Lena

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El hospital estaba en calma, iluminado por las luces blancas y estériles del pasillo. Lillian Luthor, con una expresión exhausta y un rostro demacrado, yace en una cama de hospital en una sala privada. Su vestido de maternidad está arrugado, y la ausencia de su hijo se siente en cada rincón del cuarto. Las paredes estaban decoradas con tonos suaves, intentando ofrecer consuelo en un momento de ansiedad.

El eco de los pasos de los médicos y enfermeras resonaban en el pasillo, pero dentro de la sala, hay una atmósfera de silenciosa desolación. Lionel Luthor se encuentra a un lado de la cama, visiblemente afectado, pero tratando de mantener una postura firme y distante.

—Lionel... ¿dónde está nuestro bebé? ¿Por qué no lo he visto? — preguntó Lillian con la voz quebrada mirando al techo.

Lionel estaba luchando por encontrar las palabras adecuadas, llevaban horas en total silencio esperando por la enfermera que traería a su bebé para que lo vieran, pero la espera se volvía cada vez más larga.

—Lillian, el bebé... murió.

Sus palabras fueron un golpe duro para Lillian. Ella giró lentamente su cabeza hacia él, su expresión vacía de comprensión.

—¿Cómo? No... no puede ser cierto. Mi bebé estaba sano. ¿Dónde está mi hijo? — Lionel se acercó a Lillian, con un dolor genuino en sus ojos tratando de calmarla.

—Lo siento mucho. No... no pudieron hacer nada. Nació sin signos vitales— Lillian comenzó a llorar, su cuerpo temblaba con la intensidad del dolor que sentía. Se sentó en la cama, intentando procesar la devastadora noticia.

—¡No puede ser! ¡Quería verlo, quería sostenerlo en mis brazos! ¡Esto no es justo! ¡No quiero que se muera! ¡Él no puede morir, Lionel! — su marido intentaba consolarla, pero la impotencia en su rostro revelaba que sus palabras no podían reparar el daño hecho.

—Sé que es doloroso. Sé que nada puede reemplazar a nuestro hijo. Pero estamos juntos en esto, y trataremos de encontrar una manera de seguir adelante.

Lillian se desmorona en la cama, sus lágrimas empapando la almohada. El personal médico entra a la sala, interrumpiendo brevemente el momento, y Lillian se da cuenta de que el tiempo continúa, ajeno a su dolor.

Cuando regresaron a la mansión Lillian pasó días encerrada en su cuarto. Sola, mientras no dejaba de mirar una caja blanca con recuerdos de su bebé: una manta, un gorro y una pequeña pulsera con su nombre, Alexander. Las manos de Lillian temblaban mientras acariciaba los objetos, el dolor y la tristeza reflejados en su rostro.

Lionel había entrado a la habitación para ver a su mujer.

—Mi vida, debo decirte algo— Lillian lo escuchó, pero mantuvo su mirada en el mismo lugar.

—Primero que nada, debo... pedirte una disculpa...— Lionel hizo una pausa para ver si había logrado llamar la atención de su esposa, pero aun nada. —Hace... cuatro años te fui infiel.

Lillian seguía sin voltear a ver a su marido, en lo único que tenía su completa atención era en su bebé fallecido.

—Solo fue algo de una noche, me dejé llevar por el momento y lo siento. La mujer con la que estuve desgraciadamente quedó embarazada...— confesó y esa última palabra llamó la atención de Lillian.

—¿Embarazada? — preguntó ella en un susurro.

—Sí, ella tuvo a una niña— las lágrimas se acumularon en los ojos de Lillian. —Ella no la quiere y debo hacerme responsable de la niña ya que es... mi hija. Está abajo, pero quería...

Lillian se levantó con prisa de la cama y salió corriendo de la habitación, en busca de esa niña de la que Lionel acababa de mencionar.

—¡Lillian! — gritó Lionel al bajar las escaleras.

La mujer se detuvo al verla. Era una niña hermosa. Sostenía un pequeño peluche mientras esperaba sola a mitad de la sala como su padre le había dicho. Lillian abrazó a la niña con una intensidad desesperada. La pequeña, de no más de tres años, miraba a Lillian con curiosidad e incertidumbre, sin comprender todo el mar de emociones que la mujer estaba experimentando.

Lionel se quedó en la entrada de la sala, observando con una mezcla de alivio y pena. Las lágrimas caían por el rostro de Lillian, y la niña, envuelta en su abrazo, parecía encontrar consuelo en los brazos de la mujer que aún estaba luchando con el dolor de la pérdida de su hijo.

—Lo siento... lo siento tanto, pequeña. No sé si alguna vez podrás comprender cuánto lo siento... — dijo Lillian entre sollozos.

La niña, sosteniendo su peluche con una mano mientras el otro brazo estaba envuelto alrededor de Lillian, se acurrucó más cerca, como si entendiera que ese abrazo era su nuevo refugio.

—Ella se llama Lena. Ya que su madre la abandonó, necesita a alguien que la cuide... creo que eso es lo que necesitamos, Lillian.

Lillian levantó la vista, aún aferrada a Lena, su expresión reflejando una mezcla de determinación y tristeza. Su corazón estaba dividido entre el dolor de haber perdido a su hijo y el amor que comenzaba a sentir por la niña que ahora tenía en brazos.

—Ella es... nuestra oportunidad de sanar, ¿verdad? ¿Es eso lo que estás diciendo? — preguntó Lillian esperanzada. Lionel se acercó lentamente, poniéndose a su lado. Su mano temblaba ligeramente al posarse en el hombro de Lillian.

—Sí, Lillian— respondió él.

Lillian, aun sosteniendo a Lena, se sentó en un sillón cercano. La niña se acomodó en su regazo, y Lillian continuó acariciando su cabello con ternura, mientras sus lágrimas se mezclaban con una sonrisa rota. La tristeza seguía presente, pero había un nuevo sentimiento naciendo en ella, una mezcla de esperanza y dolor compartido.

Los días siguientes en la mansión fueron un torbellino de emociones. Lillian se sumió en el cuidado de Lena, tratando de llenar el vacío dejado por su bebé, con el amor que podía ofrecerle a esa niña que había llegado a su vida. La casa era antes un lugar de dolor silencioso, pero había comenzado a sentirse más cálida, aunque la tristeza persistía.

Lillian organizó una habitación para Lena, llenándola de juguetes y ropa, intentando crear un espacio lleno de amor y seguridad para la niña. Cada rincón de la habitación estaba decorado con detalles cuidadosamente seleccionados, un intento de construir un hogar para Lena mientras enfrentaba sus propios sentimientos de pérdida.

Lionel, mientras tanto, se mantenía a un lado, observando el esfuerzo de Lillian. Sabía que la vida no volvería a ser la misma, pero esperaba que, con el tiempo, el amor y la dedicación de su mujer pudieran ayudarla a sanar sus heridas.

Una tarde, mientras Lillian estaba en el jardín con Lena, observando cómo la niña jugaba con unos bloques de construcción, se sintió una ligera sensación de calma. A pesar de la tristeza persistente que la acompañaba, ver a Lena sonreír, incluso de forma tímida, le ofrecía un pequeño respiro. Sus ojos siguiendo cada movimiento de Lena mientras la niña creaba torres con los bloques.

Todo parecía ir bien, al menos de día. Por las noches Lillian no dormía bien ya que se pasaba toda la noche observando la misma foto de Alexander. El rostro de su hijo con una expresión de tranquilidad que nunca había conocido en vida. Las lágrimas brotaban nuevamente cada noche, pero, Lillian se permitió llorar abiertamente, sintiendo la tristeza de la pérdida mientras también reconocía el espacio que Lena estaba llenando en su corazón. Aunque ella no podía ser el reemplazo de su hijo. Ella nunca lo sería.

𝑺𝒉𝒂𝒅𝒐𝒘𝒔 | 𝑆𝑢𝑝𝑒𝑟𝑐𝑜𝑟𝑝 𝐴𝑈Donde viven las historias. Descúbrelo ahora