Capítulo 1

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El kaijin es una criatura grotesca, casi sacada de las peores pesadillas. Su piel es de un verde musgoso, llena de protuberancias y texturas ásperas que parecen estar cubiertas por una capa de moho y vegetación podrida, como si hubiera estado emergiendo de lo más profundo de un pantano infecto. Su cuerpo es desproporcionado, con un cuello alargado que parece no tener fin, sosteniendo una cabeza que es la antítesis de la humanidad.

La cabeza es lo más aterrador de su apariencia. Donde debería estar su rostro, solo hay una enorme boca ovalada que ocupa casi toda la parte frontal de su cabeza, sin ojos visibles, lo que le da un aspecto aún más inhumano y aterrador. Esta boca está llena de dientes afilados y desiguales, algunos más largos que otros, amarillentos y cubiertos de lo que parece ser saliva espesa y pegajosa. Sus mandíbulas parecen estar perpetuamente abiertas en una mueca de hambre insaciable, revelando una garganta negra que emite un sonido gutural, una mezcla de gruñidos y succión, como si estuviera olfateando y probando el aire en busca de su próxima presa.

Sus orejas, puntiagudas y grandes, son de un color rojo intenso, contrastando con la palidez enfermiza de su piel. Estas se encuentran erguidas, captando hasta el más mínimo sonido, lo que lo hace un cazador formidable pese a su aparente ceguera. El kaijin se mueve de manera errática, con espasmos en su cuerpo que lo hacen parecer más aterrador aún, como si fuera una amalgama de carne y vegetación poseída por una fuerza maligna.

A medida que se acercaba a la pequeña rejilla que separaba a la niña de este monstruo, su respiración se hacía más pesada, profunda y casi ansiosa. El aire parecía llenarse de un hedor nauseabundo que emanaba de su boca, un olor que mezclaba la putrefacción con la humedad del pantano de donde podría haber salido.

La criatura extendió una mano monstruosa, una extremidad larga y delgada cubierta de musgo y lodo. Sus dedos eran ganchudos, como si fueran garras deformadas y quebradizas, pero lo suficientemente fuertes como para desgarrar la rejilla que protegía a la niña. El kaijin aspiraba el aire con fuerza, detectando el olor de su próxima presa. Estaba hambriento, y nada, ni siquiera el miedo, podía detenerlo ahora.

Con cada paso que daba, su cuerpo emitía un sonido sordo y húmedo, como si estuviera arrastrando algo pegajoso detrás de él. La niña, paralizada por el terror, observaba cómo esa mano ganchuda comenzaba a romper la rejilla. Fue solo cuando la criatura estaba a punto de alcanzarla que, en un acto reflejo de pura supervivencia, se deslizó por el pequeño túnel, cayendo varios pisos abajo mientras el kaijin soltaba un rugido frustrado que reverberó por todo el edificio.

La criatura se quedó en el borde, olfateando el aire en busca de la niña que había escapado, su boca grotesca moviéndose en un gesto casi de risa, como si supiera que el juego apenas comenzaba y que la presa no podría escapar por mucho tiempo.

La criatura se quedó en el borde, olfateando el aire en busca de la niña que había escapado, su boca grotesca moviéndose en un gesto casi de risa, como si supiera que el juego apenas comenzaba y que la presa no podría escapar por mucho tiempo

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Sus pulmones ardían con cada respiración desesperada, y las piernas delgadas, aún frágiles por la corta edad, le flaqueaban de tanto correr, pero no podía, no debía detenerse. Cada paso era un esfuerzo titánico, cada zancada un intento de desafiar su propio cuerpo que parecía estar al borde del colapso. El sudor le corría por la frente, mezclándose con lágrimas silenciosas que caían de sus ojos, pero no podía darse el lujo de pararse a llorar. La urgencia en su mente era clara: tenía que llegar a su objetivo, tenía que sobrevivir.

𝗚𝗢𝗗'𝗦 𝗠𝗘𝗡𝗨 ||One Punch Man||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora