En un mundo acosado por monstruos y amenazas apocalípticas, Nakamoto Hana lleva una doble vida en la bulliciosa ciudad Z. Sin embargo, su determinación por la justicia parece haber sido forjada por manos divinas, dotándola de un poder y valentía que...
—Ah, pues sí… cielos —suspiró Saitama mientras se sentaba en su sofá, visiblemente preocupado—. Me estresa un problema grave en el que no había pensado antes. ¿Puedes irte, por favor?
Genos, quien estaba de pie frente a él, lo miró confundido.
—¿Un problema grave? ¿Qué problema puede tener alguien como tú? Me gustaría saberlo.
Saitama guardó silencio por un momento, su mirada fija en el suelo. Finalmente, tomó aire antes de comenzar a explicar.
—Nadie sabe quién soy… Bueno, Hana sí, pero eso es aparte. Hace trece años empecé a hacer de superhéroe por afición, mi pequeña no había llegado a mi vida aún. He luchado con un montón de idiotas...
—¿Sonic? —interrumpió Hana, tratando de disimular su nerviosismo mientras bebía de su té—. ¿Quién es? No me suena en nada.
Saitama frunció el ceño, aparentemente ignorando la pregunta de Hana.
—No lo sé, apareció, me declaró su rival y desapareció.
—Puedo eliminarlo si te da problemas.
—Pero si tú eres igual. Por cierto, ¿qué haces aquí otra vez? Vete a tu casa, no somos amigos —respondió Saitama con su habitual tono desinteresado.
—Quizá tú no me consideres tu amigo, sensei, pero Hana sí —replicó Genos, mirando a la chica en busca de confirmación.
—Eso es cierto, Hana —añadió Saitama mientras miraba a su hija con una mezcla de afecto y preocupación—. Kaijins y organizaciones malvadas… No conozco a otro héroe que haya hecho tanto como yo. ¿No es razonable esperar que la gente sepa quién soy? ¿Por qué no tengo seguidores o algo a estas alturas?
Hana, con una expresión triste, lo miró fijamente.
—Pero yo soy tu seguidora.
Saitama le acarició la mejilla con ternura.
—Sí, pero tú no cuentas, mi niña.
Hana bajó la mirada, visiblemente afectada por el comentario. Intentó reconfortarlo, pero Saitama continuó.
—¿Saben lo que me han dicho hoy? "No sé quién eres". Y la gente de la calle creía que era uno de esos terroristas.
—Te dije, te dije que me llevaras contigo —regañó Hana, apretando los labios.
—Incluso después de acabar con el kaijin que atacó la ciudad el otro día...
Genos, que había estado escuchando atentamente, levantó una ceja en señal de sorpresa.
—Espera, sensei… ¿Estás inscrito en el registro de héroes?
Saitama se detuvo un momento, mirándolo con una expresión en blanco.
—¿El registro de héroes? —repitió lentamente—. No sé de qué me estás hablando.
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