Capítulo 16

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Saitama estaba acostumbrado a una rutina simple, una vida sin muchas complicaciones. Su día a día consistía en entrenar, luchar contra monstruos y, cuando tenía la oportunidad, relajarse en su apartamento. Sin embargo, desde que Hana se había ido a quedarse con Genos, la rutina que antes le resultaba reconfortante ahora se sentía vacía, incluso dolorosa.

El apartamento estaba inusualmente silencioso. No se escuchaba el ruido de Hana tecleando en su computadora, quejándose de las tareas virtuales o tarareando alguna melodía mientras cocinaba. Saitama había tratado de ignorar esa sensación de soledad que lo acosaba, pero cada vez se hacía más difícil. Se dio cuenta de lo mucho que se había acostumbrado a la presencia de Hana, a su energía, a su risa, a la manera en que llenaba el espacio con su simple existencia.

Al principio, intentó mantener su vida como de costumbre. Genos aún lo visitaba, entrenaban juntos, discutían estrategias, y a veces incluso salían a patrullar. Pero la ausencia de Hana siempre estaba allí, una sombra persistente en el fondo de su mente. El apartamento que antes compartían, aunque pequeño, parecía gigantesco sin ella. Se sentía como un lugar completamente diferente, desprovisto de la calidez que solía tener cuando Hana estaba allí.

Una de las cosas que más le costaba era la comida. Saitama nunca había sido un gran cocinero; su repertorio culinario se limitaba a platos básicos, y ahora que Hana no estaba para cocinar esas delicias que solían disfrutar juntos, su dieta se había reducido a arroz con huevos. Día tras día, Saitama se encontraba comiendo lo mismo, con el único sonido de sus palillos golpeando el tazón. Cada bocado era una triste reminiscencia de las comidas que solían compartir, de los momentos en que Hana lo regañaba por no saber preparar algo más elaborado o por quemar una simple tostada.

Había noches en que se sentaba en la mesa, solo, mirando el plato de arroz con huevos como si fuera un símbolo de lo que había perdido. A pesar de su poder, a pesar de ser el héroe más fuerte del mundo, Saitama se sentía impotente ante la soledad que lo consumía. Nunca había sido bueno para expresar sus emociones, y ahora, más que nunca, sentía que no tenía a nadie con quien compartir lo que realmente sentía. Ni siquiera Genos, que siempre estaba dispuesto a escuchar, podía llenar el vacío que Hana había dejado.

Lo que más extrañaba, sin embargo, eran las pequeñas interacciones cotidianas con Hana. Sus quejas sobre las tareas virtuales que le parecían inútiles, su manera de fruncir el ceño cuando algo no salía como esperaba, la forma en que se preocupaba por él aunque lo disimulara con un sarcasmo juguetón. Esos momentos que, en su día a día, Saitama había dado por sentado, ahora se sentían como recuerdos preciados de una vida que ya no tenía.

Había intentado pasar más tiempo con Genos, pero incluso eso no llenaba el vacío. Genos, a pesar de ser un amigo leal y un discípulo dedicado, no podía reemplazar la presencia de Hana. Saitama sabía que Genos estaba haciendo lo mejor que podía para ayudar, que estaba cuidando de Hana como él no había sido capaz de hacerlo. Pero la realidad era que, sin Hana, Saitama se sentía incompleto.

Había días en los que Saitama se preguntaba si había fallado como su protector, si de alguna manera había empujado a Hana a alejarse de él. El pensamiento lo atormentaba, y aunque intentaba sacarlo de su mente, siempre volvía en los momentos más inesperados. Incluso las cosas más triviales, como la forma en que Hana solía organizar los libros en la estantería o la manera en que dejaba sus pantuflas junto a la puerta, lo hacían sentir su ausencia con una fuerza que no había anticipado.

Saitama se había convertido en un héroe para proteger a los demás, para asegurarse de que nadie más tuviera que sentir la soledad y el vacío que él había experimentado antes de encontrar a Hana. Pero ahora, se daba cuenta de que, a pesar de todo su poder, no podía protegerse a sí mismo de los sentimientos de pérdida y desamparo. Aunque sabía que Hana estaba bien, que estaba con Genos, la sensación de que algo fundamentalmente importante faltaba en su vida lo consumía lentamente.

En las noches más solitarias, cuando el silencio se hacía insoportable, Saitama se encontraba mirando su teléfono, su dedo flotando sobre el contacto de Hana. Quería llamarla, escuchar su voz, saber cómo estaba. Pero cada vez que lo intentaba, se detenía, su orgullo y su miedo a lo que ella podría decirle lo mantenían en silencio. Así que, en lugar de eso, simplemente se quedaba mirando la pantalla, recordando los días en que ella estaba allí, a su lado, sin darse cuenta de cuánto la necesitaba hasta que ya no estaba.

La vida de Saitama, que había sido simple pero plena cuando Hana estaba a su lado, ahora se sentía vacía, carente de sentido. Y aunque seguía siendo el héroe más fuerte, sabía que había algo que no podía solucionar con un simple golpe: el profundo sentimiento de soledad y pérdida que ahora lo acompañaba en cada paso.

𝗚𝗢𝗗'𝗦 𝗠𝗘𝗡𝗨 ||One Punch Man||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora